Curso XXIII - Enseñanza 7: La Subraza Ario-Semita
Hace cien mil años empezó la subraza ario-semita.
Estos pueblos veían cómo les iba desapareciendo la tierra bajo sus pies, pues el mar iba comiendo rápidamente las islas atlantes.
Los ario-semitas, relativamente pacíficos, guiados por los Grandes Iniciados, se diseminaron a lo largo de toda la costa del Océano Pacífico, fundando colonias y desecando territorios pantanosos.
Estas tierras eran extraordinariamente fértiles y los ario-semitas pudieron recibir de manos de los Instructores la semilla del trigo y sembrarla, con óptimos resultados.
Paulatinamente se convirtieron en agricultores, no guerreando constantemente sino esporádicamente, cuando alguna tribu vecina intentaba avasallarlos.
Su clima era relativamente templado y estaban completamente apartados de las antiguas tribus ario-arias.
Al contacto con la Naturaleza y la tierra y llevando una vida más regular, fueron embelleciendo notablemente su cuerpo físico. Su talle era esbelto, la tez oscura y lustrosa, los ojos grandes y negros, los pómulos salientes; los rasgos, en general, agraciados.
Durante la subraza ario-semita la dentadura sufrió un cambio fundamental, pues de prognatos como eran los arios, se transformaron, quedando los incisivos en posición vertical, semejante a la actual.
También se modificaron las manos. Los tres dedos medios eran habitualmente del mismo tamaño; para esta época el dedo medio era el único en sobresalir.
También cambió el abdomen; había sido en exceso abultado en razón de la gran cantidad de alimentos que ingerían; luego adquirió proporciones en relación al cuerpo.
El trigo trajo la bendición del Cielo sobre la tierra.
El pan cambió ciertos instintos, completamente salvajes, que había en el hombre, alternándolos con deseos de estabilidad y mansedumbre.
La transmisión del trigo, de los Planos Superiores a la Tierra, ocurrió así: los Grandes Iniciados predicaron la venida del nuevo alimento que terminaría con las grandes mortandades que el aire malsano de los pantanos traía sobre la región.
Durante días y días se descargaron sobre la tierra grandes tempestades eléctricas. Los rayos perforaban la tierra, dejando su huella metálica por todas partes; con el transcurso del tiempo estas descargas eléctricas produjeron unos vacíos, herméticamente cerrados por un elemento químico desconocido; éste encerraba en sí la raíz de otro elemento químico que al descomponerse la parte que lo encerraba al contacto con la tierra, formaba la semilla del trigo.
Cuando los rayos dejaban su huella metálica en las perforaciones hechas en la tierra, preciso es pensar que los altos voltajes generados por las mutuas descargas desde las nubes a los minerales terrestres, adonde fueron atraídos, y las de éstas hacia aquellas, fueron las fuerzas destinadas a transmutar los átomos de los metales en una agrupación de elementos que constituyeron moléculas de gran masa, verosímilmente del tipo de los proteidos. Como estos últimos ya existían en el planeta, componiendo a los seres vivientes, la nueva creación se realizaba porque debía originar un género con características propias.
Al formarse una cáscara esférica y aisladora alrededor de los nuevos átomos, con un espacio vacío intermedio, es de suponer que se establecía un sistema electromagnético más localizado, de energías sutiles y constantes. El objeto era agrupar estos proteidos en el sentido de manifestar fuerzas creadoras y asimilativas.
Llegado el proceso a su maduración, se rompió la cápsula, ya inútil, y el presunto elemento entró en contacto con las substancias comunes de la tierra y con las energías correspondientes. Entonces, una nueva adaptación al ambiente hizo nacer una célula con individualidad y autonomía; una célula germinativa de una nueva planta: el trigo, la planta de los dioses.
Los Iniciados enseñaron a los ario-semitas cómo seleccionar estas semillas y desarrollaron una planta más grande, aunque semejante al actual trigo.
Durante generaciones y generaciones los ario-semitas sembraron exclusivamente trigo, porque tenían la misión de llevar ese tesoro a través de las subrazas siguientes.
Durante los últimos tiempos de la subraza ario-semita se formaron dos corrientes: la de los negros y la de los blancos.
El hermoso tipo pardo formado al contacto con los ario-arios fue desapareciendo; los atlantes mongoles se infiltraron y mezclaron cada vez más con los ario-semitas, que se volvieron cada vez más negros; y hubo muchas guerras entre ellos.
Los negros adquirieron mayor fuerza y devastaron las tierras de los pardos; éstos se vieron obligados a huir a la India, aniquilar a sus habitantes y adueñarse de sus tierras, llevando el estandarte de esta civilización, el trigo, su símbolo sagrado.
Los negros, más guerreros y más poderosos, fundarían la subraza irania.