Curso XXXI - Enseñanza 10: La Trinidad
Dios, en su Manifestación, es un principio Absoluto, Eterno, Incognoscible. Al intentar explicar la Trinidad Divina, no se discurre sobre el cómo, ni cuándo, ni por qué se efectúa la diferenciación y lo Inmanifestado es Manifestado.
Sobre esto no hay que discurrir.
La mente humana sólo por el discurso filosófico, a la luz de la intuición revelada, quiere levantar un poco el velo de la Manifestación. El Acto Creativo de Dios es puro y real, en Sí; por eso, el modo como se efectúa es incognoscible para el hombre, que es potencia y acto. Pero, la mente humana puede llegar a vislumbrar el resultado aparente de la Creación.
Hes, la Madre Dormida, el Principio Incognoscible de Dios, se despierta: despertar involucra al acto creativo. El Principio Creador, al reconocerse a Sí mismo, establece un conocimiento Activo de Sí mismo. Ese conocimiento infinito de Sí mismo, Hes reflejada en Ahehia, lo sostiene por toda la duración de un ciclo de Creación, por infinito e increado amor; este amor es Foa, vida del Universo.
Las antiguas escuelas conocían muy bien este concepto, pero no gustaban discurrir ni enseñar demasiado sobre esto. Mas, el Cristianismo, al hacer de la Trinidad la piedra angular de su fe, al enfocar su atención especialmente sobre este aspecto de la Revelación, puso este problema en contacto y conocimiento de los estudiantes.
La lucha contra el arrianismo hizo que esclarecidas inteligencias profundizaran este punto de la Revelación, llegando a resultados sorprendentes y exactos.
El resultado ha sido un claro concepto sobre la procesión, la relación y las personas de la Divina Trinidad.
El Padre es Dios Creador. El Padre es Creador no porque las otras dos personas de la Trinidad Cristiana, el Hijo y el Espíritu Santo, no sean igualmente creadoras, sino porque es el Principio Incognoscible; y esa parte total de Sí misma, que conoce Su propia existencia, es el Hijo; por eso el Dogma católico reza que el Padre Creador engendró al Hijo, pura, divina y consubstancial expresión de la Voluntad y del Conocimiento eternos.
Sigue el Dogma diciendo que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo y no es engendrado; lo que es correcto.
Dios Creador se conoció, se engendró a Sí mismo, y al conocerse, se amó: ese amor Divino e Increado es el Espíritu Santo.
El acto de la Creación y la procesión de las Divinas Personas es simultáneo e inescrutable; las Tres Divinas Personas son, al mismo tiempo, eternamente Existentes, eternamente Creadoras, eternamente Fruto y Subsistencia de la Creación.
Como este Acto Puro de Dios es simple y real, no puede ser conocido por la mente humana, porque si la mente humana lo conociera existirían dos Dioses, dos Creadores, dos conocimientos y dos amores. No puede haber, entonces, más que Tres Personas en Dios: Él, Sí mismo, la Relación entre Sí.
Las almas son individuales sólo por la Ley de Contrariedad Analógica.
Es sorprendente el resultado que ha traído a las almas místicas cristianas este conocimiento trinitario, que ha sido un gran resorte de su potencia interior. El alma, a través de estas definiciones de la Creación Cósmica y Manifestación Divina, ha visto a Dios como algo vivo, palpitante y siempre existente, continuamente en contacto con el alma del ser, por esta participación analógica del alma misma, y que más se acentúa por el conocimiento y el amor.
El alma Universal de Hes está, realmente, dentro de los seres, en el corazón del hombre. Cuando éste busca conocerla, Ella despierta una nueva vida constructiva en el ser, que le impulsa a amar, a vivir, a sentir algo que le acerca, cada vez más, a esta Divina Trinidad.
Dios mora en el alma del hombre, no sólo como un principio eterno, inmenso, inconmensurable, sino como conocimiento, vida y amor. La unión del alma con Hes se hace, así, cada vez más substancial, real y divina.
Este hombre, que ha hecho de su interior un Templo donde mora la Divina Madre, emana de sí, en su exterior, una fuerza benéfica y superior a la de los otros hombres, no porque los otros no posean potencialmente la misma fuerza, sino porque Él la despierta y activa.
Su obra, de humana, se hace divina y, en contacto con este mayor conocimiento y amor, transmite las fuerzas excelentes de esta corriente trinitaria a la Humanidad.