Curso XXIII - Enseñanza 3: El Retorno de los Hijos del Manú
Las diez Tribus, dirigidas por los diez Sabios, tomaron los nombres de éstos.
La tribu de Marichi permaneció en el Tibet.
Las tribus de Atri, Pulatya y Pulaka se establecieron en distintas partes de la Mongolia.
Las tribus de Angryas, Kardama y Dakcha poblaron el Turquestán Chino.
La de Vashishia se internó en el Turquestán Ruso.
La Tribu de Bhrigú se estableció en Afganistán y la de Narada en Cachemira.
Esta dispersión de las migraciones ario-arias se efectuó lentamente y transcurrieron millares de años antes de que las Tribus se establecieran en las comarcas indicadas.
Durante estos milenios, estos hombres cambiaron completa y definitivamente; se desarrolló en ellos el sentido del olfato, disminuyó su estatura y el color de su piel se volvió más claro, así como el de su pelo, en especial los de la Tribu de Vashishia. Se modificó también el color de los ojos.
Durante siglos habían vivido entre nieves. Tuvieron que luchar con el hambre, el frío y hubieron de vencer a la tierra, forzándola palmo a palmo. Así aprendieron a amarla.
Bajo la sábana blanca dormido estaba el tesoro de sus vidas; y eso fue el primer símbolo de su Divinidad; la Diosa Blanca, la Madre dormida, la Naturaleza que oculta sus tesoros.
Después de la mencionada época glacial del período de la migración, las estaciones se volvieron más templadas; la Tierra, secándose y arrugándose, formaba grandes pliegues, que fueron barreras naturales entre los pueblos.
El idioma se transformó. El Arypal era conservado únicamente por la Tribu de Marichi como idioma sacerdotal, muy cambiado, llamado Zenzar.
Las otras tribus hablaban diversos idiomas, de los cuales queda como único recuerdo el sánscrito.
Si bien las Tribus se separaron definitivamente, mantuvieron un culto común: la adoración al fuego y el culto a la Naturaleza.
El culto divino y humano se infiltraba ya en ellos.
El culto al fuego, que tan trabajosamente tenían que procurarse, les recordaba, como un sueño sus orígenes, el país cálido de donde emigraron sus antepasados, donde los volcanes en erupción vomitaban fuego y los bosques ardían durante meses cuando eran devastados por voraces incendios.
Además, el recuerdo del Manú Vaivasvata, el viejo gigante de rostro atezado que llevaba el fuego en sus manos, les recordaba sus orígenes divinos.
Estos pueblos, desde un principio, guerrearon constantemente entre sí y puede decirse que cuatro de las Tribus triunfaron definitivamente: las de Marichi, Atri, Vashishia y Narada.
Pero la que predominó fue la de Narada que se extendió por toda la India, conquistó a los habitantes del Afganistán de la Tribu de Bhrigú y guerrearon con la Tribu de Atri, que se había adueñado del Norte.
Pero su glorioso destino era otro: el de volver a conquistar la tierra de donde habían salido.