Curso VII - Enseñanza 11: La Obediencia Íntima
El voto de obediencia es esencialmente un acto puro de realización espiritual.
La senda espiritual puede ser recorrida durante un trecho por el esfuerzo de voluntad del Hijo pero, cuando éste llega a cierta altura donde las rutas adquieren carácter trascendente, es necesario que el Hijo abandone su voluntad.
La vida espiritual consiste principalmente en saber abandonarse en los brazos de la obediencia, para vivir en el conjunto de la Gran Obra.
La Divina Madre es la ruta del Hijo y necesario es echarse en sus brazos para llegar.
Esta entrega amorosa a la Divina Madre es ideal por el voto de obediencia, y efectiva por el cumplimiento diario del mismo, expresada a través de la sumisión al Superior.
Esta obediencia íntima, afirmada por la renuncia, es la única fuente de vida, de felicidad, de salvación del mundo. Ella produce una sensación de vacío interior, de acercamiento a la Divina Madre, de preludio divino.
Pero esta renuncia no puede en este plano de evolución del hombre ser lograda por ideología, sino por un movimiento interior dinámico del alma que es la obediencia.
El hombre está acostumbrado a una libertad de valores sentimentales y racionales; pero si quiere conquistar la verdadera libertad, la libertad espiritual, ha de renunciar a esos valores logrados.
La naturaleza humana pretende unir lo racional con lo sobrenatural; dar del ideal espiritual todas las explicaciones posibles, cuando en realidad la vida sobrenatural es algo que debe aceptarse a priori, sin explicaciones, pero con la esperanza cierta de que algún día podrá identificarse con ella.
Aquél que da su voluntad a la obediencia se deshace de todas las cargas mentales para no tener más que un solo punto, una sola idea, una sola finalidad.
Su vida humana se transforma en divina y le otorga poder de eternidad.
Al sentir la amplitud del abandono del alma en la Divinidad por la obediencia íntima la personalidad es aniquilada y en cambio la individualidad espiritual adquiere un aspecto amplio, divino.
Así la obediencia íntima que es vocacional no es el aniquilamiento de la individualidad, sino es la conquista de la egoencia, es vivir dentro del Cuerpo Místico de Cafh.
La labor del Hijo es relativa, pero si esa labor, por el desprendimiento y la obediencia se ofrece a la Divina Madre, se suma al poder de la Gran Corriente y se transforma en fuerza, en poder, en acto creativo.
La obediencia frente al Superior como hombre es cautiverio, pero prestada al Superior como imagen de la Divina Madre es sumisión de amor, es libertad espiritual.
La obediencia humana es fuente de amargura, tristeza y complejo de inferioridad, contrariamente a lo que es la obediencia voluntaria, íntima y divina, que es fuente de alegría, de despreocupación, de felicidad.
La obediencia íntima no necesita pensar, le basta tener conciencia del acto que está realizando.
Por el esfuerzo constante de la obediencia íntima el Hijo penetra en sí, rechaza toda apariencia, se hace una nada, se aniquila aparentemente, constituyéndose en un ser perfecto egocéntrico, todo divino.