Curso XXV - Enseñanza 12: Paracelso

Paracelso nació en Einsiedeln, Suiza, siendo su padre, médico prestigioso, quién dirigió sus primeros pasos en la ciencia, llevándolo luego a Carintia, donde aprendió prácticamente en minas y fundiciones las propiedades de los metales, que tan útil le fueron como base para el estudio metodizado de los elementos terapéuticos. Esta educación objetiva primera debe tener su parte cuando luego, ya maduro, enseñaba que “el progreso sólo puede fundarse en la experiencia y en las conjeturas de ella extraídas”.
Pasó luego al Norte de Italia con el fin de estudiar la medicina. En esta decisión es de presumir también la influencia del padre, quién se hallaría al corriente del impulso renacentista sobre las ciencias comenzado en la península a raíz de la venida de los sabios de Bizancio, motivada por la caída de Constantinopla en manos de Mohamed II. Paracelso recorrió también todo el suelo alemán por espacio de 10 años y después de dos años de reposo en Karuten, pasó a Salzburgo.
Había adquirido Paracelso en sus múltiples traslados fama de mago y de escandaloso.
Estas exageraciones son explicables, como así las torcidas o intencionadas interpretaciones, considerando el nivel cultural de la época, tan intolerante en lo señalado a emitir conceptos; y más debería chocar con éstos el carácter independiente, altivo, arremetedor contra las autoridades espirituales y temporales de Teofrasto Paracelso, en cuyo retrato, pintado por Holbein, puede adivinarse estas facultades al contemplar su perfil autoritario, su nariz algo prominente y aguileña, su mentón bien marcado en unas mandíbulas desarrolladas, su boca más bien fina, sus ojos mirando a lo lejos como en la actitud del hombre que sabe lo que hace y lo que dice.
Dictó sus escritos a sus discípulos, en un estilo que es mezcla de teorías con claras conjeturas e intuiciones geniales. Se publicaron: Chirurgia Magna -1536-, un Manual donde se recomienda el uso del mercurio para la sífilis; Frankfurt, De Gradibus -1568-; Von der Bergsucht -1567-. En la ópera Omnia hay un notable capítulo sobre “Degeneratione Stultorum”.
En ellos y en sus polémicas aparecen delimitadas las diferentes partes constitutivas del organismo, en espirituales y materiales. La vida procede de Dios, que creó el principio vital o Archeus, contenido en un vehículo invisible o mumia, que se identifica fácilmente con el doble de los egipcios y que por lo tanto nos revela el origen espiritualista de sus enseñanzas.
Lo material proviene del fango primordial o Ilíaster, que sufriendo transformaciones queda substancialmente formado por los tres elementos figurados con las palabras simbólicas de azufre, mercurio y sal, significando con ello las materias que tienen diferente comportamiento con el fuego. Tuvo la idea de lo que él llamó signaturas, o sea que las enfermedades manifestadas por ciertos síntomas podían curarse con vegetales que llevaran en sí mismos algunas manifestaciones interpretadas como semejantes. Así, la ictericia debía curarse con jugo de col.
Esta idea es el germen de aquella del simil similibus curantur, sobre la cual Hahnemann, 4 siglos más tarde, edificó la Homeopatía.
Por la Astrología dedujo el tratamiento de sacar del cuerpo a la mumia por procedimientos magnéticos e injertarlo en la planta adecuada para recibir la influencia de los Astros. De aquí el nombre de Cuerpo Astral.
Su admiración por Hipócrates lo encarriló en un paralelismo en cuanto a la observación estrictamente científica, sin prejuicios que obscurecieran los avances de las experimentaciones y sus consecuencias. Indudablemente lo inspiraba también el pensamiento hipocrático: “el amor a los enfermos es el origen del amor al arte medicinal”. Por eso decía a los alquimistas: “no deben buscar el oro que es paja vana, sino los medicamentos que curen las enfermedades”.
Con este pensamiento se revela el fundador de la Química. En dicha actividad descuella de tal modo que es visible su soplo genial, adivinado ya cuando rompía lanzas contra los maestros consagrados, en su célebre quemazón de Basilea.
Estudió las propiedades farmacológicas del opio, láudano, plomo, azufre, hierro, arsénico, sulfato de cobre y sulfato de potasio -Specificum Purgaus Parcelsi-. Observa los beneficios de las termas de aguas minerales ya aconsejadas por los antiguos germanos, analiza sus aguas y las recomienda.
Distingue el alumbre del sulfato ferroso y encuentra el hierro contenido en el agua por medio del ácido tártrico.
Popularizó las tinturas y extractos alcohólicos.
Estudia los cálculos biliares y renales, clasificándolos como enfermedades tártricas, por precipitación, como la formada en el fondo de las cubas de vino.
Además intuye genialmente el poder catalítico de algunos cuerpos químicos al hacer notar que influían no por la cantidad, sino por la quintaesencia.
Como clínico observa y describe magistralmente el cretinismo y sus relaciones con el bocio endémico en el Tirol, estudiados durante los viajes numerosos de su vida nómade, pero fructuosa.
Como cirujano fue hábil. Sus operaciones y considerandos se hallan en la “Chirurgia Maqua”. Fue el único partidario de la antisepsia.
En síntesis, Teofrasto Paracelso fue un hombre bien completo. Hay múltiples facetas sobresalientes en su manera de ser.
Su eterna búsqueda de la verdad, a la que perseguía incansablemente en sus investigaciones dentro de sí mismo, en sus semejantes y afuera en las visitas innumerables por todo el panorama europeo, es genial.
Sembró obstinado la parte de aquella verdad que llegó a su conocimiento demostrando generosidad y visión profética. Pero en aquellos días supone esta conducta una valentía que atrae la simpatía cuando menos y así debió parecerle al pueblo con quien alternaba y a quien servía, creándole una fama legendaria después de su muerte.
Su modalidad era la acentuación de su tenaz lucha contra el dogma, el cual necesitaba abatir como primer paso de la misión que se había fijado la nueva medicina, y a iluminar la obra de los continuadores con chispazos admirables que trazaron directivas en el eterno camino del conocimiento.
Como precursor, como constructor, a pesar de las inevitables exageraciones de los destinados a ser fermentos en el desarrollo de la Humanidad, tiene un lugar bien conquistado en la historia de sus benefactores.
En el año 1541, se apagó esta vida en Salzburgo.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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