Curso VII - Enseñanza 15: El Sacerdocio Real
Cuando se llega a experimentar, como algunos logran en forma de extraordinaria plenitud extática, los goces del mundo material, tanto sensuales como intelectuales, surge la pregunta invariable e ineludible sobre el por qué de la renuncia.
Contestar a esa pregunta resulta casi humanamente imposible porque obliga a colocarse en una posición de trascendencia tal que escapa a las posibilidades comunes del hombre.
Sin embargo, su contestación tiene valor fundamental, absoluto, y constituye un anhelo irrenunciable de la Humanidad.
El hombre no puede engañarse en su intimidad de que por encima de su propio esfuerzo y criterio depende de algo a él inaccesible, trascendente a sus normales posibilidades de Aquello que ni sus sentidos ni su mente logran penetrar.
Pero hay naturalezas heroicas, no conformistas, que no desmayan ni abandonan su íntimo anhelo.
Ante el fracaso de sentidos y mente, intentan otro camino nuevo, distinto, diferente del que recorre la masa humana y al hacerlo se alejan de este camino común, desechándolo por inútil.
Este paso es el que se llama de renuncia, pues el que lo da se convierte en conquistador del Universo. Conduce por la ascética de la Renuncia y de la mística del corazón hacia la Eternidad, y conecta paulatinamente al ser con los aspectos y fuerzas trascendentales cósmicas.
Aunque este camino excepcional es magnífico, generalmente al ser sin egoencia lo ha llevado al peligro de aislarse y separarlo del ser del mundo y de la Humanidad, en cuyo medio debe subsistir inexorablemente.
El Sacerdocio Real es dado al Hijo por el poder transmisor de la Gran Corriente, en el instante que se hace apto para eso a través de la consumación de sus votos como holocausto perpetuo.
La liberación individual se tornaría estéril si no diera un fruto, que sólo se logra a través de la participación a la Gran Obra.
Por esa participación el alma liberada, o en vías de liberación, se mantiene unida al resto de la Humanidad.
Y ese nexo místico se realiza a través de los votos.
A través de ellos el ser asume una responsabilidad y adquiere una jerarquía íntima, que constituye la esencia del Sacerdocio.
Responsabilidad, desde el momento que el cumplimiento de los votos pronunciados está enteramente en manos del que los pronunciara.
Jerarquía sacerdotal, porque a través de ellos, una vez pronunciados, se enlaza en forma permanente e indestructible a la voluntad divina, lazo que él espiritualmente, ya no puede deshacer.
Todo sincero anhelo de liberación espiritual debe y lleva inexorablemente en sí el deseo de sacerdocio, corona y privilegio de aquellos que se convierten en canal de Dios.
A través de ellos se hace audible al hombre la Voz Eterna.
Sus actos son mágicos porque traducen lo posible trascendente; sacramentales, porque reflejan la luz divina.
La bendición conecta a los seres con la Divinidad y su actuación es un verdadero acto cósmico.
Al cumplir estrictamente con sus votos se conectan con las fuerzas del universo y adquieren el poder de curar a los enfermos y aliviar a los necesitados.
Finalmente, y es ésta la posibilidad más excelsa del sacerdocio real, contesta individualmente la pregunta fundamental del alma, llevando a los seres el consuelo y alegría de la palabra divina.
Así, a través de un sacerdocio real el alma liberada cumple su ciclo de vivencia humana sobre la tierra.