Curso XXXIII - Enseñanza 9: La Improvisación
¿Qué es la conversación? Una improvisación breve que cambia a cada instante de materia y objeto, que desflora y no profundiza. En ella toda preparación es imposible porque la conversación cambia permanentemente de fisonomía. No pueden, pues, prevenirse las réplicas, pensarse de antemano las contestaciones, ni calcular el giro que llevará la discusión. Todo nace en el momento y las ideas y las palabras se conciben, formulan y anuncian con la mayor prontitud.
¿Qué falta a esa conversación para ser un discurso? Extensión y seguridad. Es decir, tener ideas con que alimentarla por más tiempo y palabras que vengan en auxilio de estas ideas. El discurso continuo no es más que la perfección y prolongación del discurso cortado del diálogo.
¿Qué es improvisar? Es leer con facilidad y prontitud en las ideas y traducirlas en palabras. ¿Qué se hace cuando se escribe? Recordar y combinar. Adquiérase, pues, el hábito, por el uso de la palabra, de hacer instantáneamente estos recuerdos y estas combinaciones y se será improvisador.
La improvisación no es más que la producción espontánea y repentina de lo que ya se sabe, de lo que antes se ha aprendido y meditado. Muchas veces, como en la improvisación de los sueños, en el discurso el alma se remonta a regiones que desconocía conscientemente y retorna con adquisiciones de una meditación consciente.
La conversación, como los discursos, tiene dos objetos: uno ideal que son los pensamientos, otro material que son las palabras. El primero se consigue y perfecciona por medio de un estudio asiduo y variado; el segundo haciéndose de un caudal de expresiones escogidas las más a propósito por su propiedad, sonoridad y elegancia para representar la idea con toda belleza y relaciones de enlace posibles.
Método. Todo el mecanismo se reduce a dos preceptos: método analítico para aprender; método sintético para ejecutar.
Analítico. Un discurso no es más que el conjunto de varias partes o párrafos, cada uno de éstos se divide en períodos, cada período se compone de frases y cada frase es el agregado de las palabras que la constituyen y que son su cardinal elemento. Analizado así el todo, el mismo análisis que sirvió de medio y de guía debe servir en lo demás del procedimiento. Palabras, frases y períodos formarán la escala del examen y de los ejercicios.
La idea es la palabra pensada y la palabra es la idea expresada. Se tratará, pues, de las voces, como signo representativo de la idea y de los pensamientos.
Debe empezarse por hacerse de un considerable número de palabras escogidas, que se procurará conservar con cuidado en los archivos de la memoria. Pero no basta saberlas; preciso es que se las examine a fondo y que se penetre en su propiedad para representar con exactitud el pensamiento a que deben servir.
Uso de los sinónimos. Para aumentar el caudal de palabras, riqueza del improvisador, conviene ocuparse del examen de los sinónimos. No pocas veces substituyen en un momento fatal a la palabra que había perdido el orador.
Clasificación de las palabras. Debe el improvisador, también, clasificar las palabras. Separar las que sirven para expresar pensamientos grandes y atrevidos, de las que anuncian ideas suaves y dulces; las que retratan la alegría, de las que pintan el dolor.
Sentido propio y figurado de las palabras. Es necesario conocer ambos y ensayarse el improvisador en continuos ejercicios. La mañana es una parte del día; trasládese esta voz a las edades del hombre y se llamará la mañana de la vida a los años dichosos de la infancia en que todo sonríe. Cuando se dice “que el hombre de bien goza siempre de algún consuelo en medio de la adversidad”, no se hace más que expresar un pensamiento de la manera más sencilla. Pero cuando se dice “al justo sale la luz en medio de la oscuridad”, se expresa el mismo pensamiento en estilo figurado: se introduce una circunstancia (se pone la luz del consuelo) y se usa de la oscuridad para presentar la idea de la adversidad. De estas figuras de palabras que se han llamado “tropos” y que consisten en emplear palabras para significar alguna cosa diferente de su original y primitiva significación, se dijo que alterando las palabras debía desaparecer la figura. “Al justo sale la luz en medio de la oscuridad”, el tropo consiste en no estar entendidas literalmente “luz y obscuridad" sino substituidas por “consuelo” y “adversidad”, a causa de alguna semejanza o analogía que se supone tienen con estas condiciones de la vida. En esta relación oculta debe ejercitarse el improvisador.
También es preciso practicar con las metáforas y comparaciones. Metáfora: cuando se dice de un ministro que sostiene un Estado, como una columna sostiene el peso de todo un edificio, se hace una comparación. Pero cuando del mismo ministro se dice que es “la columna del Estado” se hace una metáfora.
Un buen ejercicio es el de tomar un libro, leer un párrafo y procurar después ir trasladando la significación de las palabras que lo permitan y formando las metáforas, los demás tropos y las comparaciones que puedan servir a embellecerlo.
Formación de períodos. El objeto de esta parte del curso es el de acostumbrar al estudiante a todos los giros y movimientos oratorios; debe, por lo tanto, pasar revista en ellos a todas las figuras de pensamiento. La escala como en un instrumento musical deberá recorrer todas las entonaciones.
Princípiese por formular un período sobre un raciocinio cualquiera en la forma expositiva y pásese después a la interrogativa que ya se dijo aumenta la fuerza y energía de le locución. Vuélvase después el período a su forma primitiva y repítanse estas transformaciones hasta adquirir el hábito de que el pensamiento formule cualquiera de estas dos vías de enunciación pronta y repentinamente. Iguales ejercicios deben hacerse y repetirse sobre todas las formas de la retórica expuestas precedentemente.
Sintético. El improvisador, cuando ocupa la tribuna, necesita abarcar de una sola mirada todo el discurso que va a pronunciar. No en sus pormenores, porque sería imposible, sino en su esqueleto, en el orden riguroso.
Para adquirir este “golpe de vista” es preciso formar ante todo el discurso lógico y una vez poseedores de él nada más fácil que formular con la ayuda de los medios obtenidos en los ensayos el verdadero discurso oratorio.
Dicho discurso lógico deberá consistir en el trazado sobre el papel de las proposiciones cardinales que quiérese enunciar, enlazarlas y quedar empapado de ellas.