Curso XVII - Enseñanza 16: La Oración de Participación Natural
Se ve una imagen y se entiende otra cosa, pero no cualquier cosa sino lo que esa imagen representa como símbolo.
Por ejemplo: se ve una puerta y se entiende una posibilidad. No se entiende como si fuera una interpretación sino como si uno fuera esa puerta, esa posibilidad. Se ve un paisaje por una ventana, se es un nuevo mundo que entra en la conciencia. No es que se entienda que vendrá a uno ese mundo, sino que uno es ese nuevo mundo.
Estos estados no hay que buscarlos. No se puede decir si la participación natural se alcanza a través de un ejercicio, pero es bueno saber de qué se trata. Particularmente, porque es una evidencia y prueba de una teoría: el mundo de los símbolos arquetípicos. Es como si en el inconsciente de la raza estuvieran grabadas las imágenes gráficas representativas de las Ideas Fundamentales propias de su desenvolvimiento.
Estas imágenes aparecen a veces en el mundo de los sueños, pero pueden ser poseídas a través de la experiencia directa dada por la meditación.
En la meditación objetiva el plano de la acción está fuera de uno; yo soy el sujeto y el objeto. Hay un fluir de fuerzas de mí hacia él. En la concentración subjetiva yo soy el objeto-sujeto; yo soy la acción. La experiencia subjetiva es total. La meditación trasciende el simple ejercicio, es un estado vital del ser.
La elevación subjetiva, en vez de ser un movimiento hacia fuera, como un pedido, es un tomar conciencia en la profundidad del alma y sumirse en un recogimiento muy profundo. Todo movimiento es dualidad. El estado subjetivo es simple; si hay movimiento es un movimiento en sí.
En realidad hace falta un nuevo lenguaje. El lenguaje común expresa estados pasivos, objetivos; pero no hay calificativos para estados pasivos, negativos, subjetivos y subconscientes. De allí la imposibilidad de definiciones precisas. Quizás la comunicación tendrá que trascender la expresión verbal para hacerse una interpretación de estados que permita la comprensión por similitud.