Curso XVII - Enseñanza 5: La Contemplación y los Ejercicios de Oración
El ejercicio de la meditación es un movimiento organizado de la mente para producir determinados efectos en el alma.
En los temas amorosos e iluminativos lleva a una exaltación del sentimiento, a experiencias sensibles hasta entonces desconocidas.
Cuando la capacidad de sentir es colmada lleva al suspenso, a lo que podría llamar el éxtasis sensible.
La meditación pasiva, en cambio, si bien en los comienzos se realiza más el suspenso permanente de la emotividad puede llevar a un estado sensible más profundo y oscuro. Al no intervenir tanto el raciocinio en la formación del discurso hay mayor libertad para adquirir estados más puros.
La contemplación da un conocimiento directo de las verdades divinas.
El afán personal por saber aleja del conocimiento contemplativo. Sólo la renuncia a conocer es saber, porque ubica el conocimiento mental dentro del marco relativo de las verdades contingentes.
Cuando se busca conocer se lo hace a través de indagaciones del pensamiento y el mecanismo racional. Sin embargo, hay otro modo totalmente espiritual y directo. Es una concentración positiva sobre el objeto, que deja en libertad al espíritu para contemplar y saber. Es un saber tan profundo y oscuro que queda casi desconocido para la propia mente y difícilmente pueda ésta traducirlo en definiciones racionales.
Es como si el alma se moviera en un mundo oscuro por la intensidad de su luz espiritual y tomara allí contacto, no sólo con la verdad en sí, sino también con la verdad de las cosas particulares y definidas. Quizás Platón se refería a él al hablar del mundo de las ideas.
Hay que estudiar, pero haciendo del estudio una oración.
Cuando se tiene un objeto de conocimiento, él es una cosa y uno otra. Ese conocimiento que se puede adquirir es limitado al alcance de la percepción mental. Pero si se logra un estado contemplativo de identificación con el objeto, se es lo que se quiere conocer y nunca se podrá expresar todo lo que se sabe.
Cuando se alcanza la unión substancial con la verdad única y simple de la Divina Madre, ya no se desea expresarla, si se pudiera en términos de deseos.
Cuando el alma toma por primera vez contacto con las verdades divinas a través de un estado mental sobrenatural pasa por una euforia y vehemencia, en el anhelo de transmitir la verdad parcial que ha descubierto. Pero cuando uno es la verdad, ésta se guarda en silencio. Éste es el voto de Silencio. No puede violarse el secreto de lo que no puede ser expresado.
Hay que estudiar la Enseñanza no sólo en los textos, sino en la Enseñanza Divina que llega continuamente al corazón en Silencio. Esta Enseñanza se transmite ininterrumpidamente, por participación a través de la Presencia inmóvil del alma en el Corazón de la Divina Madre.
En la meditación activa hay una exaltación de la emotividad; en la pasiva ésta se hace más profunda. En la fase contemplativa hay una identificación de sujeto y objeto. En la fase unitiva se produce primero la expansión activa del alma, como participación al estado divino y participante en sí y se logra el conocimiento simple por similitud.
Cuando se trascienden los estados sensibles la Unión se hace extraordinariamente profunda y en cierto modo se desconecta de la realidad circundante. Esto no quiere decir que en la expansión activa no hubiera un estado trascendente de conciencia. Se podría decir que hay una mayor pasibilidad, sin perder por eso la capacidad activa que se desenvuelve como otro orden de acción, oscura e indescifrable para el pensamiento.