Curso XXXIX - Enseñanza 8: Saturno
Cuando la nebulosa madre hubo llegado a un grado suficiente de condensación material y ya estaban preparados los cuerpos mentales y energéticos del sistema, empezó a arrojar de sí a los cuerpos físicos de los planetas.
Cada sistema solar tiene, en el cosmos estelar al que va a pertenecer, un campo magnético característico y peculiar, similar pero diferente de todos los demás campos magnéticos correspondientes a otros sistemas estelares.
En este campo magnético cósmico estelar los globos mentales están ubicados sobre su eclíptica y ésta abarca un espacio mayor dentro del campo magnético, en contraposición con el espacio que ocupan los globos espirituales que es mínimo.
Un símil de esto podría encontrarse en las teorías atómicas. El tamaño del núcleo del átomo es ínfimo comparado con el campo magnético dentro del cual se mueven los electrones.
La eclíptica de los globos energéticos abarca un espacio dentro del campo magnético menor al de los cuerpos mentales y su magnetismo es positivo activo respecto a la eclíptica mental, y negativo potencial respecto a la eclíptica de los globos físicos.
Cada eclíptica colocada dentro del campo magnético cósmico estelar de los diversos globos del sistema, por ley de contrariedad analógica, tiene su expansión de amplitud, en contraposición a la otra, formando así en conjunto y simétricamente la forma Ired.
El Sol fue el primero que se colocó en el foco de la eclíptica. Le siguieron Plutón y luego Neptuno que se colocaron sobre la eclíptica. Pero al principio estos planetas no estaban colocados exactamente sobre la eclíptica porque su masa propia no estaba bien equilibrada, provocando oscilaciones. Por eso no hubo en ellos vida mineral.
Luego fue Urano el que se colocó sobre la eclíptica, también oscilante, pero sin salirse de ella. En él hubo un primer ensayo de vida material, pero sin resultado.
Las Huestes que allí procuraron formarse unas vestiduras minerales fracasaron. La sabia mitología dice que el dios Urano, celoso de sus hermanos, los mataba al nacer. Urano no llegó entonces a ser un planeta portador de vida.
Saturno fue el planeta que enseguida después se diferenció. Se colocó firmemente sobre la eclíptica girando ordenadamente alrededor del Sol. La especial circunstancia de ser Saturno el único planeta colocado perfectamente sobre la eclíptica lo transformaba en un polo positivo de atracción. Entonces esto hacía que las nuevas masas formadas se frustrasen.
La masa madre lanzaba de sí rítmicamente determinadas masas, las cuales atraídas por el poder positivo de Saturno y por tener ellas falta de magnitud, eran energéticamente desmaterializadas o absorbidas por la masa de Saturno.
Plutón, Neptuno y Urano se iban salvando por sus movimientos oscilatorios.
La mitología representa el esfuerzo de la masa madre para estabilizar los planetas sobre la eclíptica diciendo que Saturno devoraba sus hijos al nacer, pero su esposa Rea ocultó a sus hijos más queridos: Plutón, Neptuno y Júpiter, que serían luego los vencedores del padre. Empezando a colocarse los planetas sobre la eclíptica ya empiezan ellos a emanar luz propia y alumbrar su sistema de por sí.