Curso XXIX - Enseñanza 7: Cuarta y Quinta Subrazas Lemurianas

Para el ciclo de ángeles hechos hombres había sonado la hora solemne. Los estremecimientos cada vez más convulsivos del planeta y la luz solar que filtraba a través de las espesas cortinas de nubes, reflejaban como una gran aurora polar sobre la rojiza tierra, indicando que algún hecho extraordinario estaba por acaecer.
El fuego en las entrañas de la tierra rugía espantosamente, buscando por todas partes salidas y purificaba todo, como oro en un crisol.
Por encima de la obscura atmósfera terrestre, el hermoso Venus se había enfrentado con Marte el poderoso y, espejándose los dos astros recíprocamente en sus luces, las volcaban sobre la Tierra, beneficiándola con su conjunción.
Millares y millares de seres pertenecientes a la Hueste de la Humanidad han salido de sus éxtasis para mirar el gran acontecimiento.
Las mónadas que evolucionaron en la Ronda Lunar y que han luchado a través de tantas centurias para construirse una casa física, ya la tienen terminada y pueden penetrar en ella.
Lentamente los monstruos rojos hechos hombres, los hombres de la cuarta subraza Za-Mo abandonan sus árboles y se adelantan, tambaleantes, sostenidos por sus gruesos bastones, por los pantanos de Moo; y si bien las mónadas pueden entrar y salir a voluntad de sus nuevas moradas, son retenidas en ellas cada vez por más tiempo.
Una vez más, en donde creyeron ellos encontrar la copa llena del licor de muerte y materialidad, que tanto habían temido, encontraron la copa llena del bálsamo del olvido y del amor.
Kundalini, la diosa de la fuerza vital, les ha dado el don de manifestar sus fuerzas internas hacia lo externo; pero exige en pago la moneda del sufrimiento, del placer y de la muerte. Por eso, paulatinamente, se van separando los sexos, y con ello, una fiebre de placer y de sensualidad estremece las carnes de los noveles hombres.
Olvidan, poco a poco, las moradas divinas y los poderes intuitivos que antes poseían a discreción, para desear únicamente el placer de la carne.
Es una fiebre de acoplamiento lo que les invade; y el nuevo placer trae consigo el nuevo fruto: la procreación por el concurso de dos seres de sexo opuesto.
Pero las mónadas no han entrado en todos los cuerpos lemurianos; únicamente han elegido los más aptos. Los no aptos, abandonados a su suerte, decrecen en comprensión y aspecto físico, rápidamente.
Durante la quinta subraza, llamada Za-Moo, ya hay una extraordinaria diferencia entre el lemuriano con mente y el sin mente. Los Maestros, guías de la Humanidad, instruyen a los lemurianos durante sus sueños.
Únicamente tenían derecho a procrear con hembras con mente: “Si comiéreis el fruto del árbol prohibido, si os acopláreis con las hembras de las razas degeneradas, moriréis, perderéis el fruto de vuestra raza, pues seréis padres de monstruos y no de seres humanos”.
Pero las hembras sin mente tentaron a los lemures mientras las mujeres de éstos gestaban; la maldición se pronunció sobre ellos y las mónadas que esperaban su turno para morar entre los hombres rehusaron tomar esas moradas semihumanas.
De esa unión maldita, de hombres con mente y mujeres sin mente, nacieron los inmensos monstruos lemurianos: el plesiosaurio, o serpiente marina; el ictiosaurio y el dinosaurio, inmenso monstruo volador, el más manso, que más adelante serviría de cabalgadura a los lemurianos.
Aquí nace la escala zoológica que llega hasta el día de hoy.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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