Curso XX - Enseñanza 2: La Meditación Discursiva sobre un Texto

Texto:

“Memento homo, quia pulvis est et in pulverem reverteris”
“Recuerda hombre, que polvo eres y al polvo has de volver." (Job)

Considera, oh Alma, ante esta tumba abierta, contemplando el cadáver recién echado en ella, cómo todos tienen que morir. Considera que, tanto el rico como el pobre, el potentado y el humilde, el anciano y el joven, el sabio y el ignorante, todos, van a dar a la sepultura. Aún los grandes seres, los grandes sabios, mueren. Mira cómo la Tierra, ávidamente, ha tomado su presa y está pronta, con su ley fría e ineludible, a devorar aquella carne, aquellos despojos humanos.
Considera, oh Alma, cómo junto a las paladas de tierra que en la fosa se echan sobre el cadáver, el olvido y el silencio cubrirán al ser. Cada palada te recuerde que él también, como hoy tú, caminaba por los anchos senderos del mundo, sonriendo al sol y a la vida, conquistando placeres y poder; considera que sus pies ya no hollarán el suelo ni sus ojos verán el cielo; otros ocuparán su lugar, su memoria será olvidada, su tumba será pisoteada y su recuerdo será llevado por el viento, como las cenizas de sus restos.
Para el hombre que no tiene fe, que no cree en la inmortalidad de la vida, la muerte es tremenda, inexorable. Y aún para el creyente es terrible la muerte, especialmente si fue tibio en el cumplimiento de sus deberes espirituales.
¡Oh, Alma mía! Mientras tengas tiempo aún, aprovecha la vida, para que no sea tan terrible la muerte para tí. Aprovecha de los momentos que te quedan para que no tenga que perecer, junto a tu cuerpo, tu alma en las tinieblas de la desesperación y de la soledad.

Texto:

“Pretiosa in conspectu Domini mors sanctorum eius”.
“Es preciosa la muerte de los santos, en la presencia de Dios”.

Considera, oh Alma, cuán apacible es la muerte para aquél que ha vivido como si cada uno de sus días fuera el último de su vida. Mira, a través del sudor de la agonía, cómo ese ser destila de sí las últimas impurezas, para presentarse más puro aún ante Dios. Escucha, a través de sus ronquidos, el último grito del santo que parece clamar el nombre divino: ¡Dios mío! Toca ese cuerpo sagrado, que arde de fiebre; cómo quema la vida, para satisfacer a la muerte; aspira el perfume que exhala el santo moribundo, tan distinto al del común de los mortales; perfume de santidad, de recogimiento. Besa su exangüe mano, que tanto bien hizo sobre la tierra, para que te comunique su virtud.
Abre tus ojos: mira la dulce sonrisa que invade el rostro del moribundo.
Pasada la agonía, ya no experimenta dolor alguno, sino alegría.
Para el pecador, el último suspiro es como una maldición; pero el bendito entra como en un éxtasis, ya que el futuro se abre ante él. Para él, el futuro, el más allá, no es una incógnita. La inevitable separación le es más llevadera.
Toma el ejemplo de ésto, ¡oh Alma mía! para esforzarte en cumplir tu vocación espiritual, para que todos los días de tu vida sean dignos y santos, provechosos y útiles, como si cada uno de ellos fuera el último.
Mira, con los ojos de la imaginación, lo que ve el santo moribundo: senderos de luz, coronas de estrellas, todos sus compañeros que le precedieron, que vienen en Santa Compañía hacia él. Mira la corona de laurel y los resplandecientes atributos para él preparados; oye la voz de las almas benditas salvadas por él, entonando el “Abrid la Puerta”, “Que entre en la Paz”, “Que venga a la Luz”.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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