Curso XXV - Enseñanza 8: Hernán de Salza y la Orden Teutónica

A fines del siglo X y comienzos del XI, en la época que se emprendieron las primeras cruzadas para la conquista de la Tierra Santa por la Cristiandad, como resultado y efecto de las mismas -y muy especialmente por la carencia de previsiones con que éstas se efectuaron-, se provocó un marco saliente dentro de esa época constituido por la cantidad de enfermos, desvalidos y pobres que, carentes de protección, pululaban por Jerusalén y otras ciudades.
Las enfermedades propias de Oriente y los heridos carentes de atención constituían una fuente propicia para el desarrollo de las infecciones, pestes y otros descalabros que, cual piedra de toque, pusieron en conmoción los sentimientos humanitarios de ciertas personas, las que no escatimaron esfuerzos de toda índole para aliviar esta crítica situación de sus semejantes.
De allí nacieron las Órdenes Religioso-Militares que tanta importancia tuvieron en la Edad Media y que bajo sus insignias guerreras y religiosas desempeñaron, en realidad, una profunda misión social.
En el año 1128 un alemán llamado Wuldpott fundó, juntamente con su esposa, un hospital en la ciudad de Jerusalén para la protección de todos los peregrinos de origen alemán, como así también para subvenir sus más importantes necesidades. Anexo a dicho hospital habíase instalado un oratorio dedicado a la Virgen María. Otros alemanes aportaron sus caudales para el desarrollo de tan noble causa y consolidaron esta Institución que llamaron Hermanos de Santa María.
En el año 1190, después del sitio a la ciudad de Tiro, un grupo de ciudadanos alemanes, originarios de las ciudades de Bremen y Lübeck, con las velas de sus naves levantaron un espacioso pabellón para los heridos de habla alemana. Dado la similitud de fines que a éstos guiaba con los fundadores del hospital mencionado en el párrafo precedente, se asociaron a los mismos. Fueron éstos, según diversas fuentes, los verdaderos orígenes de la Orden Militar-Religiosa que nos ocupa.
Si bien Hernán de Salza no fue el fundador directo de la Orden Teutónica, fue sin embargo el que le dio su mayor brillo y su verdadero sentido espiritual. Viviendo en el Oriente con sus hermanos de religión conoció a algunos árabes doctos que lo ilustraron en la antigua ciencia Universal. Reconocieron éstos en él a un ser extraordinario y pensaron iniciarlo en su ciencia. Por eso fue llevado al Hoggard y allí iniciado en los Antiguos Misterios.
Comprendió, Hernán de Salza, que la verdadera sabiduría es guardar el Santo Sepulcro; no sólo el sepulcro material de Jesús sino el Sepulcro Místico de Cristo. ¿No es, acaso, el cuerpo del hombre el sepulcro material en donde se oculta el vivificante espíritu?
En los años 1189-91, durante el sitio de la ciudad de San Juan de Acre, Federico de Suabia erigió esta asociación en Orden Militar y la llamó Casa Teutónica de la Santísima Virgen de Jerusalén, pero luego únicamente fue conocida con el nombre de Orden Teutónica u Orden de los Caballeros Teutónicos.
La constitución de esta Orden contó desde el primer momento con los auspicios y apoyo de los Grandes Señores de la época y del Papa Clemente III, quién autorizó su constitución en base a la regla de San Agustín.
Los constituyentes de esta Orden denominábanse Hermanos. Con respecto a la atención de los heridos, enfermos, protección a los pobres, viudas y huérfanos, regíanse por reglas análogas a las de los Hospitalarios; en cuanto a la parte eclesiástica y militar, se ajustaban a las rígidas normas establecidas para los Templarios, contando por ello con todos los privilegios propios que a esa clase de Órdenes confería el Papa.
Usaban un manto blanco con una cruz negra en el pecho. El color blanco como símbolo de Fe y Pureza; la cruz en el pecho característica de los cruzados y el color negro, al igual que el anaranjado, constituían los colores divisa de los alemanes. En tiempo de Hernán de Salza se agregó posteriormente la Cruz de Oro de Jerusalén.
Para ingresar a esta Orden era indispensable ser Hidalgo Alemán (sólo en los grados inferiores se permitía el ingreso a simples ciudadanos), ser célibe y comprometerse a renunciar a todos los compromisos y afectos que no fueran los provenientes de la Orden y de sus obligaciones inherentes a la misma; renunciar a todas las pretensiones sobre los bienes de la Orden, la que únicamente y a cambio de ello, podría facilitarle los más elementales medios de subsistencia y una habitación. Además debían llenar todas las exigencias que se requerían para el ingreso en la generalidad de las Órdenes de Caballería similares a la misma.
El jefe tomaba el nombre de Gran Maestre de la Orden y tenía diversos ayudantes con denominaciones características de acuerdo a las funciones que se les atribuía.
Por primera vez se ordenaron cuarenta nobles alemanes. El Rey de Jerusalén le donó la cruz al primero, el Duque de Suabia; el segundo y los treinta y ocho restantes las recibieron de otros Señores de gran alcurnia. En la Orden, al igual que en la de Malta, había tres divisiones.
La elección del Gran Maestre se efectuaba por el voto de los Caballeros y sus insignias jerárquicas eran un anillo y un sello, atributos de los cuales jamás se apartaba a no ser en el momento de la muerte en que hacía entrega de los mismos al Caballero que él designaba Regente de la Orden. Ínterin se elegía al nuevo Gran Maestre, esta designación suya quedaba, sin embargo, librada a la aceptación por parte de los Caballeros.
El Regente convocaba a elección del Gran Maestre por medio de un sistema de designaciones de ayudantes que permitían la recolección de los votos de todos los Hermanos de la Orden; previamente a la elección se leían las reglas establecidas, todos los Hermanos recitaban 15 veces la oración dominical y enseguida daban de comer a 30 pobres. El que resultaba electo Gran Maestre se hacía cargo de su puesto y recibía el anillo y el sello, investiduras de su autoridad.
Hernán de Salza comprendió la inutilidad de que sus Caballeros permanecieran inactivos en Jerusalén, ya que muchas otras órdenes religiosas se habían establecido allí y constituido en una colonia europea. Así fue que transfirió su Orden a Venecia en espera de poderle dar una tierra en el Norte, en donde establecerla definitivamente. Se vio esta ocasión presentada cuando consiguió que el rebelde emperador de Alemania hiciera las paces con el Papado.
Comenzada la actuación de la Orden en la ciudad de Venecia, aumentó cada vez más su radio de acción y su influencia, que se hacía cada vez más poderosa. Era en ciertos casos la que inclinaba la balanza entre las diferencias que se suscitaban entre el Emperador y el Papa. Así Hernán de Salza, Gran Maestre de la Orden, resultó ser el verdadero árbitro de las diferencias planteadas entre el Papa Honorio III y el Emperador Federico II, y precisamente al solucionar las diferencias mediante su intervención en tal forma que satisfacía a ambos contendientes, pudo la Orden adquirir nuevas posesiones en Italia, Hungría y Alemania. El Papa autorizó al Gran Maestre agregar a la Orden la insignia de la Gran Cruz de Oro y el Emperador las insignias del Águila Imperial.
A insistencia continua de los Papas, tanto el Emperador como diversas Órdenes trataron de expulsar a los bárbaros que aún dominaban la Prusia. Pero pese a las repetidas tentativas para desalojarlos, todas ellas fracasaron. Fue la intervención de la Orden Teutónica la que en el año 1228, por instigación del Papa Gregorio IX, emprendió la conquista de Prusia, desalojando a los bárbaros y logrando establecerse. Dirigió la Orden los destinos políticos de la misma hasta fines de 1618. Desde esta conquista y bajo la dirección de distintos Grandes Maestres, fueron acreciendo cada vez más sus poderes, en forma tal que su influencia se hacía sentir no sólo en la Prusia sino también en Hungría, Polonia, Livonia y los Ducados de Curlandia y Semigal.
La Orden vio reforzados también sus efectivos y poderío por la incorporación a la misma de la Orden de los Hermanos de la Milicia de Cristo, que llevaban delineada en el manto blanco la cruz roja y una espada, por lo cual originó que se la llamase la Orden de Portaespadas, Orden que fue instituida por el Obispo Alberto de Alperdern en Livonia en el año 1204 y que por tener finalidades muy comunes a la Orden de los Teutónicos decidieron incorporarse a la misma, ejerciendo en este sentido el poder y las influencias que tenía la Orden Teutónica.
La historia de la Orden Teutónica, en los tres siglos que dominaron en Prusia, es la de mayor poder temporal de la misma y toda la historia de Europa Central y Oriental está íntimamente ligada con el desarrollo en influencia de esta Orden. En el año 1253, siendo Gran Maestre Poppón de Osterne, construyeron la ciudad de Köenigsberg, y en el año 1275 siendo Gran Maestre Hartman de Heldhugen, que se instaló en Venecia, fundaron la ciudad de Marienburg.
Consecuente con el reflujo producido en Europa por las luchas y derivaciones provenientes de la Reforma de la Iglesia Católica, la Orden recibió la repercusión de tales hechos en su vida pública y allí comienza la época de la pérdida de gran parte de su inmenso poder temporal. Así en el año 1525, con motivo de haber su Gran Maestre Alberto Margrave de Brandeburgo abrazado la religión reformada de Lutero y haberse casado con la hija del rey de Dinamarca, se produjo un cisma en la Orden encabezada por el Maestre Teutónico de Livonia, Walter de Kletemberg, que se independizó del Gran Maestre y en tal carácter fue reconocido por Carlos V. Mientras ésto sucedía muchos Señores Católicos disgustados se retiraron a sus respectivos castillos, donde en forma independiente, por largo tiempo, trataron -cada Señor dentro de su feudo-, de mantener subsistentes las tradiciones de la Orden.
En el año 1618 perdieron la Prusia y desde entonces la Orden dejó de ser una organización de carácter político. Una parte de la misma pasó a establecerse en la Franconia, pero pese a la pérdida de sus dominios la Orden siguió existiendo. Así es que en el año 1805, a raíz del tratado de Presburgo, se establece una cláusula en la que se concede al Emperador de Austria los títulos, derechos y rentas del Gran Maestre de la Orden.
A principios del siglo XIX Napoleón I la abolió oficialmente.
Durante el tiempo de las Cruzadas en Tierra Santa, al cesar el fervor de la guerra, ocupábanse preferentemente en la defensa del pueblo y del desarrollo creciente de sus condiciones morales, adoptando modales cultos. En la paz, después de haber desterrado las atrocidades superfluas de la guerra, inspiraban una fraternidad común tan grande como notable en esos tiempos de aislamiento universal practicando, predicando y enseñando el bien. De este conjunto de impresiones y atributos, en cuyo crisol se fundían armoniosamente sus instintos bélicos y religiosos, daban nacimiento a un tipo ideal superior, exaltando la imaginación al ofrecer en sus vidas concepciones variadas y emociones más puras y elevadas que las que se encuentran en la vida común.
Continuando con la similitud existente en su organización con las sectas persas, tenían tres grados: el de Paje, el de Escudero y el de Caballero. Los dos primeros correspondían al noviciado y el de Caballero al que le brindaban el conocimiento de los misterios mayores.
Las Pruebas a las que estaba sujeto el Escudero, antes de su promoción a la categoría de Caballero, consistían en un ayuno riguroso el día anterior a la consagración, pasando la noche blanca, que consistía en estar toda la noche arrodillado al pie de los altares, en medio de la oscuridad más profunda.
Las armas y las insignias de su nueva condición, tienen también un sentido más amplio que el que justifica su uso. Las espuelas que recibía el Caballero para hacer obedecer su caballo a todos sus deseos, significan la figura de los transportes interiores de su alma que le excitarán a amar a Dios profundamente y a defender su ley con valor y entereza. La espada de doble filo símbolo de la fuerza, significa que sabrá humillar el valor e inducirle a dominar el orgullo que se cree de él inseparable, en la práctica virtuosa de la humildad y la abnegación por el prójimo.
Todos sus actos estaban regidos en principios que tendían al desarrollo de las condiciones superiores del ser humano, cuya importancia y valor conocían y apreciaban.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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