Curso XXVIII - Enseñanza 10: Los Sargónidas
También se acostumbra llamar Asiria a la segunda gran época Asirio Semita de este pueblo Iranio; sin embargo, existe una gran diferencia entre estas dos épocas y entre uno y otro pueblo.
Ya se vio que los Asirios eran descendientes de los Ario-Semitas, que habían asimilado a los pueblos negros primitivos, sometidos a ellos.
Crecieron y se hicieron poderosos y sabios, pero vino también para ellos el tiempo de la decadencia.
Ya no adoraban al Dios Único; ya los sacerdotes no eran los mensajeros entre el Altísimo y los hombres; ya los potentes templos, depósitos de energía guerrera, no eran más que galerías de estatuas de dioses de toda forma y dimensión; ya los reyes no eran los rectos descendientes del mitológico rey Nino, sino que se abandonaban a los vicios y a la molicie.
Mientras tanto las provincias semitas, sujetas a los Asirios, se habían hecho fuertes, aborreciendo las costumbres paganas y deseando volver al culto del único y verdadero Dios.
Dios creó un hombre, guerrero indómito, de gran valor y fortaleza, de nombre Sargón y de origen Semita.
Él instigó a sus hermanos de raza contra los reyes reinantes; se levantó en guerra y venció poco a poco a los dominadores, quedando como señor y rey de todo el territorio Asirio.
Por eso se le llama “Sargón el Usurpador” y con él empieza la época de los Asirios Sargónidas, de origen Semita.
Este hombre renovó al pueblo y a las ciudades, fundó nuevas, aplastó las provincias rebeldes, destruyó los ídolos y restableció el culto a Dios venerado en espíritu y verdad.
Toda su vida hasta que fue asesinado fue de guerra y reforma. Venció la barrera que ponían a Asiria el Egipto y el Elman e hizo su reino inmensamente grande.
Después de la conquista de Caldea y de haber saqueado por segunda vez a Babilonia, edificó templos de siete escalinatas en los cuales se veneraba el árbol sagrado, imagen de las siete manifestaciones eternas y copiado de los misterios de la diosa Ishtar y del dios Belo de Babilonia.
Antiguos trozos de barro representaban al rey Sargón de pie, delante del árbol sagrado, con la cabeza inclinada como si lo estuviera adorando.
El árbol sagrado era imagen, según los sacerdotes sargónidas, de Dios manifestado.
La primera parte compuesta de tres ramas, representaba la manifestación inferior o animal, la segunda parte, ramas de color rojo, representaban la vida del hombre; otras ramas de color celeste, representaban la existencia de los mundos intermedios, donde moraban los antepasados guerreros.
Las otras ramas superiores, de color amarillo, representaban la morada de los ángeles o espíritus superiores. Las quintas, las sextas y las séptimas ramas eran imagen del Dios Trino e Invisible.
Esta fuerte raza fue la que más tarde dejaría sus enseñanzas, sus símbolos y sus escrituras a los Moabitas y a los Hebreos.