Curso XII - Enseñanza 6: La Ley de la Renuncia
Los Hijos de Cafh deberán ser obedientes a las leyes vigentes en el país al cual pertenecen o que los hospeda.
Hay quienes opinan que sólo hay que obedecer a leyes justas y oponerse a otras que son malas para los pueblos.
La misión de Cafh sobre la tierra no es la de juzgar o determinar cuáles leyes son buenas o cuáles son malas, pues en el Plan Divino está dispuesto cuáles son las organizaciones que han de determinar sobre este punto. Pero como ningún ser humano puede prescindir de las responsabilidades que como tal le corresponden dentro de la sociedad, y sería irresponsable que se apartara de los problemas de los pueblos, es necesario exponer en cuál doctrina se basa este mandato de obediencia a las leyes.
Cafh proclama que ninguna ley puede ser siempre buena y tener resultados eficientes si no se basa sobre la Renuncia y que, partiendo de este postulado fundamental, todas las leyes serían consecuentemente buenas.
Las leyes son siempre humanas; buenas hoy, no buenas mañana; sujetas a infinidad de cambios y circunstancias; aplicadas según el criterio de los hombres que las proclaman y las controlan, mientras la Renuncia es una ley única, universal, invariable. Y como la Renuncia es una ley única, divina, expresión de la Idea Madre de la Raza Aria sobre la tierra, fue proclamada por los Grandes Iniciados de todos los tiempos.
El deseo de posesión, el temor a perder los bienes y la vida, la avaricia acumulativa de los hombres los ha alejado de esta ley única, fuente de toda felicidad, y ha hecho necesaria la imposición de leyes y más leyes para contener estos males.
Pero si el ser cumple con la Ley Divina de la Renuncia, las leyes humanas se hacen fáciles y llevaderas para él y las deroga, cuando ya no son útiles y buenas, con la sola fuerza de su conducta y resistencia moral.
El Hijo de Cafh ha de ser obediente a las leyes porque, antes de quitarle, ellas constituyen una contribución para lograr la ley única de la Renuncia. Aún sometiéndose a leyes injustas, con el renunciamiento a la propia voluntad se fija el vencimiento de esa misma ley.
Todos los Grandes Iniciados han proclamado y practicando esta Ley Eterna y la han manifestado en el mundo con la sumisión y el renunciamiento.
El programa político de “No Resistencia” de Gandhi es un Mensaje de siempre.
San Francisco encuentra la perfecta felicidad al desposarse con Madonna Povertá.
Jesús predica el Renunciamiento como la Ley Suprema. “Aquél que quiere seguirme que deje todas las cosas y venga”, y no todas las cosas sino aún a sí mismo, su misma alma. “Aquel que quiere salvar su alma la perderá y aquél que la pierde vivirá eternamente.”
El Buda predica el Renunciamiento como único medio de fraternidad entre todas las clases sociales, y logra la paz y felicidad.
La ley de Renuncia, al basarse sobre el desprendimiento de los propios valores, no es una ley exterior, sino una Ley Interior. Al ser un acto negativo de la voluntad sensorial e intelectual hace que el ser muera a la vida actual exterior: al modo de obrar, de sentir, de pensar. Cumple con todas esas funciones objetivamente sin identificarse con lo pensado, experimentado, hecho. Él, al dejar de hacer, se transforma en Ser, en Testigo Simple de sí mismo.
Sus valores negativos por el acto de Renuncia constante, que no es no hacer, sino hacer sin apegarse a lo hecho, trasladan al hombre a un estado infinitamente superior: estado de súper sentir, súper obrar, súper pensar con resultados insospechados. Aún lo dice Cristo: “Vosotros que lo habéis dejado todo por mí, recibiréis el ciento por uno y además la vida eterna”.
El poder de estos seres que practican la ley interior de Renuncia es inmenso, pero sería imperfecto si fuera el bien de unos pocos solamente.
Este bien tiene que estar al alcance de todos los hombres; no puede haber felicidad perfecta si un solo ser no participa de la misma.
Es necesario que el Hijo de Renuncia cumpla todas las leyes de los hombres junto con todos los hombres, para que su participación sumisa lo una a todos los hombres y los ponga en contacto con su vibración y sentir interior. Esta participación ha de enseñar a los hombres que no es con revoluciones, guerras y cambios de leyes que se logra la felicidad de los pueblos, sino sólo participando con la Ley Única y Divina de la Renuncia.