Curso VII - Enseñanza 13: La Renuncia Iniciática
La renuncia practicada por el Hijo lo conduce al descubrimiento del secreto del Universo. Por ello el Hijo termina por ser la renuncia.
La integridad del secreto del universo está en una palabra, en un solo movimiento vibratorio simple, que es esencia y existencia de la armonía de los valores divinos y humanos.
Para provocar el despertar místico de la palabra anhelada, el Hijo renuncia a los libros para conservar limpia, flexible y disciplinada su mente, a través del logro de un solo libro: el Reglamento, que es puente efectivo y real para que el Hijo logre el conocimiento de lo divino y humano.
La Enseñanza que viene del Reglamento, favorece el espíritu de renuncia y permite que la Idea Madre tenga formalización en la mente del Hijo. Los libros son culturas desordenadas que propagan en un proceso de continua expansión ideas, pero que no admiten un reintegro a la unidad de la Enseñanza por el valor reversible faltante de lo divino.
El Hijo despierta la mística de su corazón cuando renuncia a las sensaciones del vibrar de la periferia del corazón que le provoca matices diversos de toda clase de amores conocidos por el hombre, pero que le obscurecen el Amor Real.
El apostolado de acción del Hijo es realizar con sus manos el misterio del Amor Divino, la plasmación de una idea simple en un acto humano. Pero debe el Hijo obligarse a eliminar el deseo de cristalizar la divinidad en este acto, ya que dicha actitud significaría el logro de un fruto personal que determina el encadenamiento del ser a la obra. Si lo hiciere se obligaría a mantenerla, conservarla y hacerla permanente en contra de la acción divina que exige siempre reversibilidad del valor realizado mediante un retorno a la fuente misma que lo concibió.
La renuncia al conocimiento, ganada por el esfuerzo humano para vencer el desorden de las ideas compuestas, posibilita al Hijo la gracia de la Iniciación; le da el poder mágico cósmico de unirse con la gran familia del universo, con los seres que por su egoencia saben del poder creador, conservador y destructor de la Idea Madre de la Raza, en una sabia identificación con la expresión divina y la realización humana.
La conquista de esa renuncia, es decir, la práctica de esta renuncia, mejor dicho, la consubstanciación del Hijo con la renuncia, le abre la puerta de la realización lograda a través de la obediencia, que es el valor más activo del alma para desprenderse de los viejos moldes de la libertad relajante de un yo atado a su personalidad y conseguir la reversibilidad de sus propios valores, en concordancia y sintonización con el movimiento del Ired que la conciencia universal deposita en la conciencia potencial y activa del Hijo.
La Renuncia Iniciática, al vincular íntimamente los valores humanos ofrendados del Hijo con los divinos cedidos, lo liga armónicamente a la familia universal y lo hace apto, a él solo, por su sacerdocio, de que ese acto sea benéfico y santificante y haciendo que su sacerdocio se establezca en su alma y en las almas. Él ha establecido el contacto con la divinidad a través de haber cristalizado su valor de ordenado, obra que todo Hijo alienta en su corazón.