Curso XLII - Enseñanza 10: Ejercicios para el Dominio de la Rueda Cardíaca
El poder de la Rueda Cardíaca se manifiesta a través de las grandes pasiones, ya sean éstas de carácter altruista o vengativo.
Amor y odio son aquí los polos opuestos con que se manifiestan las fuerzas de este centro.
Un ejercicio que tiende a orientar las fuerzas de esta rueda hacia el bien es el siguiente:
Debe localizarse el pensamiento en la Pequeña Rueda de ocho pétalos.
Hay que adornar con el pensamiento aquel lugar con todas las bellezas posibles de imaginar para depositar allí la imagen materializada del Maestro.
Este ejercicio de la Divinidad humanizada, devoción, Sharva, tan frecuente en el cristianismo por la costumbre de imaginar a Dios en la imagen de Jesús, es indispensable para el correcto desenvolvimiento de este poder.
No ha de esforzarse, el que medita, en sentir nada por el Maestro, sino ha de conformarse con mirarlo, y mirarlo bien. La expectación, la paciencia, la serenidad, dan aquí excelentes resultados.
Mejor es detener los impulsos de afectos que darles libre curso, hasta que, irresistiblemente, se abre la corriente del amor con tal fuerza que el discípulo se desconoce a sí mismo; es arrebatado y se transforma en la imagen del Maestro.
Este ejercicio debe practicarse sentado cómodamente, en un lugar apartado y sereno, o en un templo, o sentado a la sombra de un árbol como el pino, el roble o el abedul.
Hay que descansar las manos puestas una sobre la otra, suavemente, sobre las rodillas, y tener los ojos entreabiertos; el busto erecto y la cabeza ligeramente inclinada hacia adelante.
Si se sintieran fuertes latidos del corazón, será mejor suspender el ejercicio; pero si con los fuertes latidos se enrojece la epidermis del pecho puede seguirse adelante.