Curso VII - Enseñanza 5: El Hombre Futuro
El hombre sólo se conoce a sí mismo en partes. Se puede afirmar que esta es la época de las especialidades. De este modo se ha perdido de vista el conjunto, el hombre integral.
El cuerpo y la mente del hombre no constituyen el todo. Este todo es cuerpo y mente, animados por el espíritu.
El hombre futuro ha de ser un tipo armónico, de cuerpo sano, mente activa y espíritu egocéntrico.
Constituirá una verdadera individualidad.
Suplantará el deporte desarrollador del esqueleto y de los músculos por otro dirigido por una sostenida concentración mental, libertando así a la energía reprimida del organismo que se halla esclavizada por un materialismo irreflexivo.
La nueva moral basada en el gozo de vivir, dará al hombre el derecho al placer generador y no destructor de energías.
Así el egoísmo será suplantado por el sentido de la egoencia y el hombre se habituará a ser el constructor de su propia felicidad, aprendiendo que el tesoro verdadero es dar sin esperar recompensa.
Si el hombre es una imagen de Dios que es la plenitud de la felicidad y la dicha, el hombre también tiene el derecho y el deber de alcanzarla.
Por eso es necesario habituar la mente a reflexionar por sí sola y no a explotar lo pensado y lo dicho por otros.
Una parte inexplorada de nuestra materia cerebral espera que nuevos surcos radioactivos se impriman en la misma dándole, no sólo el sentido de la razón y del instinto, sino también el poder de la intuición. El Dr. Tilney dice que el hombre emplea sólo una cuarta parte de su provisión de 14.000 millones de células cerebrales.
Esto desarrollará una mayor claridad de memoria y seguridad en el propio éxito concediendo al ser la beatitud del conocimiento.
El hombre ha de dejar de ser el mendigo que golpea en todas las puertas implorando pan pues él mismo ha de convertirse en pan de vida, en dueño del Buen Camino.