Curso V - Enseñanza 15: La Renuncia Permanente
El Retiro Espiritual es un bien que es dado a los Hijos anualmente para que puedan tomar nuevas fuerzas, volver a pensar y sentir todos los movimientos interiores de la vocación espiritual que les ha sido concedida. En una palabra, los días de retiro espiritual son días de gracias verdaderas. En estos días, a veces, la Divina Madre da luces y gracias especiales que fortalecen, renuevan y vivifican la vocación espiritual; otras veces da grandes arideces, insensibilidad y tristeza, también para reavivar el espíritu. Sea de devoción o de aridez, la Madre Divina siempre saca de allí grandes bienes porque baña a las almas en el lago sagrado de la Renuncia, ya sea que les dé un abismo u otro, el divino o el de la tristeza humana, y siempre es para provecho del alma y su adelanto interior. Es la fiesta gloriosa o dolorosa, pero es fiesta.
Por eso el último día es bueno resumir, hacer un propósito, sacar algo más que apuntes: unas frases axiomáticas fundamentales para llevarlas como un ramillete durante todo el año. El Retiro Espiritual es un oasis en el desierto de la vida humana, y es necesario que cuando se llega a él se tenga sed de devoción, se beba abundantemente de esa agua que ha sido dada a los Hijos.
Estas Enseñanzas se han dedicado a intensificar el concepto y el amor al Voto Fundamental. Se ha podido considerar cómo por la consideración de la ilusión de todas las cosas, del vacío de las cosas humanas, llega el alma al renunciamiento; que el renunciamiento es el único camino de Cafh y de todas las almas.
El renunciamiento es el camino de salvación, de la vida, para la raza futura; una raza más noble, más libre, portadora de paz y de dicha para la Humanidad.
Pero estas Enseñanzas han revelado en una forma más intensiva el interior del alma; porque no son las palabras exteriores las que hacen la obra, sino lo que se siente en el interior; el Hijo vive en la hora eterna, no en el tiempo dimensional, sino en un tiempo único: hora eterna y de gracia.
La muerte mística del Ordenado lo ha colocado fuera del tiempo para que viva siempre en Dios y esté a su Divina Presencia. Cuanto más grande sea la intensidad de su vivir frente a Dios, tanto mayor será la amplitud del tiempo en que vive; porque el pasado, el futuro y el presente están resumidos en esta hora, en la que puede ofrendarse a Dios. Este es un tiempo en el que el tiempo no existe; se vive la Hora Eterna.
A veces, aun para los Hijos que siguen el camino espiritual, la Verdad llega a una hora o a otra, pero cuando llega este conocimiento se lo comprende en toda su amplitud, con toda su intensidad. No es porque el concepto de la Renuncia fuera develado hoy o ayer; es porque las almas están hoy capacitadas para comprenderlo. ¿Cuántas veces habrán leído ellas la Enseñanza del desenvolvimiento espiritual y otras Enseñanzas y, sin embargo, no le llegaron al corazón sino cuando éste estuvo apto para recibirla? Y cuando éste la recibe parece como si no la hubiera conocido nunca. Es que en ese momento ha vivido la Hora Eterna, fuera del tiempo; pudo alcanzar la amplitud de la Enseñanza Divina y Universal. Ella siempre está al alcance, en todos los tiempos, pero llega al corazón cuando éste huye del tiempo y vive la Hora Única y Eterna.
Este conocimiento de la grandeza de la vocación espiritual ha puesto al Hijo frente a Dios y le ha revelado el secreto de la vida, que es una perfecta simplicidad de sentimientos, de ideas y acciones. Mas los hombres complican las cosas, quieren buscar soluciones y se esfuerzan siguiendo al hombre, y nada hacen. Todo se vuelve muerte y destrucción en sus manos. Únicamente saliendo fuera del tiempo, poniéndose a la presencia de Dios, renunciando a sí mismo, muriendo completamente, místicamente, se alcanza aquella gran simplicidad interior que es la participación del alma a la Vida Divina.
La Renuncia comprendida como única salvación del mundo, abrazada con los Santos Votos, vivida diariamente a través de los actos y del ritmo de Comunidad, lleva inevitablemente a una mística, quiere decir, a un determinado modo de vida expansiva interior. Hace que el alma, al estar muerta, no desee ni aun el camino de unión con Dios, ni éxtasis, ni visiones, ni revelaciones, ni gozos, ni aun iluminaciones. El alma adquiere así una mística toda característica: la de las cenizas que sólo da la Ascesis de la Renuncia y la Mística del Corazón: No quedar con ningún recuerdo de la personalidad, no ser nada más que un montoncito de cenizas puestas allí, frente al altar de la Madre Divina.
Pero el alma que ha tomado esta mística de aniquilación aparente vive una vida nueva, en la Eternidad; no vive en el mundo en donde los seres nacen, crecen y mueren, sino en la Eternidad, en donde los seres no mueren, no cambian, no están sujetos a transformaciones internas causadas por su estado fisiológico, psicológico, anímico; viven siempre en un mismo estado de comprensión, iluminación y éxtasis expansivo.
Allí comprende y realiza el misterio divino de la egoencia; no saca ni aniquila ningún valor real sino los valores ilusorios. La personalidad psíquica no es más que una sombra sobre la pared de la realidad.
Muchos Hijos no comprenden ese estado de unión del alma con Dios; creen que es estar absorbido en la Divinidad. Esto no puede ser porque si no todo el proceso de evolución habría sido inútil; si Dios es el estado absoluto en donde caben todas las cosas, ni el más pequeño grano de arena puede perderse. El alma tiene tal asimilación con la Eternidad que vive en Dios sin que haya diferencia entre Dios y el alma, pero tiene presente dentro de la omniconciencia de Dios toda su existencia, que se ha desenvuelto desde el momento en que Dios aparece como dualidad en el Universo creado.
La Renuncia es creadora de nuevos valores al desechar los valores establecidos. La nada es siempre la nada, y la nada puede vivir. El hombre que se aniquila y renuncia y muere místicamente pierde los valores humanos para adquirir los valores divinos, quedando como experiencia y enseñando al mundo.
La Enseñanza verdadera y universal es dada a todos los seres; la Enseñanza dogmática es guardada por las grandes religiones del mundo, y las grandes Enseñanzas son dadas por los Maestros proféticamente a sus discípulos.
Para terminar, la Renuncia, como es holocausto permanente de vida, no sólo es el único bien y el único medio de salvación para el alma que la ha abrazado, sino es el único medio para ayudar al mundo y redimir a la Humanidad.
Se ha explicado con detalle cómo el alma que renuncia aun al bien de poder hacer el bien en el mundo, hace el bien real; reconoce como miseria su nada, ve que nada puede hacer en realidad y que todo lo que hace aun con la mejor intención, a veces tiene un resultado malo. El Don de auxiliar a la Humanidad es como corredentores de la salvación de la Humanidad, no como filántropos. Nadie puede hacer nada por nadie porque lo que se hace externamente perece. El alma tiene que morir místicamente, dar su sangre y vida. Nada exterior tiene valor, únicamente lo que se da íntima, profunda, absolutamente, tiene valor. Sólo el alma que renuncia a todo, muere y ofrenda su vida místicamente, sólo ella puede ayudar a la Humanidad. No muriendo de una muerte violenta sino de muerte mística: la muerte de todas las horas de la vida, la gotita de sangre dada por amor.
Esta visión única y divina de la vocación ha de traer un fervor nuevo y todo renovado al corazón. Los hijos han de esconderse en su corazón para poder allí, frente al abismo de su nada, ser el abismo de la grandeza divina a la cual han sido llamados a participar, para aprender el gran secreto de la Renuncia, de que son seres limitados, que son nada, que sus posibilidades son pequeñísimas; porque la condición humana es la pequeñez, la nada, lo que huye, lo que pasa, lo que muere incesantemente. Al reconocer esa nada por su muerte mística comprenden, sienten, realizan, en este lugar secreto del corazón, el espacio eterno, infinito y universal. Desaparece el espacio como dimensión, medida, como figura geométrica y única y queda el espacio como intensidad, como estado divino. Encerrados en su muerte mística, en su clausura de Comunidad, dentro del Radio de Estabilidad, realizan al Universo, a todo el espacio que Dios ha creado desde el principio de la Eternidad hasta su final. Desde aquí ven pasar el tiempo, las razas, la Humanidad; sucederse los ciclos, empezar una civilización, crecer y decrecer; porque éste es el depósito divino y cósmico, y sólo de allí pueden participar con Dios en su expansión, de la Eternidad.
Queden allí bien encerrados en su sepultura mística, hechos una nada humana para ser un todo divino, y miren el abismo de la nada humana y el abismo eterno de la grandeza divina donde todo existe, vive y nada muere. Desde allí sean los verdaderos corredentores de la Humanidad junto al Gran Salvador, y desde allí pueden atreverse a mirar el porvenir, tan desconocido para los hombres, pero que adquiere una claridad intensa a los ojos de aquél que ya no tiene ojos para ver este mundo.
En verdad los Hijos de la Renuncia, llamados a esta tierra únicamente para cumplir su misión de muerte mística, han sido enviados a preparar los caminos del Gran Salvador en una hora terrible y difícil para la Humanidad. Desde ese año 1945, desde ese 16 de junio, todos los hombres que quedaron en pie estaban destinados para ver el principio de la nueva raza. Ese día prepararon allí, en ese desierto americano, la primera bomba atómica cuya energía se levantó a los ojos de los hombres como un monstruo desconocido, avasallador, que paralizaba todos los sentidos. Desde ese momento se ha entrado en la nueva raza.
La Humanidad, durante el siglo XIX llegó a la perfección de la investigación individual; la materia quedó delante de ella para que la analizara, la conociera, escudriñara en el más profundo de los secretos lo que el hombre podía saber y conocer. Todo lo que cosecha hoy es trabajo hecho el siglo pasado. Los hombres de la individualidad, del materialismo, del existencialismo, del fenómeno, hicieron el sacrificio más grande que los seres pueden hacer: olvidaron a Dios, al espíritu; se encerraron en una clausura para ser materialistas, para no conocer otra cosa, y al tener sólo esto poseerlo plenamente. Así, dieron a los hombres que vinieron después la posibilidad de entrar en el campo de la investigación energética.
Parece que esta nueva raza poseyera toda la energía de Dios en sus manos; le ha sido dado al hombre el poder inmenso de dominar la energía física. El hombre que se había enclaustrado en el materialismo pudo allí encontrar la ventana por la que puede salir y hallar a Dios.
Pero este hombre-niño usó esta fuerza para la muerte y la destrucción; tomó en sus manos el poder que Dios le había dado para nacer a nueva vida, y se creó con él un karma de muerte desde el principio. Tiró una piedra que ya no se puede detener: tendrá que caer. El destino de la Humanidad es perecer: destrucción y muerte.
El hombre, en lugar de tomar el divino don de entrar al mundo energético con un sentido de individualidad de bien, lo ha tomado como un poder colectivo, de agrupaciones, y ha puesto sobre él el sello de la destrucción y de la muerte.
Durante estos años, de 1945 a 1955 ¿qué ha hecho el hombre? El pensamiento ha dejado de ser individual para tomarlo un cerebro colectivo, se podría decir estatal, que lo utiliza para la muerte. Los sabios, esas grandes almas que creían en la nueva posibilidad de un mundo energético, son prisioneros de una gran potencia o de la otra. No pueden escapar. El cerebro estatal los toma en sus manos y les quita todo poder de voluntad individual. Y estos grandes cerebros colectivos no han hecho nada más que producir energía atómica, pero no para el bien de la Humanidad sino en un sentido defensivo, quiere decir, destructivo. El porvenir del mundo es destrucción, y este compás de espera no es más que un momento en que la fiera está allí, escondida, atenta, para pegar un salto más largo, más definitivo y certero y destruir a su presa: la Humanidad.
En estos diez últimos años, años de destrucción para el mundo, también se han visto surgir las fuerzas espirituales. Enseguida que un peligro nuevo aparece, el hombre establece defensas interiores, crea nuevos centros cerebrales para defenderse de ese mal.
Los grandes elementos que prepararon en el mundo el advenimiento de la nueva raza fueron todos nacionales: un Gandhi, por ejemplo. Amaban a la Humanidad pero trabajaban para su pueblo, para su raza. Hoy hay un despertar nuevo: los grandes hombres se hacen universales, benefactores de toda la Humanidad.
Surgen en el mundo nuevos valores para contrarrestar esa gran destrucción, en la que las dos grandes potencias de la actualidad serán derribadas por las nuevas fuerzas espirituales que nacen. Recuerden los Hijos la visión del león y del oso. Sobre una meseta, al borde de un abismo, una gran leona estaba frente a un oso de tamaño enorme, y con artes femeninas (diplomacia) procuraba atraerlo. Cuando ya lo tenía casi ganado procuró herirlo en el cuello, y al no lograrlo intentó hacerlo en el vientre. El oso, al sentirse rozar se dio cuenta y con sus potentes garras destruyó el pescuezo de la leona; pero fue tanta la violencia del golpe, que ambos cayeron al profundo abismo: las dos grandes potencias serán destruidas. Pero una parte del mundo se salvará.
Los Hijos están dentro de la corriente de seres espirituales y su misión no es sólo de corredentores de la Humanidad, sino de ayudar a la salvación del resto de la raza. ¡Pobre del Hijo que dice que no y vuelve al mundo!
Los Hijos están construyendo con su renuncia los puentes de salvación; son posibles salvadores de esta raza que está por destruirse, y al mismo tiempo son los que preparan la venida del Salvador. ¡Cuánto trabajo para un puñadito de hombres y mujeres! Pero ellos, sólo con el concepto de que participan de esta vida divina, tendrán fuerza para sobrellevar tanto peso. Y no sólo esto los sostiene, sino el Amor Divino del Maitreya. Que ese amor penetre en su matriz espiritual para que allí se geste un átomo de aquella fuerza que ha de crear el cuerpo del Divino Iniciado. Formen idealmente esa figura divina que ha de salvar a la Humanidad. Por mucho que se haga, nada servirá sin que Él venga a la tierra.
Pidan los Hijos que Él venga a poner Su Mano para que la destrucción inevitable no sea tan tremenda. Pidan para que sean muchos los seres que puedan salvarse; tengan un espíritu de renuncia tal que pueda atraer a muchas almas al Camino de la Renuncia, que su Enseñanza induzca a muchos seres a la Renuncia como único medio de salvación.