Curso IV - Enseñanza 3: El Reglamento
El hombre está constituido armónica y matemáticamente; por eso le rigen leyes y reglas orgánicas, éticas y cósmicas que son indiscutibles e inalterables.
Su desenvolvimiento y su evolución siguen un plan de desarrollo determinado por métodos naturales y contingentes, que se desenvuelven paulatinamente a cada hora de su existencia.
Las leyes humanas y civiles, emanantes de las necesidades de desenvolvimiento del hombre, son de gran utilidad mientras son expresión de la Ley Universal; si no, son signos de decadencia y esclavitud.
La Ley Universal es Ley Divina y Única y ella siempre orienta al ser hacia su liberación final y hacia su identificación con la Eternidad.
Las leyes humanas son las que hacen apto al hombre, dentro de su tipo y destino, para alcanzar esta divina liberación.
Sin embargo, toda ley humana que se constituya como fin de por sí y que no esté orientada hacia la liberación del hombre, es mala y dañina. Los hombres, por el hábito ancestral de adaptación animal, se apegarán a ella; pero habrán de llevarla sobre sus hombros como un peso de tiranía y de dolor.
Las leyes humanas no son más que montones de arena que los elementales de la ilusión echan a los ojos de los hombres.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado, como imagen de la Ley Universal y como un medio humano para cumplir la Ley Divina.
Ésta, para ser cumplida, se manifiesta en diversas formas y maneras, pero manteniendo siempre la unidad fundamental de su origen. El Hijo, por el esfuerzo y el entrenamiento místico, logra la Unión Divina y la Liberación Espiritual por la imagen y medida que le impone el Reglamento de Cafh.
Este Reglamento es el único entre todos apto para el Hijo. Hace que él adopte aquellas observancias y normas que lo inmovilizan, que lo paralizan exteriormente, a fin de que crezcan y se multipliquen las fuerzas y las actividades internas y, al mismo tiempo, ordena y encauza las leyes del mundo que el Hijo debe cumplir para lograr este mismo fin.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado, para que logren su liberación por etapas.
La ley humana entonces, que quiere constituirse como fin único y no se adapta armónicamente a la misión específica del Hijo frente a su destino divino y universal, es demoníaca y esclavizadora.
El hombre necio dice: “Quiero ser libre” y arroja de sí todo deber y toda obligación y, dando un salto en el vacío, va a estrellarse en el gran caos del desorden y de la desorientación.
Pero cuando el hombre sabio dice: “Quiero ser libre”, adopta la ley que es más apta para él, sigue el método establecido sin abandonarlo y, paso a paso, va hacia la liberación.
Cuanto más relativa es la ley humana respecto de la divina, tanto más apta es para apresurar al hombre en el camino de la liberación.
El Reglamento de Cafh es un medio de adaptación para los Hijos y los lleva, paulatinamente, sin saltos mortales y vigilando sus progresos, hacia su fin.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado como expresión de sentido común.
Entre los místicos, aun los de vida estrictamente interior, hay dos clases de reglas dadas a las almas: una es de tipo severísimo y otra de tipo muy suave.
Si bien hay almas que necesitan para su desenvolvimiento interior una u otra de estas reglas, la de tipo más severo no dura más allá de la vida de su fundador y la de tipo más suave no dura ni el tiempo que vive su fundador. Una y otra regla traen infinidad de discordias y malos entendidos que al final turban a las almas.
El Reglamento de Cafh procura el método más práctico y moderado y se adapta a los tiempos, a los lugares y a las características de los Hijos.
Él no es ni demasiado blando, ni demasiado severo. Es más sensato y concede una posibilidad de porcentaje notable de observancia y regularidad. Demuestra con esto conocimiento de los seres humanos y sentido común.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado, como mandamiento divino y humano.
Es humano porque se adapta a las características ascéticas y morales de los Hijos por su simplicidad, eficiencia y llaneza.
Es humano porque en su expresión exterior quita todo lo extenso, los detalles, lo ampuloso, y facilita con prácticas fundamentales, claras y viables, el cumplimiento de los deberes de Cafh.
Es Divino porque refleja la luz infinita en su continuo esfuerzo para hacer de la vida del Hijo un continuo entrenamiento que le facilita la realización mística.
Es Divino porque eleva continuamente al Hijo desde la observancia escueta y unilateral, a la libertad de la Unión Divina.
Además, el Reglamento es dado a los Hijos por la Ley de Consecuencias como el único método apto para ellos, para que logren los hábitos que les facilitan la ascensión espiritual.
Es Divino y humano porque quita al Hijo toda sobrecarga y sólo le deja la fuerza ideal, la fuerza que hace que desaparezca humanamente como personalidad, para poder revelarse divinamente como fuerza egocéntrica.
La única posibilidad de salvación del mundo está en que el hombre desaparezca como personalidad exterior para lograr una mayor individualidad interior.
Los individuos, como tales han de fracasar para que se exprese en el mundo con un modo uniforme de sentir y de pensar.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado, como un molde de vida.
Cada hombre necesita un molde donde vivir. Aun los Maestros sublimes enviados a la Tierra para enseñar a la Humanidad a romper sus lazos y ataduras que la ciegan y esclavizan, tienen que adaptarse a un método, por sencillo y simple que sea: o el hombre estalla o ha de adaptarse.
Lo importante es saber que la regla es un medio y no un fin.
Lo importante es saber cuál es y cómo es el molde que uno lleva encima.
La mayoría de los hombres son puestos en moldes que no les cuadran. El esfuerzo de la reacción produce dolor y sufrimiento.
La lucha para obligar a los hombres a vivir dentro de un molde determinado, hace inventar remedios que son moldes aun peores que los primeros.
Sólo el molde divino sirve para el hombre; y este molde le es dado espontáneamente por la ley de la vida y del destino, imagen de la Ley Divina. Por eso Cristo dice: “Mi yugo es suave y mi carga es ligera”.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado, como un medio de felicidad.
Él es el método que ellos necesitan para su adelanto, la única regla útil para su adaptación.
Él no es un peso para los Hijos, sino algo inherente a ellos, algo espontáneo que forma parte de ellos mismos.
Su cumplimiento no es una traba para los Hijos ni algo extraño a ellos, sino expresión fiel de lo que desean ser y hacer.
Lo cumplen voluntariamente, es expresión de su actuar, es una carga de amor.
A un hombre que se lo encierra contra su voluntad se le verá con el tiempo transformado en una ruina, mientras que el hombre que voluntariamente se pone en un claustro encuentra en ese apartamiento claridad mental, sublimación y paz.
La Ley es pesada cuando es extraña al ser, pero cuando se une a él y actúa como una expresión espontánea del alma es el yugo ligero de Cristo.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado como medio de adaptación libertadora.
La palabra libertad es como una luz cegadora para el ser humano puesto siempre en cadenas, pero no hay más libertad que la del espíritu y ésta misma se vuelve quimera, la mayoría de las veces, como la estrella que el niño quiere tocar con las manos. Además, no hay ni leyes humanas ni libertades humanas que puedan dar liberación. Aun los métodos más sublimes nada pueden lograr, sino únicamente disponer al alma para su liberación.
Cuando el alma adopta una ley o método determinado, apropiado para ella y lo sigue con toda finalidad y atención, se predispone a su divina liberación espiritual y ésta llega a ella únicamente a través de la comprensión y del gozo interior.
El Reglamento de Cafh es un modelador del alma porque su único fin, su único interés, su único esfuerzo, es poner al alma en disposición de contacto con sus fuerzas internas y divinas.
Él es como el Guardián del Umbral que acompaña al alma hasta la Puerta Sagrada y le indica el Camino de la Cámara Real.
En su interior, el alma se ve a sí misma y recién entonces puede desatarse, por comprensión de las leyes y de las acciones del mundo como ilusorias. Allí ella se pone en contacto con la vibración mental única, expresión de la substancia cósmica y vislumbra la ley del eterno devenir y de sus modificaciones tattvicas, y sabe discernir así entre lo ilusorio y lo real, entre la Ley y las leyes.
El alma se ve allí a sí misma como resultado de esta vibración única. Ve que ésta no es ni la fuerza del cerebro ni la del corazón, ni la de las manos o de los pies, pues todas estas son fuerzas resultantes de las modificaciones, sino que toda ella es fuerza espiritual emanante de la vibración única.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado como la síntesis de su Ideal Espiritual.
Cuando el Hijo reconoce en sí la Ley Real del Universo, entonces la libertad empieza a aparecer en él. Él y el Reglamento de Cafh son una sola cosa.
Cuando el Reglamento se ha transformado en el Hijo en una fuerza vibratoria única, determinada por un hábito de santidad único, se transforma de humano en divino. Es la realización del Ideal Espiritual.
La estructura del Reglamento de Cafh, por eso y sobre todo, es ideal.
Las Leyes de Cafh, más que imposiciones, son normas para ayudar a la ascesis de la Renuncia y se basan sobre prácticas más internas que externas. Aun las normas externas son más bien estímulos espirituales que funciones orgánicas.
El Reglamento es el esfuerzo del Hijo para que, por sí solo, logre el desapego exterior y se adhiera fuertemente a las prácticas interiores y espirituales.
El Reglamento de Cafh está tan orientado hacia el logro del Ideal Espiritual y está dispuesto de tal modo, que a través de las autoridades puede siempre el Hijo ser adaptado, o liberarse de aquellas prácticas exteriores que le impiden su realización.