Curso IV - Enseñanza 13: El Fuerte Libertador

Cafh espera el próximo descenso de la Divina Encarnación sobre la tierra.
El Fuerte Libertador, el Maitreya, el Cristo Glorioso, es la imagen del Ser Divino esperado.
Muchos afirman que la Divina Encarnación en realidad no encarna en un hombre, sino sólo anima una forma o da impulso a un ser escogido. La naturaleza del Dios-Hombre es sólo divina; su humanidad no es más que un reflejo, una ilusión.
Otros afirman que la Divina Encarnación es un símbolo, una imagen del descenso del espíritu a la materia y la elevación del mismo a su prístino estado, una analogía divina que indica el nacimiento de una fuerza espiritual en el alma, que es la manifestación trascendente de Dios en el ser, ya que el alma debe salvarse por sí sola.
Otros aun afirman que la Divina Encarnación está real y esencialmente encarnada en el Hombre-Dios y que su naturaleza es humana y divina.
Los orientalistas dicen que la Divina Encarnación realmente humana y divina viene periódicamente sobre la tierra para salvar a la Humanidad.
Los cristianos dicen que la Divina Encarnación, realmente humana y divina, encarna en el Dios-Hombre sobre la tierra para redimir a la Humanidad y que este acto divino, por ser integral y satisfactorio, no puede ser repetido; es único.
Cafh tiene al respecto su propia opinión que se expondrá aquí, pero que en última instancia deberá ser aclarada individualmente por el Hijo a medida que se acentúe en él la pureza interior y la claridad mental.
El ser tiene que lograr su liberación interior por su propio esfuerzo. Pero esta humana voluntad pierde todo valor determinante cuando se desune del fin común y único. El destino de perfección inherente al alma es su participación a la conciencia cósmica.
Entonces el ser por sí solo logra su liberación, porque determinadamente se pone en contacto con las fuerzas de liberación cósmicas.
La liberación del ser es preestablecida por un acto puro de la conciencia divina y lograda por el ser mismo, en sí, por su acto voluntario de participación y esfuerzo. Es indispensable entonces la participación de la Encarnación Divina para la salvación de los seres y del ser.
Esta salvación entonces no se efectúa solo individual o parcialmente, sino es colectiva para todo el género humano, para todas las fuerzas vivas predestinadas de la tierra y al mismo tiempo para cada ser de por sí.
Este proceso divino-humano en bien de la redención total de los seres puede ser observado en el curso del desenvolvimiento de la raza aria.
En los principios de la raza, la Revelación y la Tradición expresan únicamente un contacto del hombre con Dios a través de la reverencia y la pleitesía. Dios impera constantemente en el mundo y sobre el hombre, y el hombre tiene a su vez los ojos continuamente levantados al cielo en busca del amparo de este Dios, pero no lo conoce sino a través de las grandes manifestaciones de la naturaleza.
Como pasan los ciclos de vida esta idea se hace más profunda en el hombre, pero simultáneamente establece una valla infranqueable entre Dios y el hombre.
Dos cosas completamente distintas, un Dios inmanente y un hombre creado. Dos paralelos que se alejan cada vez más de su punto de partida y que ningún sistema filosófico ni imagen especulativa de la mente llega a unir; es una separación infranqueable.
El alma pierde su potencial unitivo con Dios y queda así inhibida para los grandes vuelos frente a un gran vacío.
Dios sólo puede llenar ese vacío. Sólo Él puede acercarse al hombre y atraerlo a Sí. Este es un hecho no sólo humano, sino racial y cósmico.
La Divina Encarnación es Dios mismo que toma forma humana para llenar este gran vacío.
Mas, para que este descenso divino a la tierra sea tal, no puede ser sólo un hecho ideal, una irradiación, una imagen, una potencia directiva, sino ha de ser un hecho real, efectivo, carnal. De no ser así no llenaría su fin.
La idea del descenso divino a la tierra se hace sentir simultáneamente, sobre toda ella.
La plasmación de la Idea Mesiánica lo impregna todo en un mismo instante.
A la distancia del tiempo esto se puede casi probar históricamente.
El hecho de un Dios hecho hombre no está mencionado en ninguna de las tradiciones más antiguas, especialmente ni en las védicas ni las hinduistas.
La Revelación sólo establece las relaciones del hombre con el Dios cósmico.
La Idea Mesiánica que se manifiesta en el mundo antes del advenimiento de Cristo, remonta a pocos siglos antes de su venida y aparece simultáneamente en todas las religiones y en todos los pueblos.
La idea de la necesidad de un Mesías Redentor se plasma sobre la mente del mundo. Osiris, el Dios protector de los muertos, se transforma en Egipto en el Redentor, muerto, despedazado y vuelto a resucitar para bien de los hombres.
En la India el Divino Redentor Krishna encarna sobre la tierra, se hace semejante a los hombres, participa de sus vidas y de sus males para poder salvarlos. Krishna en ningún texto indo está mencionado históricamente antes del periodo mesiánico.
Cristo, hasta los nombres son parecidos en su raíz, es el Dios Hombre que vive y muere para redimir a la Humanidad. La Divina Encarnación del Iniciado Solar de Cuarta Categoría es un hecho divino y humano, ideal y material, cósmico e individual.
El acto redentor, entonces, si es un hecho real, si es un acto divino pleno, no puede ser repetido: es único.
La Divina Encarnación encarna periódicamente sobre la tierra, pero el acto crucial de redención de una raza sólo puede ser consumado una sola vez.
La Divina Encarnación encarna entre los hombres y se pone en contacto directo con ellos.
Vuelve en otra etapa y alumbra sus mentes. Retorna otra vez e impregna todo de su presencia.
Los hombres están idealmente predispuestos para la redención por la influencia de las Divinas Encarnaciones que han encarnado entre ellos, pero la redención carnal efectiva sólo se consuma una sola vez.
Cristo, con su participación humana a los dolores de la Humanidad, en su Pasión, los redime plenamente. Aun carnalmente.
Mas la redención potencial de la Divina Encarnación de Cristo ha de ser actualizada en cada ser. Cada hombre ha de transformarse en otro Cristo para hacer efectiva en él la Divina Redención.
Lo que fue hecho y abarcó toda la conciencia de la Humanidad, lo ha de repetir cada alma en sí con su voluntad y esfuerzo.
El descenso de la Divina Encarnación a la tierra en la próxima aparición ha de lograr plenamente este fin.
El Fuerte Libertador ha de quebrar la puerta que separa al alma de la divinidad, para que ésta logre una trascendencia divina.
Y este Divino, real, iniciático advenimiento, es el esperado por Cafh.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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