Curso VII - Enseñanza 4: La Expansión
La renuncia que el Hijo hace a su movilidad física, mental y emocional, que lo lleva a la clausura mística del alma y ofrenda de su vida hacen que se sublimen y fortalezcan sus valores interiores.
Por esa sublimación transpone los límites humanos, alcanzando colocarse en la esfera de acción trascendente divina.
El resultado efectivo de esta expansión de su presencia es la mejor participación a la Integridad de la Gran Obra, al Poder de la Gran Corriente y la Unión Substancial con la Divina Madre.
El Hijo al renunciar a su movilidad física, al encerrarse consciente y voluntariamente en un lugar pierde su movilidad, no se desplaza. Pero en cambio incrementa su potencialidad energética, lo que le da capacidad expansiva y logra, además, una mayor sensibilidad comunicativa.
El Hijo por la capacidad expansiva trasciende las limitaciones físicas y se pone en contacto con todo el mundo, con otros países, con otros climas, participando aun de las configuraciones geográficas de la tierra. Por su mayor sensibilidad puede conocer a los seres y advertir sus problemas.
Esta expansión física y la mayor sensibilidad, al romper todas las barreras y separatividades, hacen que el Hijo abarque a todas las almas y lleve un verdadero mensaje de bienestar y paz a todas ellas.
Al renunciar a la movilidad mental y emocional, pues se circunscribe en una sola idea, en un único sentir, elimina la dispersión energética resultante de la movilidad anímica y acrecienta el poder de sus pensamientos y sentimientos.
El acrecentar de esas fuerzas da como resultado una mayor expansión mental y emocional y al mismo tiempo confiere capacidad de realización a sus deseos. Así el Hijo da salud a los enfermos, ayuda a los necesitados.
El Hijo al circunscribirse en la clausura mística del alma, al vivir en su propio corazón haciendo realidad la misión de vida interior que Cafh le ha confiado, se expande para penetrar en el alma de los demás. Esta expansión anímica hace posible que pueda dar dirección a las almas.
La renuncia que el Hijo realiza a su propia vida lo lleva a expandirse en la vida de la Divina Madre, y se hace expresión de Ella sobre la tierra. Ha redimido su naturaleza, y por esa redención de renuncia participa en la Encarnación Divina. La expansión espiritual lo ha puesto en contacto con la Divinidad, y está ahora unido a la Divina Encarnación participando con ella de la redención.
Por su renuncia el Hijo se estabiliza, se limita, se circunscribe, se inmoviliza, pero esta reducción de sus valores exteriores le confiere toda la potencia del centro mismo de sí y adquiere una dinámica expansiva. Permanece en sí, pero se expande como oleada de amor y renovación poniéndose en contacto con el mundo, el cosmos, la divinidad.