Curso V - Enseñanza 14: Conquista de Almas por la Renuncia

El alma que renuncia, que se consagra a Dios, por esa consagración se hace responsable del adelanto espiritual de todas las almas del mundo.
Todos los seres tienen una misión y se hacen responsables de su cumplimiento, pero la misión más extraordinaria y de mayor responsabilidad es la de las almas consagradas. Ellas no tienen la misión de trabajar, de educar, de curar, de esto o de lo otro; tienen una obligación sobre todas las obligaciones, la obligación sagrada de dedicarse a la Humanidad, a la salvación de todas las almas.
Muchas almas dicen: “Mi vocación, lo que más me llama es poder ayudar y hacer el bien”. Eso es algo magnífico: ayudar, hacer el bien a los demás. Pero el que verdaderamente quiere realizar el bien tiene que ser una persona que sale fuera de lo común, que tenga una capacidad, una experiencia y un método de vida que la haga capaz para ese alto sacerdocio de dirigir a las almas y salvarlas.
Muchos procuran hacerlo, pero mientras hacen el bien, hacen también mucho mal, no por mala voluntad, sino por ignorancia, mala preparación, falta de experiencia y por encontrarse enseguida en un mar no conocido. El mar más difícil es el de las almas. Primero hay que renunciar a ese contacto directo con las almas y morir al mundo para resucitar a nueva vida, aprender en Dios una ciencia y experimentarla, y recién después los Maestros la destinarán a que dirija a los seres.
Lo primero que hace falta para la dirección sana de las almas es la renuncia total: el alma que lo ha dejado todo no puede pensar si le gustaría dirigir una escuela o trabajar en un hospital o ir como misionera a lejanas tierras. Eso no lo puede saber ni lo ha de desear. Ante todo tiene que purificarse a sí misma, ponerse en condiciones de poder salvar y dirigir a los demás y no verse en el trance de cometer muchos errores que hacen daño y pierden a muchas almas.
El primer bien que los Hijos tienen que hacer a las almas es renunciar a la dirección de las almas y abandonarse íntegramente en los brazos de la muerte mística. No deben tener voluntad personal alguna, porque el que la tiene lleva consigo la vieja personalidad que creía haber dejado en el mundo y que siempre retorna con el gusto de hacer esto o aquello.
Lo primero es hacerse un bajo concepto de sí mismo y fundar el bien que se hace en la más absoluta humildad: “¿Quién soy yo para tener un sacerdocio, para hacer algo por otra persona, si todavía no he sabido despojarme completamente de mí mismo, no he llegado a la gran realización de los Santos Votos?” Lo fundamental es abandonarse en los brazos de Dios y decir: “A lo mejor necesitaré toda mi vida para aprender ese desapego que me haga apto para dirigir a las almas; quizá en el más allá, al terminar mi vida”.
Pero al mismo tiempo que el alma se abandona espiritualmente no sabe lo que la Providencia le tiene deparado. Por eso, después de haber hecho sus Votos tiene que dedicarse con ahínco a aquellos estudios que le han sido encomendados; no demorar. El Hijo no ha de desear el estudio, el conocimiento. Aquél que está muerto no puede desear un conocimiento determinado sino el conocimiento que los Superiores quieran que adquiera, porque la Divina Madre lo quiere para eso y no para otra cosa. Hay que rechazar todo amor al estudio, que es lo más difícil de realizar, porque nada hay que atraiga más, sobre todo a los jóvenes. Pero este rechazo del conocimiento humano abre la mente para que pueda recibir nuevos conocimientos, una enseñanza toda nueva. Mañana, cuando los Superiores lo apliquen a un estudio, tendrá una fuerza mucho mayor, y como desea hacer la voluntad de los Superiores que puede ser por ejemplo el estudio de una sola materia, la aprenderá mucho mejor y con una amplitud mucho mayor.
¿Pero acaso los Hijos han de abandonar el estudio si no tienen que hacerlo determinadamente? No, absolutamente. Todos tienen que aprender, tienen la obligación de saber lo más posible, de abrir su mente para recibir el máximo de conocimiento. El buen Hijo ha dejado sus estudios pero siempre está aplicado al estudio; no sólo el que estudia una especialidad, sino todos los Hijos: leyendo buenos libros, pidiendo buenos libros, prestando mucha atención a los libros que se leen en Comunidad, a las conferencias, a los retiros espirituales, a las enseñanzas, y sobre todo aplicándose al estudio de las enseñanzas durante el año.
No se puede perder el tiempo porque lo fundamental en los Hijos de Cafh es el estudio. La Divina Madre quiere que se apliquen al estudio de las cosas extraordinarias, sobrenaturales, para que puedan profundizar sus conocimientos; porque puede ser que mañana esos conocimientos sean indispensables: no se puede estar distraído. Es una obligación sagrada de la que tienen que dar cuenta a Dios. Todos los Hijos tienen el mismo valor, la misma posibilidad, y todos tienen que esforzarse; hace falta el verdadero esfuerzo, amar al estudio, no con una aplicación furiosa sino sencilla, simple: rutina y paciencia, aun para aquellos que no tienen facilidad para aprender.
Hay que recordar lo que dice Santa Teresa: “Un buen director tiene que ser hombre de ciencia y discreto”. Que sea bueno y santo.
La responsabilidad de los Hijos frente a las almas es muy grande; tienen que experimentar en sí mismos lo que han de enseñar a los demás, como aquella valiente mujer que se aplicó ella la vacuna contra una enfermedad infecciosa antes de aplicarla a ningún enfermo, para ver el resultado y la reacción en su propio organismo. No se puede dar consejo a las almas si no se lo ha aplicado primero a sí mismo. Tienen el deber los Hijos de aplicarse a la vida interior y de ejercitarse principalmente en la mística, en los ejercicios de meditación y, cuando se lo permitan, de concentración, para que su alma vaya experimentando lo que pasa en las almas: las oscuridades, las luces, lo bueno y lo malo; para que mañana, cuando se los mande dirigir y aconsejar a las almas, puedan ir con pies seguros, hacer obra de bien.
Muchos Hijos han tenido cargos directivos que parecen estar alejados de la vida espiritual; sin embargo, estaban cerca de ella porque la vida espiritual va hacia todos los que se acercan a los Hijos. Todo tiene que ser hecho con un sentido espiritual de elevar al alma a un nivel superior; sacarla fuera de la oscuridad. Aun estar en contacto con las visitas es un trabajo espiritual que necesita conocimiento y experiencia, porque si no, se hace mucho daño, se cometen muchas equivocaciones, se echan a perder muchas almas que tienen así que buscar en otras fuentes lo que no han encontrado en la fuente de los Hijos.
Pero la obra de salvación que han de realizar los Hijos de Cafh es universal. Hay muchas almas que claman en el mundo y elevan los ojos a Dios: “Tengo sed, oh Dios mío”. Y estas almas esperan la luz que ha de venirles de las almas consagradas, porque no hay puente, sino el de las almas sacerdotales, las que están destinadas para eso.
Los Hijos tienen la obligación de responder a todas las almas. Pero ¿cómo se puede realizar esa labor no teniendo la capacidad humana de llegar a todos los ámbitos del mundo? Cuidando perfectamente a las almas que han sido destinadas a cada uno. Si se les destinara una sola alma y le dieran todo el amor, la experiencia y el conocimiento que han recogido, si se le va enseñando poco a poco, con todo desinterés, sin mirar cuántas son; si se hace el trabajo espiritual a la perfección, la realización de esa alma es tan grande que se expande a las almas del mundo y todas encuentran su Maestro.
Si se tiene un grupo de siete y se le cuida con todo amor, dándole todo lo que se puede, si se es paciente y no se trabaja con los propios valores sino con los valores divinos, ese trabajo es divino y se expande a todas las almas; se hace un trabajo impersonal, llega a todos los ámbitos del mundo, recorre todos los senderos y todos los caminos que hay sobre la tierra.
Los Hijos tienen que pedir incesantemente que las almas que buscan encuentren su Maestro enseguida. No han de pensar en quiénes son ni qué color tienen. El pensamiento ha de correr por todas partes como si fuera una luz encendida día y noche para buscar a aquellos que anhelan una senda.
Recuerden los Hijos que las almas están hambrientas y no hay directores espirituales. Dijo Cristo: “Mucha es la mies, pero pocos los obreros”. Hay especialidades para todos los oficios, pero para la vida espiritual hay muy pocos, y por uno bueno hay diez regulares en todos los sectores.
Pidan siempre los Hijos a la Divina Madre, como único bien, la gracia de salvar a las almas: salvar aunque sea una sola alma.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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