Curso XXVII - Enseñanza 27: La Religión de la Selva Africana

La creencia de los negros africanos de las selvas consiste en un fetichismo primitivo, culto tradicional degenerado de los antiguos pueblos Atlantes.
Los cafres creen en una vida después de la muerte y veneran constantemente a sus antepasados, a quienes llamaban Insicholaga, o Barinos. Según algunos pueblos negros, los espíritus de los antepasados habitan en las cavernas, mientras que otros creen que moran en las alturas, basándose esas creencias en la conformación geográfica del país donde viven. Estos espíritus visitan a los vivos periódicamente y les ayudan o perjudican según sea la inclinación y el adelanto espiritual de los primeros.
El mundo astral donde moran los antepasados era de tamaño considerablemente reducido según la mente de los negros.
El culto consistía en comunicarse con los muertos y no era interrumpido jamás. Servían de mediadores una casta llamada de los Isitonga. Estos seres, especie de hechiceros iniciados, que por lo general padecían de extrañas afecciones nerviosas que los predisponían al ejercicio de la magia, curaban toda clase de enfermedades con ritos y prácticas raras, pues atribuían los males de la salud humana a causas maléficas que era indispensable destruir.
Al respecto, debe notarse el fondo de verdad que encerraban tales sistemas curativos, porque la raíz de la enfermedad reside, por cierto, en el estado mental del hombre antes que en su cuerpo físico.
El Dios supremo de los negros era Uncholog el Gran Espíritu; le seguía Icante, el gran espíritu de las aguas. Las ofrendas dedicadas a este dios eran arrojadas al agua en vez de serlo al fuego.
Más frondosa es la mitología Zulú.
Unkulunkulu es el conservador de la Humanidad y la creación.
El fuego es muy respetado entre los negros y es grave culpa dejarlo extinguir; siempre debe brillar en el hogar sagrado, en el centro de la tribu, guardado por jóvenes vestales negras.
Todo rito negro va acompañado de los Molemos, amuletos que llevan en sí el poder de resguardar a su dueño de todo mal.
Los malgaches reverenciaban a Jachar, dios supremo que no tenía altares ni recibía ofrendas, pues él bien sabía cuáles eran las necesidades de los hombres.
A él se oponía únicamente Angat, el mal, principio representado en forma de reptil a quien se le ofrendaba carne humana.
Los fetiches kisos eran una especie de gnomos que dirigían las fuerzas de la Naturaleza.
No hay que olvidar tampoco al dios Maramba, depositario de los juramentos.
En Guinea, los indígenas veneraban especialmente al dios del buen consejo Agoyo, que residía en casa del gran sacerdote.
Entre los negros de la costa occidental de África, el espíritu maligno se llamaba Horei y acompañaba con mugidos una solemnidad a él dedicada.
Para los negros de la Costa de Oro, el buen principio era Boson, dios de color blanco. Es por eso que muchas veces esos negros retuvieron a los primeros blancos que los visitaban, considerándoles dioses.
Pero la mayoría de los negros se entregaron con frenesí a la magia. El objeto adivinatorio era una vasija horadada en tres sitios. El sonido que emitía la vasija era interpretado por los sacerdotes como signo de buen o mal augurio.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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