Curso XXXIII - Enseñanza 10: Síntesis Crítica del Estilo

Es calidad esencial de toda belleza ser sencilla en sus arreos; “simplex munditus”.
Una de las primeras y más obvias distinciones del estilo es la que resulta de la mayor o menor extensión que el autor da a sus pensamientos. Esta distinción forma el estilo difuso y el conciso.
El estilo conciso comprime sus pensamientos en las menos palabras que puede; cuida de emplear sólo las más expresivas y cercena como redundante toda expresión que no añade alguna cosa esencial al sentido. No desecha los adornos siempre que puedan hacer más vivo y animado el estilo, pero se vale para ello de aquellas figuras que más bien le dan fuerza que gracia. Jamás presenta dos veces una misma idea. En la coordinación de las sentencias mira más a la brevedad y al nervio de la dicción que a la cadencia y armonía del período.
El difuso desenvuelve sus pensamientos completamente; los coloca bajo diferentes aspectos y da al auditor todos los auxilios posibles para que los entienda bien. Los oradores de este estilo son generalmente apasionados a la magnificencia y amplificación.
El estilo nervioso y el estilo débil suelen confundirse con el conciso y el difuso, con los cuales a veces coinciden. Pero no siempre sucede esto.
La causa de la debilidad o de nervio del estilo está en la manera de pensar de su autor. Si éste concibe fuertemente un objeto, lo expresará con energía; pero si tiene de él una percepción confusa, si vacila en sus ideas, si por su pasión o su precipitación no llega a comprender bien todo lo que debe comunicar a los otros, es preciso que el estilo se resienta visiblemente de estas faltas. Se hallarán palabras insignificantes y epítetos vagos. Sus expresiones serán generales, su coordinación confusa y vaga.
Se concebirá algo de lo que se quiere decir; pero no se lo comprenderá enteramente. En cambio un escritor nervioso, ya use de un estilo conciso o difuso, puede imprimir a sus pensamientos la fuerza y la energía de su estilo.
La dureza de estilo proviene de las palabras desusadas, de las inversiones forzadas en la estructura de las sentencias y del demasiado descuido de la blandura y facilidad de la construcción.
En cuanto al ornato se dirá que puede ser: árido, llano, limpio, elegante y florido.
Es árido el que excluye todo ornato de cualquier clase que sea, contentándose el expositor que lo entiendan y es forzosamente de tipo didáctico.
Es llano aquél que se eleva un grado sobre el árido. Además de la claridad busca la propiedad, la pureza y la precisión del lenguaje, lo cual es ya una belleza y no despreciable.
En el limpio se entra ya a la región de los adornos, pero no de los más espléndidos. Este orador no desprecia la belleza de la lengua, pero muestra atención en la elección de las palabras y en su graciosa disposición y no en los esfuerzos de la imaginación o la elocuencia. Sus sentencias son siempre limpias y exentas de la carga de palabras superfluas. Su cadencia es variada, pero no de una estudiada armonía.
El elegante dice un grado más de ornato que el limpio y se da este nombre al estilo que sin exceso, ni defecto, posee todas las virtudes del ornato mismo. Claridad, propiedad, pureza en la elección de las palabras, cuidado y destreza en su coordinación armoniosa y feliz son sus cualidades. Halaga a la fantasía y al oído, al paso que instruye.
Florido es el rico y galano en demasía para el asunto, cuando es muy continuo y deslumbra con su oropel. Y este es, casi siempre, un estilo viciado y vicioso.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

Relacionado