Curso XIX - Enseñanza 9: Postura Sentada (Vegetativa)
Es muy probable que nuestra postura sentada corriente nos haya sido legada por los antiguos egipcios que habían llegado a enaltecer esta postura, llevándola a una gran perfección. El grado de cultura de un pueblo, o de un individuo, es proporcional a su preocupación por el perfeccionamiento de los pequeños hábitos cotidianos. Esta constante y sana inquietud aleja el tedio del alma y afirma en su interior una tendencia continua hacia la elevación espiritual.
El sentarse correctamente es un arte y muy rara vez podremos encontrar en nuestro rededor un buen ejemplo de esta postura. Mas bien veremos posturas sentadas que, para el ojo crítico, revelan lo obstaculizantes que son para todo anhelo interior de adelanto, cuando no traen graves perjuicios para la salud por la obstinada repetición de las mismas. Los Hijos, por el contrario, han de dar en esta postura el ejemplo de dominio absoluto, serenidad y buena compostura. Es posible así enseñar a las almas, aún sin decir una sola palabra.
Esta postura, como todas las demás, comienza con el acto mismo de adoptarla. Para ello debe pararse con las piernas en ligero contacto con el canto delantero de la silla, inclinar el tronco hacia adelante empleando para ello únicamente la articulación superior del muslo, es decir, sin doblar la columna vertebral en ningún sentido sino, por el contrario, manteniéndola naturalmente erguida, y doblando simultáneamente las rodillas. No debe perderse el control del equilibrio en ningún momento hasta que el cuerpo se encuentre apoyado en la silla y recién entonces, la columna vertebral adopta la colocación correspondiente.
Es necesario agregar que, si bien el acto de sentarse debe ejecutarse en forma serenamente controlada y pausada, el levantarse, cuya descripción no es necesaria porque es exactamente inverso al sentarse, debe realizarse con vivacidad, reflejando la disposición siempre juvenil del alma.
La postura sentada vegetativa se logra al repartir uniformemente el peso de la parte superior del cuerpo sobre las nalgas y los muslos, manteniendo a éstos en un buen contacto con la silla. Ello impide, en cierto modo, el uso del respaldo lo que no es una desventaja, porque pronto se comprobará que los respaldos de las sillas y sillones son los principales responsables de las malas posturas. Las rodillas se mantienen algo separadas pero nunca más de veinte centímetros, obteniéndose con ello un mayor plano de apoyo en la silla. Las piernas se apoyan verticales sobre los pies, que deben mantenerse paralelos, separados y en contacto (con toda la planta del pie) con el suelo. Después de algún tiempo se encontrará la forma más natural y descansada en la colocación de piernas y pies, la que coincide con la descripción hecha. La parte inferior de la columna vertebral debe colocarse casi en contacto con la parte inferior del respaldo y de allí hacia arriba, la columna vertebral se eleva erguida, buscando la posición que le permite mantenerla con el menor esfuerzo posible. Generalmente esta colocación se encuentra al inclinar la columna, completa y naturalmente erguida, algo hacia adelante.
Se comprenderá que, en esta posición no se puede hacer uso del respaldo pero, aquellos que no desean prescindir del mismo en algunas ocasiones, pueden apoyarse en el respaldo poniendo en contacto con el mismo la parte de los omóplatos, es decir, debe apoyarse el tronco del respaldo sin encorvarlo en la forma que es tendencia común, sino debe mantenerse erguido naturalmente. La cabeza descansa libremente sobre el cuello o, dicho en las poéticas palabras de los antiguos maestros “la cabeza es mantenida por el cuello como la corola del lirio por su tallo”.
Esta postura debe ser practicada asiduamente y en la vida diaria no faltan los lugares en donde se tiene oportunidad para ello. Citaremos los siguientes como ejemplos: Los vehículos de transporte, los salones de espectáculos, las salas de espera, los lugares del trabajo, el hogar, etc.