Curso XXVII - Enseñanza 26: El Islamismo

Un conjunto de hombres semisalvajes, semidesnudos, semi-arios, habían permanecido vigilantes, durante milenios en la orilla del continente perdido.
Se habían sumergido bajo las aguas las tierras del cielo de plomo, de los templos y ciudades de oro macizo. Ellos permanecieron allí, con las pupilas fijas e inmóviles, viendo derrumbarse todo un pasado y toda una raza, fieles a su destino de guardianes de la religión perdida y de su sangre, manantial de una nueva civilización.
Huyó el mar, murió la naturaleza, se hizo el desierto, los quemó el sol cada vez más candente y ellos permanecieron. Vieron emigrar a sus compañeros en largas caravanas hacia tierras más hospitalarias, hacia suelos más firmes.
Volvieron como conquistadores los hermanos de ayer y dejáronse subyugar por ellos. Se internaron en el desierto, aquel jardín maravilloso de arena que guardaba el tesoro del continente perdido, sepultado en parte bajo el mar y en parte bajo las arenas.
Estos hombres, sea que le llamen semitas, iranios, israelitas o hebreos, siempre son un mismo pueblo: los conservadores de la Divina Religión Atlante y el brote sanguíneo de la nueva raza.
Cuando unos abandonaron la soledad mística del desierto para convertirse en un pueblo estable o en nación, otros vuelven a ella.
En el año 440 los pueblos del desierto perdieron el verdadero culto a sus antepasados profesando una religión mezcla de fetichismo, cristianismo e idolatría.
Pero la sangre de Ismael corre por esas venas y en la ciudad de la Meca nace un hombre de la tribu de los Coreixitas, quien ha de levantar el espíritu de los creyentes hacia la fe en un Dios Uno y Verdadero.
Con el nacimiento de Mahoma, en 570, empieza una nueva era para los hijos del desierto. Este joven huérfano, criado por caridad en la casa de su tío Abu Taleb, era de maneras suaves, porte afeminado, de perenne sonrisa, llevando consigo el signo de los Divinos Iniciados.
Vio la decadencia de su pueblo y en sus meditaciones y recogimientos interiores soñó libertarlo de las cadenas del egoísmo, de la lujuria, de la idolatría y de la vanidad.
A los veinticuatro años se casa con Kadiya, viuda rica mucho mayor que él, viviendo con ella una perfecta vida matrimonial; tan cierto es ésto que en su pueblo se le llamó el fidedigno.
Fueron necesarios largos años de espera y meditación para quemar las escorias del hombre, dejando únicamente la Divina Encarnación, el enviado del cielo.
Comunicó sus visiones y anhelos a su esposa y ella fue su primer discípulo, quien primero repitió las palabras: “Alá es Dios y Mahoma su profeta”.
Con Mahoma no reza la profecía de Jesús: “Nadie es profeta en su tierra”, porque conquistó sus primeros discípulos entre parientes y amigos. Su anciano tío que le sirvió de padre, no le quiso reconocer el divino mandato, mas no le contradijo, prometiendo a su hijo Alí que fuese su primer discípulo varón.
Pero la lucha empieza; nadie quiere dejar de adorar a los dioses, el culto a los ídolos, la libre vida de los placeres.
Mahoma dice que no hay más que un Dios y este Dios no tiene imagen: es espíritu y verdad. Es como el viento del desierto, terrible y sin forma, que levanta los médanos y los transporta velozmente, silbando, sin que nadie lo pueda ver.
Cuatro ángeles obedecen los mandatos de este Dios invisible, principio de todas las cosas. Los justos vivirán en el seno de Alá, en el divino jardín de las huríes, aunque nadie será semejante a Él.
Una noche intentaron matar al Profeta, pero él huyó con un discípulo, refugiándose en Medina. Mientras huían el discípulo, agobiado, dijo al Maestro: “estamos solos los dos y perseguidos”, a lo que él contestó: “No somos dos, somos tres, porque Dios está con nosotros”.
Con la llegada a Medina empieza la era del Islamismo, llamada Hégira.
Cuando los enemigos se lanzaron contra él, ya contaba Mahoma con muchos discípulos y se defendieron a mano armada. Un nuevo lema entró en la religión de Mahoma: “Mata al infiel si el infiel te impide observar tu religión”.
Después de la muerte del Profeta, acaecida en el año 632, el Islamismo alcanzó proporciones fantásticas. Conquistó con la espada en un puño, el Corán, su libro sagrado en el otro, al Asia, parte de Europa, amenazando hasta a los pueblos nórdicos.
Como en todas las grandes religiones, no faltan en ésta los místicos llamados Sufis, que llegaron a la Unión Divina por la renunciación y el éxtasis. El estudio de las matemáticas pertenece casi exclusivamente a este pueblo, y la alquimia toma tal incremento que prepara el camino a la química y física modernas.
Pero sobre todas las cosas tienen los árabes la misión de guardar puro ese concepto de un Dios personal Uno y transmitirlo de generación en generación, hasta que se apague la llama de nuestra Raza Aria, que conoce y adora a Dios a través de todas las formas manifiestas.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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