Curso XXVII - Enseñanza 20: El Budismo Amarillo

Doscientos cincuenta años antes de Jesús Cristo unos misioneros budistas se internaron en la China para predicar la doctrina del Excelso.
Fueron allí recibidos muy benévolamente y la nueva doctrina se fundió muy pronto con las antiguas religiones existentes.
Sobre la sencilla doctrina de Buda se elevó todo el edificio de la nueva religión, con sus dogmas, su multitud de dioses, sus ceremonias y sus monasterios, a la cabeza de los cuales estaba el divino Siddhartha.
Una infinidad de Iniciados del Fuego propagaban la religión budista, presentando al vulgo las enseñanzas esotéricas bajo los velos de los símbolos y las imágenes.
Innumerables monasterios se levantaron y fueron cuna de sabios, fieles conservadores de textos antiguos y libros de ciencia.
En el corazón mismo de la montaña cavaban su celda los monjes y vivían allí como aves solitarias, alimentándose únicamente de la oración y de la Sabiduría Eterna. Pero era necesario un centro, un lugar inaccesible al vulgo, donde pudieran los escogidos guardar celosamente los secretos de la ciencia de la vida material y espiritual.
Por eso eligieron las montañas del Tíbet, por ser las más inaccesibles y escondidas a los ojos del hombre. Allí nadie los vería, ni llegaría hasta allí el rumor del mundo, ni el tambor de guerra ni el choque de los cambios de civilización.
Así se fundó Shamballa, la sublime ciudad de Lhassa.
Infinidad de monjes vivían allí guardando en su prístina pureza la doctrina esotérica de Buda.
En el Tíbet, con sus monjes místicos dedicados exclusivamente a la contemplación y al estudio, con sus sacerdotes seglares dedicados al culto externo, se formó un culto teocrático, dirigido por la potestad religiosa. Pero como todas las cosas decrecen, también decreció la vida espiritual del Tíbet y se abandonaron los monjes a la práctica de la magia negra, hasta que un excelso ser, Tutuguta, se propuso reformarla.
Luchas encarnizadas se sucedieron; épocas en que prevaleció un bando y otro hasta que triunfó el bien y fueron derrotados los monjes perversos.
Hasta el día de hoy no ha cambiado el Tíbet. Siempre mantiene intangible su religión. Los Lamas de casquete amarillo son los conservadores de la doctrina esotérica. Un excelso ser los dirige: Dalai-Lama, que es tenido como expresión misma de Dios. Helena Petrovna Blavatsky relata en “Isis sin velos” que asistió en un monasterio budista a la transmigración del espíritu de un viejo Dalai-Lama al cuerpo de un niño de dos años.
Los Lamas de casquete rojo son los que perdieron la verdadera doctrina y practican la magia negra y la prestidigitación.
El ilustre médico americano Bernad ha regresado recientemente del Tibet, donde logró vivir durante tres años en contacto con los lamas y el pueblo Tibetano y relata cómo aquellos monjes, lejos del mundo, apartados de toda civilización, han mantenido puro el concepto de la religión, cómo conocen a la perfección ciertas leyes físicas aún ignoradas por los sabios de nuestros días, explica cómo practican la levitación, la telepatía, los viajes a larga distancia en cuerpo astral y cómo pueden parar los latidos del corazón y regular la circulación de la sangre.
Como en un oasis en medio del mundo, el Tíbet, ombligo del mundo, centro de fuerza de nuestro planeta, ha mantenido una antigua religión en su prístino poder y belleza.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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