Curso VII - Enseñanza 14: La Renuncia como Holocausto
Renunciar para lograr la propia felicidad a través de la liberación, desvinculado de la Humanidad a la que se pertenece, sólo sería una nueva forma de egoísmo.
Más importante que la solución de los propios problemas, de los propios males, es contribuir a la solución de los problemas y los males de los demás.
Por eso la experiencia de renuncia del Hijo debe reflejarse sobre el plano de la Humanidad y ello sólo puede hacerse en forma efectiva descendiendo entre las almas.
Descender “entre” es romper la separatividad por la renuncia.
Este descenso no consiste en transformarse en un vehículo portador de una solución salvadora, pues no sería más que un nuevo medio exterior a los hombres, un nuevo intermediario, sino en una total participación por medio de la identidad absoluta con el hombre a través del perfecto holocausto, que es la identificación total con la Humanidad.
Se comprende que no es posible vivir con una actitud volitiva fija en los problemas humanos, pero en cambio es necesario que la conciencia de los mismos, se traduzca en un estado de participación real y efectivo en sus resultados.
El holocausto es el dejar de ser para ser en todos. Es ser el hombre y no un hombre.
La participación resultante del holocausto del Hijo no es sólo una participación subjetiva, sino es una unificación con los problemas, ansias y desesperaciones del hombre. Es una participación integral, física, mental y espiritual.
El Hijo participa física y mentalmente por su trabajo, por la eliminación que hace de lo superfluo, por la restricción de sus necesidades, por el empleo eficiente de lo que dispone. La Economía Providencial que practica lo conduce a ello. El Hijo participa de todas las miserias de los hombres.
El Hijo participa espiritualmente al contribuir anímicamente a la redención de la Humanidad. En su alma se resumen todos los problemas de las almas.
La mística de la renuncia es en fin la que le hace sentir al Hijo el sufrimiento de la Humanidad, pero es su renuncia ascética la que le da el poder de participar en el sufrimiento. El Hijo permanece en el ambiente humano voluntariamente, después de haberlo superado.
Así el Hijo que ha ofrendado su propia vida en holocausto, por su participación integral, es corredentor de la Humanidad.