Curso XXXI - Enseñanza 12: La Divina Encarnación

Desde que los sabios de Hes comprendieron la inmensidad y grandeza de la Creación y la maravillosa analogía entre el Macrocosmos y el Microcosmos, entre Dios y el hombre y vieron que la finalidad del hombre es acercarse a Dios, comprendieron también la necesidad de hacer que la potencia interior del alma se manifestara a lo exterior con todos sus atributos para que fuera un medio para la divinización del hombre.
El ser humano, si encierra en sí la potencia de la Creación, puede llegar a acercarse a Dios integralmente. Pero, a pesar de la imperiosa necesidad del hombre de unirse a su fin real, no puede lograrlo por el estado inarmónico de sus cualidades interiores: la vida, el amor y el saber, en lugar de ser una expresión simple del alma, se convierten en fuerzas opuestas que guerrean entre sí.
Aún los seres que llegan a la más alta y pura expresión del conocimiento interior de Dios, también constituyen una diferenciación entre ellos y sus hermanos que todavía no han logrado ese estado. El amor, el saber y la vida, que son desacordes en el hombre, son en Dios una sola y armónica expresión de Él mismo, una Divina Trinidad. El ser comprende y aún vive estos conocimientos, pero siempre de un modo abstracto.
Es necesario que la Divina Trinidad, abstracta, que mora en el alma humana, se concrete en ella. A tal fin, es preciso que esta operación se produzca plenamente en un ser extraordinario, semejante a los hombres, pero de distinta naturaleza, el cual puede servirle de modelo: una Divina Encarnación.
Todos los Textos Revelados hablan de un ser extraordinario, expresión directa de la Divinidad; de un Hombre-Dios que sea un canal por donde lleguen las fuerzas divinas a la Humanidad; que pueda constituirse como Imagen viva del hombre perfecto, en quien los hombres que buscan a Dios puedan asentar firmemente su confianza, y que les infunda la fe y certeza necesarias para que, imitándolo, puedan alcanzar la salvación y liberación.
La Divina Encarnación no pertenece al ciclo humano; su naturaleza, por ser divina, está fuera del ritmo mental humano; su naturaleza mental es divina y humana: divina, porque no pertenece al ciclo de vida del hombre y es una expresión perfecta y coparticipante, en su totalidad, de la Trinidad. Al mismo tiempo, es verdaderamente humana porque es corporalmente de la misma naturaleza del hombre.
El nacimiento de la Divina Encarnación no se efectúa por el proceso natural común ya que no puede tener mancha que lo ate a una ley de causa y efecto. Pero, al aceptar la naturaleza humana sin la mancha de la atadura vulgar de la generación, toma, a pesar de todo, sobre sí toda la carga del karma de los hombres.
El sacrificio expiatorio de la Divina Encarnación, que viene a constituirse en modelo de los hombres, está formado entonces, y sobre todo, por la Encarnación. El proceso de su vida entre los hombres y aún de su sacrificio de entregarse a la muerte como todos ellos, es sólo participante de este solemne sacrificio de la Encarnación.
La Trinidad está integralmente activa en este Ser; es Él mismo. Su actividad es la más alta expresión de vida, amor y conocimiento y estimula directa y fuertemente a las almas de los hombres para que hagan sus reservas interiores al influjo de esa fuerza activa redentora.
El Gran Iniciado que ha llegado a un altísimo grado de perfección, pero que todavía tiene una mancha que borrar, es un ejemplo, pero no la totalidad del ejemplo. La Divina Encarnación, si no se la acepta realmente como es, Divina y humana, no puede constituirse en un modelo integral de la Humanidad.
En la Teología el Misterio de la Divina Encarnación tiene primordial importancia y ha sido la fuerza de todas las religiones y filosofías de la India, en donde fue ampliamente desarrollado y comentado. Sus más grandes sabios se ocuparon ampliamente de la fuerzas de la Trimurti, de la Divina Encarnación, a raíz de las grandes luchas conceptuales sobre este tema.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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