Curso XXI - Enseñanza 11: Otras Meditaciones Afectivas Estimulantes
“LOS DOS CAMINOS”. Todas las almas del mundo están predestinadas. Cuando un día el alma se da cuenta de su existencia, de su albedrío, de su yo, ya está casi formada: educación, costumbres, sociedad, hábitos, subconsciente, la han formado rigurosamente sin que ella se dé cuenta. Durante los catorce primeros años de su vida, los más importantes de la formación, el alma fue pura receptividad, se dejó hacer sin oponer reparos ya que era ignorante de su fuerza. Pero cuando el alma crece y descubre que es libre y que tiene un centro motor que llama yo, ¿qué es lo que puede hacer para acercarse a sus ideales? ¿Y esos ideales no fueron forjados también por la vida misma?
Todas las almas están predestinadas; no existen verdaderamente dos caminos; sólo existe un camino y su negación. Ser o no ser. Existe un camino que es la personalidad propia del ser en su trayectoria milenaria, o la trágica negación a seguirlo; la perdición de la posibilidad de lograrse en esta vida.
No puede elegirse, entonces, entre Dios y el mundo. No se trata de eso. Mas bien ha de decirse: esta vida o ninguna; esta realización o ninguna; la vida o la muerte.
Lo único que se puede hacer es no elegir, sino conocer; conocer todos los antecedentes, las formas de ser, para aclarar, definir en la conciencia, cuál es el camino, su forma, textura y modalidad por donde se va marchando. Todo hombre tiene un solo camino, que está determinado por su pasado; debe conocerlo para levantar sobre ese pasado un nuevo escalón de perfeccionamiento.
“EL ESTANDARTE”. Lo mismo pasa con el estandarte. ¿Qué estandarte se va a elegir? ¿Blanco, negro, azul o rojo? Es una pregunta ridícula. Sólo se tiene un estandarte, el que impuso Dios desde milenios de vidas atrás, y no puede desdeñarse porque, aunque no se quiera al estandarte, se tendrá que volver una y otra vez a él; no se puede vivir otra vida que no sea la propia; no pueden dolerle a uno los dolores que le duelen a otro, no puede reírse uno con la risa del otro. Cada cual ríe su risa, le duelen sus dolores, ama sus amores y cree en su Dios. Tiene su estandarte; él es su estandarte.
Este estandarte estaba hecho en el ser desde antes de que se propusiera elegir uno; lo estaba esperando.
La Divina Madre le da al ser la vida; sus padres, sus amigos, ha formado su cuerpo y su alma, lo ha hecho nacer en una época cualquiera y en un lugar cualquiera; lo ha hecho pensar infinidad de cosas que no esperaba, lo hace enfermar a pesar suyo y todavía el alma se pregunta a veces dónde está su estandarte. El ser está totalmente rodeado por Dios; Dios se le mete por todos lados; ¿y todavía se pregunta dónde está su estandarte? El estandarte es la vida misma que la Divina Madre le da, es lo que Ella está imponiendo a la fuerza sin que se sepa.
El estandarte es lo inesperado, la sorpresa, la enfermedad de mañana, el paseo que se hará el domingo, un amigo, Cafh; todo eso y el significado que encierra.
El estandarte es esta verdad que ha aparecido ahora en el ser y el esfuerzo que haga por encarnarla.