Curso XIV - Enseñanza 10: La Concentración

La concentración es un don exclusivo de la mente, un poder psico-mecánico del pensamiento de sostener y fijar atentamente una idea. Este don nada tiene que ver con la bondad del corazón, ni con las aspiraciones espirituales del alma.
Este ejercicio es, sin embargo, muy útil porque es una etapa en el logro de la realización, una pieza de la gran palanca que ha de mover a la voluntad para que alcance la conciencia divina.
El hombre está determinado y limitado por sus vórtices mentales, los cuales continuamente se levantan del cerebro en forma de torbellinos circulares, adquiriendo color, expresión, forma y materialización, según el poder de sostenimiento de los mismos.
El hombre, al emitir sus fuerzas mentales, queda sujeto a las mismas, sean éstas producidas por su mente subconsciente o por su mente racional; como también por aquellos pensamientos que son elaborados por otros cerebros y que le afectan directa o indirectamente.
La Concentración domina estos vórtices, pues ella excluye de la mente todo pensamiento, imagen o entendimiento, fuera de uno ya determinado. La Concentración es el don de una imagen única, de un deseo único, de una voluntad única. Algunos han afirmado que este ejercicio no es indispensable; pero esto sólo puede aplicarse a aquél que tiene su mente dominada y sosegada ya.
Cuando el candidato esté diestro en el ejercicio de la Meditación y haya explorado los caminos internos de la afectividad y de la sensibilidad hasta sentirse incapaz de ninguna emoción que no sea volitiva, pasa al ejercicio de la Concentración. Para pasar de un ejercicio a otro, sin embargo, es necesario padecer y sufrir.
En la hora en que la mente empieza a conocerse a sí misma impulsada por la sensibilidad de la Meditación, un hastío ligero penetra en el corazón del discípulo; los suaves goces, los dulces coloquios pierden poco a poco su poder. Al meditar ya no encuentra gusto alguno y únicamente desearía quedarse allí quieto y sosegado.
La prueba de la Concentración es comprensiva; es una función exclusiva de la memoria y del entendimiento que luchan en contra de la voluntad pura y vacía de todo. Continuas distracciones atormentan al discípulo en las horas de recogimiento; la aridez y la duda son el pan amargo de todos los días y una angustia profunda le atormenta, mientras cree estar malgastando su tiempo y haber perdido su bien. Es necesaria aquí una acción fuerte y decidida del Director Espiritual para que él entre resueltamente en el campo de la Concentración.
Enseguida que entre en este vasto campo de acción mental, es necesario que el discípulo vaya aprendiendo todos los métodos, todas las dificultades y el modo de determinar la fijeza del pensamiento.
El discípulo considera, observa y fija diversas imágenes mentales durante el ejercicio de la Meditación, pero la Concentración no admite más que una sola; el sujeto y el objeto son los únicos existentes; todo desaparece, todo pierde su interés y la mente expresa el vórtice de la imagen única.
Pero, antes de llegar a ésto, son indispensables una infinidad de ejercicios, todos desde luego indicados por el Director Espiritual. Son aconsejables métodos de posturas, métodos de vocalización, de repetición de palabras reconfortantes y muchos otros ejercicios externos que habitúan el cuerpo y la mente a concentrarse sobre un solo punto. Al principio, no sólo el discípulo padece por el bien sensible que ha perdido, sino se siente, además, agravado por dolores físicos, pues los órganos se renuevan junto con las nuevas ideas y necesidades del aspirante.
El físico dolorosa y paulatinamente responde al fervoroso anhelo y llamado de las exigencias de la hora. En este tiempo se padecen dolores físicos, congestiones sanguíneas, apetito anormal y desarreglos en los órganos digestivos y sexuales. Aquél que sabe sobrellevar y vencer todos estos inconvenientes puede estar seguro que seguirá adelante.
Las glándulas endócrinas segregan poco a poco fuerzas nuevas, los ganglios se fortalecen, los plexos se activan con nuevas vibraciones positivas y los vasos sanguíneos se normalizan a través de una pasiva relajación; ocurre algo así como si invisibles obreros rellenaran los antiguos caminos para abrir otros nuevos más amplios, más adaptables, y estos cambios fisiológicos son los que tanto hacen padecer durante esta prueba.
Cuando ya han pasado y vencido estos primeros pasos de la Concentración el discípulo, con un cuerpo más dispuesto, empieza a poder permanecer más tiempo con su mente fija sobre un solo objeto.
La Concentración en lugar de efectuarse sobre voces y formas externas se realiza sobre partes internas del ser; algunos Directores Espirituales aconsejan efectuar la Concentración con preferencia sobre el órgano del corazón, otros sobre los pulmones, otros sobre el plexo solar y así sucesivamente.
Más adelante el ejercicio se efectúa sobre una imagen abstracta, como ser: Voluntad, Fe, Paciencia, etc., hasta que el discípulo llega a concentrarse sobre un punto y allí queda suspendida su mente durante un tiempo más o menos largo. Ha de aprender a ser como un rayo de luz sobre la punta de un alfiler.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

Relacionado