Curso XXVII - Enseñanza 24: Los Militares Siquios
Antes de que alboreara en Europa el Renacimiento, la India milenaria, cuna de las más antiguas religiones y de la pura raza Aria, había decaído en forma alarmante.
El budismo, aquella pura religión que unos siglos antes despertó todas las conciencias de la India hacia la fuente de lo eterno, había sido desterrado a sangre y fuego al resto de Asia. El fervor y la vuelta a la religión de los Vedas y a las puras leyes de Manú, que había sido una contrarreforma hinduista suscitada por el budismo, decayeron también. Los grandes rajaes habían abandonado el dominio espiritual para dejarse transportar por la oleada del mundo y cuando la Media Luna invadió el suelo de la India, no encontró resistencia.
Todo lo cedieron los hindúes a los mahometanos y como de limosna les fue permitido vivir en su suelo y seguir la religión de sus antepasados.
Con el correr del tiempo se habían cristalizado en la India odios y rencores cada vez más acentuados, siempre por cuestiones religiosas, entre los hijos de Alá y los del sagrado Ganges.
Era necesaria una religión que suavizara esas dos tendencias, que procurara armonizar los dos credos, que intentara unir los dos ideales tan discordantes.
En 1469 nació un niño, de familia brahmana, el cual debía ser fundador de los siquios. Se llamaba Nanak y a los nueve años ya sentía que su misión era armonizar todas las religiones de la India.
Si el Dios Uno de los mahometanos era el verdadero eran sus vestiduras las múltiples formas adoradas por los hindúes. La unidad nada quitaba a la diversidad de forma.
Abandonó el cordón sagrado de los brahmanes para ir al desierto a meditar; saliendo del mismo hecho hombre, predicó el credo de la unión entre los mahometanos y los hindúes; mas sin quererlo, surgió una nueva religión: la de los siquios.
Cuando él murió, en el año 1537, tenía innumerables discípulos y sus palabras habían sido escritas y trasmitidas en textos reputados sagrados.
Pero lo más característico de esta religión es su organización militar. Cada siquio es un soldado de Dios, que ha de prestar su brazo y su espada por la defensa de la fe y de las tierras que Dios le había consignado. Quien les dio este principio militar fue Govinda, el décimo Maestro siquio, nacido en 1675 y muerto en 1708.
De esa época data el máximo esplendor de esta religión; tuvieron entonces ciudades y reinos, combatiendo ferozmente para defender su heredad.
Más tarde fueron derrotados por completo, pero, si bien perdieron sus dominios, permanecieron firmes en su fe hasta el presente. En la actualidad se cuentan por millares en la India los que profesan la religión siquia.
Un rasgo distintivo de esta religión es su estructura iniciática, muy parecida a la de los Caballeros de la Orden Sagrada del Fuego y de las antiguas órdenes caballerescas cristianas.
En verdad varios Iniciados del Fuego vivieron entre ellos. Tenían también símbolos e imágenes semejantes a los de las órdenes nombradas; la etapa iniciática estaba constituida por cinco grados en lugar de siete. Empiezan por el juramento, tienen un banquete místico, un Maestro máximo y una Iniciación completamente secreta y esotérica.