Curso IV - Enseñanza 10: Economía Providencial

Los Hijos de Cafh practican la Economía Providencial.
El Hijo considera que sus bienes materiales y las ganancias que éstos le reportan no le pertenecen enteramente, sino que han de ser divididos proporcionalmente.
Es necesario desterrar el concepto de posesión si se desea eliminar del mundo las miserias y las calamidades que lo afligen. Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre la pobreza evangélica y la Economía Providencial de Cafh.
Cristo es bien categórico al respecto: “El pan nuestro de cada día dánoslo hoy”. “No atesoréis tesoros sobre la tierra”. Y a sus apóstoles dice: “No os procuréis ni oro ni plata ni calderillas en vuestras fajas”.
Los primitivos cristianos, guiados por Pedro, hacían vida en común. Los Hechos de los Apóstoles dicen: “Y todos los que habían abrazado la fe vivían unidos y tenían todas las cosas en común; y vendían las posesiones y los bienes y los repartían entre todos, según cada cual tenía necesidad”.
Sin embargo, el ideal de pobreza evangélica, que Cristo deseaba como un fundamento para la felicidad de todos, queda entre las bellas aspiraciones. Sólo aisladamente alguno de los más fervorosos pudo cumplirlo. San Francisco de Asís es uno de los más dignos ejemplos.
El ideal de pobreza franciscana es sublime. A través del mandato evangélico puesto en práctica, el hombre logra por la renuncia sistemática a todo, la unión con la señora pobreza: es la naturaleza redimida por la sangre de Cristo y divinizada por su imitación de suprema renuncia.
Pero este sendero no puede ser realizado por todos. Francisco pudo mantener este estado de vida sólo mientras sus discípulos fueron unos pocos. Aun en vida se le oía clamar para que sus frailes no abandonaran su vocación de pobreza, pero tuvo que ver, impotente, que ellos necesitaban ropa para vestir, casa para habitar, libros para estudiar.
Los franciscanos idealmente se mantenían fieles a la pobreza, pero efectivamente nunca pudieron practicarla como lo habían hecho Francisco y sus primeros compañeros. Todos aquellos que lucharon luego por su pristinidad fueron sistemáticamente reprimidos por la necesidad y el bien de la comunidad. Sólo unos pocos elegidos pueden realizar a Dios por medio de la pobreza total.
El ideal evangélico de pobreza, sobre todo como es practicado en la actualidad en el mundo cristiano, más que un remedio frente al deseo desenfrenado de posesión de los hombres, es un camino de realización mística frente al mal colectivo.
La Economía Providencial de Cafh quiere cambiar, ante todo, el punto de vista posesivo del Hijo. Dar es recibir. Ella no sólo es parte del sendero de realización, sino una solución para el mal posesivo y egoísta de la Humanidad; la felicidad del Hijo es incompleta sin la felicidad de todos.
Los medios posesivos del hombre lo hacen pobre y miserable. Juntar bienes terrenales es quitar a otros lo que les pertenece naturalmente. La madre tierra da el alimento necesario para todos sus hijos y no más. El almacenamiento continuado y desmedido por especulación y no por justa distribución, está quitando a alguien lo necesario y cargando al poseedor con el malestar de muchos.
Esto hace que el poseedor y la posesión sean dos cosas distintas, antagónicas, que tendrán que chocar entre sí y destruirse recíprocamente. La nave demasiado cargada se va a pique.
La Economía Providencial enseña que hay en el hombre una fuente permanente de posibilidades de bienes de toda clase y, entre éstas, de bienes materiales.
Esta fuente anímica es continuamente taponada por la sobrecarga de ideas de necesidades no reales. Liberarse de la preocupación egoísta de sí es dejar que el agua de las posibilidades brote ampliamente.
Dar la mayor parte de lo que uno tiene es el único modo para destruir el complicado sistema económico de retener porcentuando. La retención que por ser tal se reproduce en beneficio de sí misma.
Economía Providencial no es darlo todo, hacerse mendigo profesional, despreciar todas las comodidades y los bienes que son inherentes a la vida del hombre, sino es saber ocupar su propio lugar en el mundo y no dos lugares.
No se puede dar al hombre enseñanza espiritual si no se ha pensado en su situación económica.
Él necesita dos panes para su adelanto: el pan espiritual y el pan material.
La Economía Providencial de Cafh es intrínsecamente el concepto humano de no posesión, y efectivamente el concepto de participación ecuánime de los bienes del mundo.
La Economía Providencial ha de ser practicada socialmente.
El hombre vive, trabaja, piensa y tiene derecho a todo lo que él necesita especialmente para vivir. Así como todo ser necesita un caudal determinado de aire para vivir, así también necesita un campo magnético humano en donde desenvolverse, siempre según su necesidad especial.
Todos los hombres son similares, pero ninguno igual a otro.
El hombre necesita, según su actuación y capacidad, su casa propia, sus herramientas de trabajo, sus animales domésticos, sus libros de estudio, sus elementos alimenticios vitales. El técnico necesita su laboratorio y el organizador su fábrica, el sacerdote su iglesia, el sastre su máquina de coser y el navegante su barca. Para esto es necesario el aporte impositivo de los hombres a un fondo común social, el gran “Almacén Inca”.
La posesión de los elementos vitales verdaderamente indispensables para el hombre no es el objeto en sí sino la posesión anímica de los mismos. Es poseer el caudal de experiencia, la capacidad técnica y aplicativa de los medios experimentados, el gozo interior y comunicativo del propio valor y, sobre todo, la seguridad íntima de tener derecho a la participación a los bienes de la vida.
La Economía Providencial ha de ser practicada con la familia.
Las obligaciones con aquellos que dependen de uno han de ser espontáneas como el agua fluye. Dar, siempre dar el máximo, ha de ser el lema de los padres, de los hijos, de los hermanos, de los familiares.
La mayoría de los hombres dan lo menos que sea posible a los suyos para que luego hereden más. La herencia es el peor mal de la Humanidad; desde luego, las herencias desmedidas o inoportunas. Todo lo que se dé a los familiares como necesidad de desenvolvimiento de vida será constructivo y feliz, mientras que la herencia desmedida ha de ser considerada un mal por los Hijos.
La Economía Providencial ha de ser practicada como disciplina mediante el ahorro.
El ahorro no es un factor egoísta cuando es practicado como previsión; así es base de felicidad civil.
Hay necesidades, que se desplazan en el tiempo y lugar que es necesario considerar; lo malo es el ahorro hecho como medio e idea especulativa exclusivamente.
La Economía Providencial ha de ser practicada por el Hijo como posibilidad de ofrenda.
La producción del hombre es siempre superior a sus necesidades reales y este excedente, fruto de discreción y economía, el Hijo ha de ofrendarlo providencialmente como una obligación hacia los demás seres. Desde luego que toda ofrenda hecha para los demás hombres implica una imperfección en sí; el hombre, en un mundo bueno, no debería necesitar nunca nada de nadie, pero es ésto un esfuerzo para alcanzar aquel estado de perfección económico.
El Hijo no da una caridad voluntaria, sino se impone, por sí solo una obligación sagrada y solemne de dar proporcionalmente, para aquellos que no tienen todo lo necesario, una parte de lo que tiene y produce. Él estima que no regala, sino que es un deber de hombre y gente que es un mandato divino que él asume con toda responsabilidad.
Parte de lo suyo irá sistemática y ordenadamente a los niños, enfermos, incapacitados, débiles, ancianos y demás necesitados.
La Economía Providencial ha de ser practicada por el Hijo como parte de su desenvolvimiento espiritual.
El concepto de no posesión, la seguridad que adquiere el Hijo de tener en sí su propia riqueza, la ofrenda sistemática efectuada para darle a esta teoría una efectividad, lo hacen participar del Plan Divino.
No se podrá solucionar el aspecto espiritual del hombre si no se solucionan sus dificultades económicas.
El problema económico sólo puede ser solucionado si se lo traslada al Plan Divino, quiere decir, no son dos problemas el pan material y el pan espiritual, sino uno solo. Es tan importante comer como saber.
El Hijo, con esta comprensión y aporte, traslada la faz material a su divino mundo interior y la soluciona con su participación de no posesión, de adquisición de poder posesivo interior y no exterior.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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