Curso XIII - Enseñanza 9: La Sensibilidad en la Meditación
La vida espiritual no consiste en sublimar el sentimiento. Por eso los Hijos que en la meditación no hacen más que buscar una sensibilidad más elevada no pasan más allá de un cierto límite y no llegan nunca a controlar su emotividad.
Las almas que ponen un énfasis especial en los estados sensibles obtenidos en los ejercicios ascéticos son almas débiles que no alcanzan a comprender que la vida espiritual está mucho más allá de lo que pueden sentir o pensar. Siempre que estén esperando que pase algo se mantienen pendientes de lo que sienten, de lo que sueñan, de lo creen ver u oír. Son afectas a las experiencias psíquicas, pero habitualmente no presentan fortaleza suficiente para enfrentar sinceramente la Renuncia. En cuanto pierden los estímulos sensibles tropiezan y caen.
Es importante trascender rápidamente las exteriorizaciones sensibles y ubicarse en lo que es verdaderamente vida espiritual.
El ser debe ser totalmente transformado y no sólo su sensibilidad. La meditación como estado realiza este propósito.
La meditación espiritual no sólo no usa la emotividad sino tampoco emplea la facultad intelectiva de la mente; hace de la inteligencia parcial una inteligencia total, espiritual. Muchas personas están dotadas de inteligencias específicas, pero se encuentran muy pocas con penetración e inteligencia espiritual, que es la única de valor real para el hombre, ya que lo pone en contacto directo con las verdades trascendentes y sobrenaturales.
La meditación toma todos los valores humanos y los transforma; a través del uso de la voluntad determinante logra una voluntad similar.
El estado sensible logrado a través de los ejercicios de oración puede llegar a ser bastante elevado, pero nunca es verdaderamente espiritual. Es una vibración mental afectiva provocada por la palabra y la imagen; es un movimiento sensible del alma, no es ella misma.
La exposición de las necesidades, las sensaciones elevadas, todo es bueno, pero hay que seguir adelante; todo es expresión de la personalidad mental del ser.
En el ejercicio se logra una emoción a través de la acción conjunta de la palabra, la imagen, la sensibilidad. Por la simplificación gradual del mismo se llega a un movimiento inverso; nada se provoca a través de un movimiento exterior.
La técnica es usada negativamente. En los ejercicios el alma va detrás de la técnica. En la meditación no sucede así. El control se logra a través de la mente espiritual. Si a los fines del ejercicio se dice algo, es lo que ocurre. La palabra que antes ayudaba a lograr la sensación ya no lo hace así. Simplemente orienta el estado simple que ya es a través del cauce deseado. La palabra entonces es innecesaria.