Curso XLVII - Enseñanza 11: Educación de los Niños (4/03/1956)
Hay que prepararse con la oración para que la Madre nos guíe durante el año en la educación de los niños.
Pidámosle que limpie la mente y el corazón de toda idea preconcebida respecto a los niños: “si el niño es bueno o malo, sucio, grande o demasiado chico o aún repulsivo; si los que envía la Dirección de Menores o no, si tienen esto o los de Villa del Dique tienen aquello, o si los de Villa del Dique son mejores que los de Embalse”. Todo esto puede ser verdad pero para nuestra labor no interesa.
Debemos tomar a los que vienen con la mente limpia como que son los que la Divina Madre nos envía.
Limpiarnos de toda impureza para que nuestra alma sea como un límpido espejo donde la Madre pueda reflejar su imagen. Así todo lo que el niño reciba será de Ella.
Hay que pedirle a la Madre que nos llene del verdadero amor a los niños. No el amor ideal que se siente cuando se habla de los niños, se lee un libro o se escucha una conferencia. Sino el amor real, que siempre está allí, aún en presencia del niño sucio, rebelde, y a veces aún repulsivo o que puede chocarnos. Precisamente con estos hay que volcarse más pues los envía Ella, son los que debemos recibir y hacer en ellos la labor.
Todo esto que digo no va sólo para las maestras y directoras, sino para todas las Hijas porque todas ellas intervienen en la labor de los niños. Si no hacen la labor de educación y enseñanza, trabajan para ellos, oran por ellos; cuidan sus ropas y la casa donde viven, aprenden, se educan. Todas son Maestras Integrales, o mejor dicho, una sola Maestra Integral a través de la cual la Madre se expresa en las distintas fases del trabajo en la escuela.
No sólo se trata de educar la mente del niño, sus instintos, sino suavizar su corazón, su alma, darles un sentido de la vida, encaminarlos al bien.
No importa que el niño esté un solo año con nosotros, porque un año de verdadera labor basta para prepararlo para la vida.
Las enseñanzas recibidas no se borran jamás. Aunque aparentemente no se vea el fruto, la labor queda allí, está hecha.
No debemos añorar si no vienen los del año pasado, ni pensar que los de este año no vendrán el año que viene. Lo importante es hacer bien la labor de este año. Volcarse todas en amor. Decirse: “Este año tengo que prepararme para educar, enseñar a los niños, es mi misión de este año; el año que viene Dios dirá”.
Hagamos una oración. Pidamos a la Madre: Limpia mi mente y mi corazón, prepárame para la labor. O mejor dicho: Sé Tú la fuerza directriz que está detrás de mí. Seré tu instrumento. Tú serás la cabeza, la que diriges y yo seré la que trabaje. Te pedimos luz, comprensión y amor. Te pedimos una bendición, una bendición muy especial porque aunque tenga una vocación muy especial, soy humana, por mí nada puedo. Dame paciencia, sobretodo mucha paciencia para enseñar. Dame rutina para ser todos los días del año la misma Maestra Integral, estar siempre en la misma disposición de ánimo, sin altos y bajos.
Que el niño a nuestro lado sepa captar cuál es la voluntad de Dios en su vida y podamos escribir esa Voluntad de Dios indeleblemente en su alma.