Curso XXVIII - Enseñanza 13: Los Galos

Los celtas dieron lugar a los griegos, macedonios y cartagineses; pueblos hermosos, fuertes, guerreros, plásticos y amantes de la naturaleza.
El origen de los romanos es muy dudoso porque los Etruscos, antiguos resabios de los Iranios y los Sabinos, habitantes del Lacio, eran de origen Ario Semita; pero en Sicilia y a lo largo de la costa de Calabria vivían los pueblos itálicos, de pura raza celta, que con el tiempo enriquecieron sus tierras y, mezclándose con los otros pueblos, fundaron la casta romana.
Los Celtas se extendieron a lo largo de la costa Atlántica de España, invadieron la Galia, pasando por las Islas Británicas.
De pura raza Celta era el pueblo Galo, cuyas tierras se extendían desde Italia septentrional hasta el Océano y el Rhin.
Los espesos bosques, las selvas vírgenes, los caudalosos ríos, los pasos impracticables, los largos inviernos, las numerosas fieras, hacían muy dificultosa la llegada de otros pueblos hasta allí.
Los mismos Galos, privados de contacto y obligados a luchar duramente por su existencia y conservación, se mantenían en estado semisalvaje.
El clan era la suprema autoridad o mejor dicho el concepto de familia y la experiencia del anciano.
Como vivían del producto de la caza y de la pesca, adoraban las imágenes de aquellos animales llevándolas como amuletos, además de plumas, huesos, etc.
Plinio los describe muy bien: de aspecto fiero, de torvas miradas, defendiéndose con piedras y lanzas toscamente labradas. Sus gritos salvajes y guturales asustaban y ponían en fuga al ejército enemigo.
La casta sacerdotal, o druida, fue la más representativa de los Galos. Eran consagrados desde pequeños a la diosa de la guerra. Vivían apartados de sus padres, al cuidado de los sacerdotes siendo adiestrados en el arte de la guerra y en el manejo de las armas.
Cuando grandes, todo el pueblo les servía y reverenciaba. Al empezar la primavera y trocarse las nieves en agua o más exactamente, después de la primera luna llena de marzo, llegaba el ansiado tiempo de combatir.
Como dioses guerreros guiaban a su pueblo. Las contiendas librábanse entre las propias tribus o conjuntamente, contra los bárbaros de la otra orilla del Rhin.
No tenían mitología propia; adoraban a la naturaleza, a los árboles, a las montañas, a los ríos, y sobre todo, a los antepasados.
Tenían una casta de vírgenes dedicadas al servicio del templo, adoradoras de la luna, a la cual rendían perenne homenaje y culto.
Durante los plenilunios salían en largas filas, vestidas de blanco, cantándole himnos e implorando ayuda. La más anciana y experta se transformaba en pitonisa y predecía, por las entrañas palpitantes de los pájaros recién sacrificados, el porvenir de las tribus, el destino de los pueblos, la hora de la guerra y los signos de bendición o maldición.
Pueblo hermano de los Galos fueron los Germanos.
Como perdido en la inmensidad de las estepas de nieve de los países nórdicos, la actual Escandinavia, vivía un pueblo Celta.
Eran hombres de rojos cabellos, de mirada penetrante y metálica como el acero, de cuerpos altos y esbeltos, cuyos gritos agudos como el viento repercutían en la vastedad de los desiertos glaciales.
Heredaron de sus padres arios el culto a la divina naturaleza que embellecían con legendarios y poéticos contornos.
Hermanos de estos pueblos son los Germanos del norte de Europa que conservan el tipo, el culto y la vocación guerrera.
La epopeya de estos pueblos está escrita en la Edda Escandinava, su libro sagrado. No hay que confundirlo con las Eddas que escribió hacia el año mil doscientos Snorri Sturleson.
Alfadur es el dios único nacido de la luz boreal, sobre los cielos luminosos. Thor o Donar, es el dios del poder; Odín es el dios de la sabiduría; Freyr, el de la bondad. Ellos constituyen la trinidad Escandinava.
Odín, con el andar de los tiempos, se superpone a los demás dioses, se transforma en el potente Wotan, dios y señor del cielo y de la tierra, otro Júpiter que con mano segura dirige los destinos de los dioses, de los hombres y de los demonios.
Su enemigo es Sartur, el negro Satán de la tierra y de los abismos. Entre ellos está el espacio frío e implacable.
Friga es la esposa de Wotan, símbolo de la fecundación, de la santidad del hogar, de la dignidad del matrimonio.
Sus hijos son los brillantes Azas, los treinta y dos valerosos guerreros defensores del Walhalla. Combaten contra Imes y su pueblo, los gigantes del hielo.
Una gran guerra se establece entre la tierra y el cielo, entre los gigantes y los dioses. Thor, el dios del relámpago, primogénito de Odín y Bera, el dios del valor, luchan en la gran guerra y destruyen a los inmensos muñecos de hielo.
La tierra se convierte en un río de sangre, apareciendo sobre ella una nueva raza. De la trunca cabeza de Imes surge la primera pareja humana: Aske y Embla.
Del pensamiento poderoso de Wotan han nacido nueve brillantes vírgenes, las clarividentes Walkirias; ellas anuncian el combate y conducen a la morada feliz del Walhalla, sobre sus blancos caballos, al muerto vencedor, al soldado caído. Ven en el destino de los hombres y los dirigen siempre a la victoria.
Para los pueblos salvajes de las frígidas selvas, el combate era el supremo culto religioso. Con ímpetu incontenible lanzábanse a la refriega porque sabían que después de la muerte serían llevados al paraíso, sobre un blanco y alado corcel, por las diosas guerreras.
El culto se efectuaba en plena selva, bajo la encina o fresnos sagrados; la encina estaba dedicada a los antepasados y el fresno a los dioses.
Allí la pitonisa salvaje, vestida de blanco, a la luz de la luna llena, invocaba a los dioses y decidía el día y la hora del combate. Estaba por encima de los jefes del clan y su palabra era absoluta y sagrada.
A veces, Furni, el lobo feroz, atado por los dioses a una terrible cadena, aullaba entre truenos y relámpagos clamando por sangre humana; entonces para aplacar la ira del terrible lobo se le sacrificaban víctimas humanas.
Sobre el altar de blanca piedra, la sacerdotisa abría el pecho a los jóvenes escogidos para el martirio.
Pero este pueblo debía perecer, esta religión debía terminar, empujados por las águilas romanas y la cruz cristiana.
Así lo habían predicho sus libros sagrados cuando profetizaron que Lake, el malvado, destruiría y vencería a los dioses; que el Walhalla se hundiría entre llamas, volviendo todo al estado de ruinas.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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