Curso XXXIX - Enseñanza 6: Figuras Geométricas del Sistema Planetario
A través de los símbolos matemáticos que tienen expresión en las figuras geométricas y que han conquistado un dominio perdurable en el tiempo, es posible trazar una semejanza con los actos cosmogónicos de la creación universal que fija una explicación de las eclípticas donde se han plasmado los sistemas planetarios.
Tal semejanza no representa sino el acercamiento de la mente humana, con su lenguaje más propio hasta la mente divina. Así se refleja un nuevo conocimiento de Dios.
Compárese el descenso cosmogónico de la creación de cualquier sistema planetario, con una interpretación de las simples figuras curvas de segundo grado: la circunferencia, la parábola, la elipse y la hipérbola.
Toda la interpretación se concretará a encontrar las particularidades de la ubicación del o de los focos y la recta directriz que se mueve desde el infinito a lo finito, con lo cual se van formando las figuras geométricas en abierta semejanza con la creación de los sistemas planetarios.
Para el Despertar se afirma que la armonía del conjunto Inmanifestación-Manifestación se materializa en un foco único sustentado desde lo infinito por la línea directriz, que así engendra la figura de la circunferencia. Campo finito de la Manifestación, que en su característica inconmensurable del número Pi, señala también su potencia superior a lo Manifestado.
La circunferencia tiene una excentricidad igual a cero y esta misma condición matemática nos simboliza la imagen del Despertar Cosmogónico.
Pero la Manifestación sólo se puede plasmar en una Creación Universal a través de fijarse en una unidad potencial, que es su encierro, para su posterior devenir cósmico.
La parábola, medida matemáticamente por su excentricidad igual a la unidad, es la figura activa de la potencial circunferencia, que en sí no podría tener manifestación.
Pero esta unidad perfecta no ofrecería asiento a la formación descendente de la creación cósmica en los sistemas planetarios, si el poder divino, por la partícula Ired, no desordenara esta perfecta unidad y sembrara así el desarrollo de la Manifestación por la oscilación que dicho poder provoca.
La oscilación alrededor de la unidad es entonces la materialización del sistema planetario. Esta oscilación se refleja en la figura geométrica de la elipse y la hipérbola, que contienen como característica una excentricidad menor y mayor que la unidad respectivamente.
En el estado actual de evolución del sistema planetario el oscilar de la curva madre originalmente parabólica es la elipse que vemos materializada en todos los asientos individuales de los sistemas planetarios que se observa dentro de la Manifestación. Asimismo, serán elipses todas las manifestaciones del descenso, en las sucesivas etapas del campo magnético peculiar del sistema planetario estudiado, del propio campo mental que él produce, del energético y del físico, que es el visible para la realidad sensorial del hombre.
La vida sólo puede plasmarse después de luchas continuas, en la dualidad del sistema creado. Ello se expresa en la interpretación de la curva, elipse o hipérbola, que se engendra a través de dos focos, en relación con la circunferencia y parábola que sólo necesitan un solo foco para su real formación.
La línea directriz, que en el caso de la circunferencia se mantiene matemáticamente en el infinito, representa el poder de la Inmanifestación siempre presente en la Manifestación.
Los posteriores descensos que materializan la realidad Inmanifestación-Manifestación mueven la línea directriz desde el infinito hacia lo finito. Es decir, que la física vestidura de la línea directriz corresponde a figuras geométricas que se identifican como la parábola, elipse o hipérbola.
La elipse real o visible, siempre tiene una hipérbola irreal o invisible, que abarca el campo exterior al limitado por la primera.
Tal interpretación parece condicionar la existencia de la física elipse en que se sostiene el sistema planetario, a la de una hipérbola que es la representación de la existencia de todos los demás sistemas planetarios.
Indicaría la presencia divina sosteniendo la ya humana creación del sistema planetario elegido.
La presencia de los focos de la hipérbola y su excentricidad mayor que la unidad serían la dualidad del mundo integral del Cosmos, exceptuando el sistema planetario elegido.
La parábola, figura geométrica de la perfección que exige un devenir posterior, no es sino la representación de un campo en donde la creación de los sistemas planetarios se destruirían y no podrían tener vida propia a causa de su misma perfección.
En cambio, el recibo de la partícula siempre cambiante de constante devenir del Ired, es lo que permite la vida de los sistemas planetarios creados.
Es el impulso que al hacer oscilar la excentricidad perfecta, la unidad, engendra la mayor o menor excentricidad en las figuras de la hipérbola o elipse.
Todo el desenvolvimiento de los sistemas planetarios actuales se identifica con la aún continua expansión que rige actualmente al Cosmos, probada por la ciencia.
Mas, cuando se inicie el regreso hacia el reingreso divino, se intuye que la parte del movimiento del Ired, aún no conocida por la ciencia, hará que la elipse actual se transforme en la hipérbola.
Ella, con su oscilar superior a uno en su excentricidad, permitirá su transformación en la parábola, fuente de perfección desde donde es posible mirar la potencial manifestación simbolizada en la circunferencia primaria.
La línea directriz de las figuras geométricas, vestida físicamente en la creación de los sistemas planetarios habrá vuelto a sumergirse en su posición inicial en el infinito.