Curso XXVII - Enseñanza 22: Los Galos

La cuarta subraza Aria está formada por los Celtas. Es muy difícil precisar el origen de la misma pues es una parte de la primitiva raza Aria que había quedado incontaminada en el centro de Europa.
Los celtas dieron lugar a los griegos, macedonios y cartagineses; pueblos hermosos, fuertes, guerreros, plásticos y amantes de la naturaleza.
El origen de los romanos es muy dudoso porque los Etruscos, antiguos resabios de los Iranios y los Sabinos, habitantes del Lacio, eran de origen Ario Semita; pero en Sicilia y a lo largo de la costa de Calabria vivían los pueblos itálicos, de pura raza celta, que con el tiempo enriquecieron sus tierras y, mezclándose con los otros pueblos, fundaron la casta romana. Por eso los anales esotéricos inscriben a los romanos y su religión entre los celtas.
Estos se extendieron a lo largo de la costa Atlántica de España, invadieron la Galia, pasando a las Islas Británicas.
De pura raza Celta era el pueblo Galo, cuyas tierras se extendían desde Italia septentrional hasta el Océano y el Rin.
Los espesos bosques, las selvas vírgenes, los caudalosos ríos, los pasos impracticables, los largos inviernos, las numerosas fieras, hacían muy dificultosa la llegada de otros pueblos hasta allí. Los mismos Galos, privados de contacto y obligados a luchar duramente por su existencia y conservación, se mantenían en estado semisalvaje.
El clan era la suprema autoridad o mejor dicho el concepto de familia y la experiencia del anciano.
Como vivían del producto de la caza y de la pesca, adoraban las imágenes de aquellos animales llevándolas como amuletos, además plumas, huesos, etc.
Plinio los describe muy bien: de aspecto fiero, de torvas miradas, defendiéndose con piedras y lanzas toscamente labradas. Sus gritos salvajes y guturales, asustaban y ponían en fuga al ejército enemigo.
La casta sacerdotal o druida fue la más representativa de los Galos. Eran consagrados desde pequeños a la diosa de la guerra. Vivían apartados de sus padres, al cuidado de los sacerdotes, siendo adiestrados en el arte de la guerra y en el manejo de las armas.
Cuando grandes, todo el pueblo les servía y reverenciaba. Al empezar la primavera y trocarse la nieve en agua o más exactamente, después de la primera luna llena de marzo, llegaba el ansiado tiempo de combatir.
Como dioses guerreros guiaban a su pueblo. Las contiendas librábanse entre las propias tribus o conjuntamente, contra los bárbaros de la otra orilla del Rin. Fueron los romanos sus definitivos vencedores.
No tenían mitología propia; adoraban a la naturaleza, a los árboles, a las montañas, a los ríos y sobre todo, a los antepasados.
Tenían una casta de vírgenes dedicadas al servicio del templo, adoradoras de la luna, a la cual rendían perenne homenaje y culto.
Durante los plenilunios salían en largas filas, vestidas de blanco, cantándole himnos e implorando ayuda. La más anciana y experta se transformaba en pitonisa y predecía, por las entrañas palpitantes de los pájaros recién sacrificados, el porvenir de las tribus, el destino de los pueblos, la hora de la guerra y los signos de bendición o maldición.
El recuerdo de esta religión y la cultura que con el tiempo adquirieron, quedó ocultado con el advenimiento del cristianismo.
Pero como nada muere sino que todo se renueva, los mismos cristianos que la habían relegado al olvido, sacáronla a luz en el Renacimiento, cuando todas las religiones paganas fueron desenterradas, estudiadas y amadas.
Fue en el país de los Galos donde floreció la civilización de las maravillosas ciudades llamadas hoy París, Lyon, Amberes, etc.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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