Curso XXX - Enseñanza 12: Filosofía Cristiana
La filosofía cristiana es una filosofía limitada.
El pensamiento del hombre tiene una apariencia limitada, pero cuando a través del ejercicio de su actividad potencial va ampliando sus horizontes, sus posibilidades se vuelven ilimitadas.
La filosofía cristiana comprendió el valor de estas posibilidades y procuró controlarlas. Enunció que el hombre tiene que pensar lo que quiera, cuanto quiera, como quiera, pero dentro de la limitación prefijada.
El hombre, después de la muerte, podrá pensar ilimitadamente, comprender todos los misterios, la inmensidad de la ciencia y el puro conocimiento; pero aquí, en la Tierra, no.
Esta filosofía, al ser así limitada, quedó definitivamente dentro de la órbita y al servicio de la religión.
Esta filosofía cristiano-religiosa se forma poco a poco.
En los primeros tiempos de la Iglesia, algunos Padres intentaron dar amplio vuelo al pensamiento, pero fueron o impedidos o separados de la Iglesia.
Esta filosofía extendió una inmensa red sobre la mente del hombre; permitía que éste pudiera mirar los espacios infinitos del saber, pero siempre a través de esta red; que pudiera recibir el tesoro de las experiencias de todas las filosofías y todas las investigaciones del saber, pero siempre filtradas a través de la red.
Los filósofos cristianos, alternativamente se sometieron a las influencias de las filosofías de Platón y de Aristóteles.
Llegó hasta ellos el delicado sentimiento de la filosofía del Budismo Chino expresado a través de su Liturgia y de su Ritual.
Las antiguas lecciones gráficas y simbólicas de la filosofía egipcia fueron adaptadas por ellos y amoldadas a sus imágenes y a su Hagiografía.
En síntesis, tomaron todos los conceptos filosóficos que llegaron al alcance de sus manos, pero todo ello tamizado a través de su red.
No se califica esta filosofía de limitada por poco expresiva u obscura en sus conceptos, sino porque induce al hombre a pensar restringidamente, como tal.
Para que ella se estableciera más fuertemente, sus filósofos distinguieron entre la filosofía limitada y la ilimitada, llamando a esta última Teología, Ciencia de Dios; y sobre la cual no se puede discutir, ni investigar. Hasta llegaron a prohibir a aquellos que no eran teólogos, o sacerdotes, que hablaran de Teología.
Es célebre la lucha que sostuvo San Bernardo, contra Abelardo, hasta lograr que éste renunciara a enseñar Teología en su cátedra de filosofía.
La Filosofía Cristiana no permite que el hombre piense más que limitadamente: San Atanasio enuncia esto en el primer postulado de su Símbolo, sometiendo la mente a la fe:
“Quicumque vult salvus esse ante omnia opus est, ut teneat catholicam fidem”.
“Fides autem catholica haec est, ut Unum Deum in Trinitate; et Trinitatem in Unitate veneremur”.
La fe católica es la gran red puesta sobre la mente del hombre si él quiere salvarse, si quiere conocerlo todo, después de la muerte. San Atanasio lo explica claramente a continuación de lo trascripto de su Símbolo. Dios, Uno en su Trinidad, es el Supremo Conocimiento; pero, el hombre no puede alcanzar este supremo conocimiento sino a través del Hijo, por su Redención y Salvación. No puede conocer todo de un modo directo, sino indirecto; no en esta vida limitada y oscura, sino en el Paraíso, cuando el alma, por la redención, esté segura de su salvación.
La luz del Espíritu Santo, que es la ciencia plena de Dios Padre e Hijo, no puede ser comprendida por el hombre mientras tenga mancha física sobre él y la posibilidad de pecar, sino únicamente después, cuando esté admitido en la Iglesia Triunfante.
Que piense el hombre, pero que no piense más que a su medida.
Esto es esencial, indiscutible, inquebrantable.