Curso IV - Enseñanza 8: Cafh frente a las Religiones

Cafh tiene su propia concepción del ser y de su relación con el mundo y con Dios.
Este principio propio no niega ni excluye las concepciones distintas; sólo representa el punto de apoyo que el alma necesita para fijarse y tomar las energías necesarias para remontar vuelo.
Las otras concepciones fortalecen la concepción de Cafh. Cuanto más profundamente el Hijo las conoce, tanto más adquiere la idea precisa de cómo debe comportarse respecto a ella y a los poderes que de ella emanan.
Las concepciones religiosas del mundo han creado los sistemas basados en el monoteísmo y el politeísmo. Estos sistemas devienen de las grandes Revelaciones y Tradiciones Universales, pero prescinden de nuevas ideas proféticas renovadoras.
Ellas no están en condiciones de dar una solución definitiva a los problemas del hombre con respecto a la vida y a Dios porque no son universales.
Las Grandes Revelaciones, las Tradiciones, el Verbo de las Divinas Encarnaciones, tienen siempre un carácter universal. La influencia divina de estos canales puestos entre la tierra y el cielo vuelca su savia por todo el ámbito del mundo.
Pero enseguida que esta fuerza divina empieza a canalizarse a través de las costumbres del dogma y del sacerdocio, el canal tiene más importancia que la savia que fluye y se constituyen las religiones no universales.
El politeísmo, resultado de un pensamiento grandioso del incesante y variable devenir, coloca lógicamente a cada cosa en su lugar alcanzando precisión deductiva y conceptos fundamentales; pero incluyendo al hombre dentro de los grandes horizontes cósmicos y períodos cíclicos de retorno no soluciona en nada su situación actual.
Los pensamientos filosóficos y teológicos politeístas son fascinadores e irrefutables, pero como sistemas religiosos no tienen remedio para los males del hombre.
La vida y el deseo de vivir son la causa de todo sufrimiento, ilusiones que atrapan al ser reduciéndolo a sucesivas e inacabables miserias. Sólo desechando la vida y el deseo de vivir podrá el ser verse libre del mal, pero, frente a estas verdades indiscutibles, el hombre sigue viviendo, padeciendo y buscando nuevas soluciones.
El politeísmo, como religión, no tiene nada que dar al hombre. Es como decirle al enfermo en lugar de auxiliarlo: “Muérete y dejarás de sufrir”.
Cuando estas religiones quieren llegar a algún efecto práctico tienen que valerse de principios contrarios a sus enunciados fundamentales y valerse del resultado de otros sistemas para alcanzarlos.
El monoteísmo, en cambio, tiene una pobreza absoluta de pensamiento y sus especulaciones son racionalmente inexplicables, confusas y de resultados materialistas. Estos sistemas religiosos casi siempre, a pesar de sus esfuerzos para negarlo, adoran a un Dios planetario, psíquico, parcial, antes que a un Dios Universal y sus horizontes son limitados y de escaso alcance.
Sin embargo, las religiones monoteístas tienen un sentimiento grandioso y expresan un afán incansable para poder solucionar los males del mundo. Al no lograrlo, tienen que construir continuamente reinos utópicos y cielos de esperanzas para ir ganando tiempo mientras llega el remedio.
Después de cada guerra los creyentes de estas religiones se preguntan: “¿Son éstos los resultados de la religión del amor?” Como el monoteísmo no logra una verdadera solución con respecto a la vida y a Dios, busca soluciones especulativas saliendo fuera de su fe, toda sobrenatural. Copia y se adapta a otros sistemas filosóficos y a las deducciones de los especulativos contrarios, para adaptarlos al sentimiento de sus postulados.
Mientras, las religiones luchan enconadamente entre sí para alcanzar el predominio universal sin alcanzarlo nunca.
Las grandes religiones contienen en sí las semillas de las Verdades Eternas y son las exponentes de la Idea Madre de la Raza.
Son poderosas fuerzas psíquicas puestas en marcha para llevar a los seres hasta la pura vida espiritual.
Mas, al no ser universales y necesitando la lucha entre sí para el predominio, deben forzosamente subordinar la vida espiritual a su fin propio y arbitrario, imponiendo a las almas sanciones confesionales para la realización divina.
Además, para asentarse las religiones, por ser varias, se han constituido como poderes del mundo valiéndose de prerrogativas de raza, de economía y de privilegios. Más que el valor espiritual defienden sus valores psíquicos, éticos, litúrgicos; y se defienden de los ataques y enemigos valiéndose de la continuidad histórica de su iglesia y de las organizaciones sacerdotales exclusivistas.
Sólo unas pocas almas escapan a los lazos de los sistemas religiosos remontándose por la mística hasta las regiones espirituales. Pero estas almas, aun siendo observantísimas de las leyes dogmáticas y morales de su iglesia, han de sufrir una infinidad de pruebas y contrariedades de parte del clero y adeptos oficiales.
Muchas personas desearían librarse de estas religiones ya que no están conformes con ellas, pero un cambio de religión no soluciona fundamentalmente el mal.
La religión es valiosa en cuanto presta al alma los medios para elevarse hasta la pura vida espiritual y es contraproducente cada vez que quiere transformar la vida espiritual en un acto mágico y sacramental.
Sólo una religión única, universal, podrá dar a la Humanidad soluciones definitivas y llevar a las almas, no a la salvación según su credo, sino a la iluminación deificante.
Cafh espera y trabaja para que surja en el mundo esta gran religión universal, en donde el valor espiritual en sí sea superior a los valores dogmáticos, tradicionales y escatológicos. Pero mientras tanto, no deja Cafh de reconocer el valor de las diversas religiones y de respetarlas debidamente.
No se remedia ningún mal destruyendo y combatiendo, como lo enseña la experiencia. Los seres han de librarse de las corrientes psíquicas de sus religiones para penetrar en la pura vida espiritual de sí mismos y del cosmos.
Cafh tiene una Enseñanza, una Protección, una Organización que de por sí y con sus medios lleva a las almas hasta el fin deseado, pero admite que cualquier religión posee estas prerrogativas para lograrlo.
Sólo estima incompatibles aquellos aspectos ordenativos contradictorios entre Cafh y la religión practicada. Los medios para lograr un fin han de ser sincrónicos entre sí para ser efectivos.
Los medios propios que Cafh ofrece a los Hijos y que pone frente a las soluciones de las otras religiones son los resultados obtenidos por los individuos que han podido encontrar los más puros resultados espirituales, pero no afirma tener la solución definitiva.
La mística en último término, es para Ella la que puede abrir los horizontes y dar las definiciones espirituales necesarias.
Sus conclusiones son las siguientes:
“Si la vida es un mal y sólo abandonando el deseo de vivir se puede eliminar este mal, renuncio al mundo y a la vida.
Yo renuncio, como individuo, como personalidad; mas mi renuncia sería vana si no tuviera como resultado una solución a los problemas de los hombres que no renuncian y deben vivir en el mundo. Ha de haber un remedio para el mal del mundo, cuando Dios mismo trasciende hasta el hombre y viene hasta él.
Cuando Dios viva realmente en el hombre no podrá haber mal ni dolor. La solución no ha de ser el abandono del mundo, sino la divinización del mismo.
Mi renuncia no niega la vida sino la redime. Renunciar a la vida porque no hay soluciones a sus males es un remedio muy pobre, pero el renunciar a la vida habiéndola transformado es haber alcanzado el fin”.
Cafh, con estos sencillos postulados, se levanta frente a las grandes religiones con comprensión y respeto, pero manteniéndose firme en su puesto y opinión, mientras espera el advenimiento de la Divina Encarnación y el establecimiento de la Religión Universal.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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