Curso XII - Enseñanza 4: El Cuerpo Místico
Cafh es esencialmente divino; en sí es no determinado. Por eso su manifestación a través del Cuerpo Místico es integral.
Cafh es idea simple que se multiplica por reversibilidad, se expande por participación y se determina como manifestación de presencia.
El Cuerpo Místico de Cafh revela su potencia divina.
El potencial divino de Cafh no es un potencial determinado porque el Cuerpo Místico de Cafh no es determinado. Si el Cuerpo Místico de Cafh se determina es por reversibilidad. Cafh no hace, Cafh plasma.
En ese sentido Cafh, como actividad humana, no es la materialización de una idea que es siempre la muerte de una idea, sino el fermento, la plasmación de la Idea, que es la vida de Idea porque es reversibilidad.
Una idea hecha algo, desaparece como potencia. Una idea cuando se plasma, permanece, y su potencia es siempre divina en el sentido que se proyecta y muere para dar posibilidad a otra idea-vida.
Cafh, como potencia divina, no se opone a una actividad humana. Cafh, como actividad humana, no reduce la Idea Divina.
Cafh, como Cuerpo Místico, es Ired, Renuncia, vida: Vida Divina que es actividad en sí, fuerza creadora, potencia infinita.
Cafh no es solamente una Idea, una fuerza, un sentimiento o una organización. Cafh es; por eso no tiene un cuerpo, sino un Cuerpo Místico.
El cuerpo espiritual, mental y magnético de Cafh forman el Cuerpo Místico de Cafh.
El Cuerpo Espiritual de Cafh es Idea Simple.
La Idea de Cafh no es una idea nueva, ni una doctrina, ni una peculiar forma del pensamiento. La Idea de Cafh es Idea Simple.
La Idea Simple no pertenece a un campo mental determinado. En realidad no tiene ubicación ni atributos; lo simple excluye toda polaridad característica. Por eso Cafh, como Idea, no es algo posible de captar o comprender, sino sólo se puede realizar como integración a Cafh, como Estado de Conciencia en Sí.
La realización de la Idea de Cafh no es la identificación con una idea sino Iluminación Espiritual. La Iluminación Espiritual no es una comprensión, ni aún una comprensión trascendente. La Iluminación Espiritual es una integración de valores en un elemento simple; la reducción del compuesto a la unidad.
La Unión Divina no es unión propiamente dicha, es desaparición de toda dualidad. La Unión Divina no puede tener atributos; es la desaparición de la unidad en la simplicidad.
La Renuncia es Unión Divina porque es el estado negativo, simple.
Por eso la Idea de Cafh es Renuncia.
El acto puro es el acto divino, el acto en sí; es el elemento de todo acto, de toda plasmación, de toda realización. Es, en sí, realización.
El Hijo participa de la Divinidad a través del Acto Puro.
El Hijo se simplifica por la Renuncia hasta transformarse en un acto potencial generador. Él ya no es un reflejo de la Divinidad sino la Divinidad misma.
El estado simple del alma no es comprendido comúnmente por los Hijos. Ellos asimilan la Renuncia a las renuncias contingentes, y creen que la simplicidad es el punto final de una trayectoria. La trayectoria existe en todos los actos menos en la Renuncia. La aparente trayectoria de las renuncias contingentes no es la Renuncia, sino predisposición a la Renuncia, que no es movimiento, sino permanencia estática. Sin embargo, esa permanencia se manifiesta a través de etapas y logros definitivos.
La Idea Simple contiene en sí la potencia de su plasmación integral. La posee porque por ser simple, es reversible, Es.
La unión con la Idea Simple no es identificación con un aspecto de su plasmación, el más elevado, sino con ella misma a través de la integralidad de su estado consumado.
No es posible la identificación con la Idea Simple en sí, sino a través de un estado de similitud que no puede nunca ser simple en sí, ya que es parte de lo compuesto. Pero se puede unir a ella por reversibilidad, por identificación con su estado integral consumado.
La identificación total con lo Eterno no es de este mundo, pero sí lo es la unión con Él por reversibilidad, por Renuncia.
La Unión Divina, si bien es un estado estático, por ser reversible, se plasma en estados de holocausto, entrega, ofrenda, es Renuncia permanente. No es así en el sentido común de los términos, sino un estado espontáneo y simple. Por la Renuncia permanente se llega a la Unión Divina a través de la entrega; la Divina Madre se da al Hijo y el Hijo se da a la Divina Madre.
Una idea no se plasma; una idea es la plasmación de la Idea.
La Idea es Luz; una idea, como plasmación, no lo es; a lo sumo es reflejo.
La plasmación de la Idea es fuerza de realización que se determina en acto.
La Idea es acto puro; la plasmación de la Idea es un acto que muere creando la Idea.
La plasmación de la Idea establece una línea, un orden, una trayectoria, una organización.
La fuerza de Cafh no es una fuerza humana. No es el resultado de un movimiento o de un pensamiento. Tampoco es el resultado de la capacidad o esfuerzo del hombre.
Por más elevado que sea el fin y las fuerzas puestas a un objetivo, el hombre no puede crear una fuerza sobrenatural. Pero puede hacer que lo sobrenatural venga a él. Mas, eso no encadena lo sobrenatural a un hombre, a un grupo o a una organización.
La fuerza de Cafh es sobrenatural porque es resultado de la Renuncia.
Los Hijos nunca pueden desvirtuar o transformar la fuerza de Cafh; pueden participar o no de ella. El Hijo no puede nunca desvirtuar a Cafh, pero puede desvirtuar a Cafh en él.
El Hijo por su Renuncia participa de la Idea; él, como elemento simple, es la fuerza y la Idea. Pero si los Hijos tienen en Cafh otro sostén fuera de la Renuncia participan de Cafh sólo humanamente, y son una idea y cuentan con una fuerza. Y esa idea y esa fuerza no son suficientes para mantener a los Hijos integralmente en la ideación de Cafh; participan de un cuerpo místico no integral. No porque éste no pueda tener fuerza y elemento espiritual, sino porque éstos no serán ya espirituales en sí, sino expresión humana de un anhelo espiritual.
Cafh es, pero el Hijo puede no ser Cafh.
La única condición de plasmación de la Idea en una fuerza es la Renuncia. Es la Renuncia porque es el único medio efectivo que tiene el ser para participar divinamente.
La Idea en sí, es; pero su plasmación obedece a un movimiento. Este movimiento no es un movimiento direccional sino un movimiento en sí, el movimiento simple.
Para poder participar de ese movimiento simple es necesario asemejarse totalmente a él, y esa semejanza se logra por la Renuncia.
El Hijo participa de ese ritmo divino únicamente a través de la Renuncia, que es Unión Substancial con la Divina Madre. Él nunca puede pensar que tiene otra base para su vida espiritual. Si los Hijos asientan su vida espiritual en una base que no es totalmente sobrenatural, formarán sólo un cuerpo natural, con características humanas, limitado en el tiempo y sujeto al ciclo de las cosas humanas.
Donde hay plasmación hace falta luz para no perder la participación integral a la Idea. El movimiento descendente debe ser siempre ascendente; si no deja de ser Ired para hacerse un movimiento con un potencial determinado, con un alcance, y nada más. Por eso es necesario luz-tiniebla para no materializar la Idea, sino plasmarla.
Cafh no es Cafh, sino una expresión de Cafh.
La fuerza de Cafh no está en ser algo, sino en ser plasmación. Pero allí donde hay plasmación hay separación aparente.
La realidad objetiva no es el conjunto sino la parte grosera del conjunto.
Lo necesario, entonces, para el mantenimiento de la pureza de la Idea, es la permanencia en lo espiritual de la idea, ya que la base de que se parte es su aspecto material.
La Obra de Cafh es solamente espiritual, como acto puro, como Ired. Por eso se manifiesta en el mundo. Se manifiesta como obra en las almas y como obra a través de las almas. Y esa obra particularizada vuelve a remontarse hasta lo simple y divino por participación al Cuerpo Espiritual, que es Iluminación Espiritual.
Este movimiento aparente, que es fuente de todo movimiento y vida, da como posibilidad a las almas de Cafh la Unión Substancial con la Divina Madre y, al mismo tiempo, hace de las obras de los Hijos plasmación de la Idea de Cafh, que es siempre divina y universal. Los Hijos hacen así, a través de su esfuerzo y entrega, una obra divina en el mundo.
Los Hijos que no comprenden la ideación divina de Cafh, pierden su tiempo y no participan integralmente del Cuerpo Místico. Siempre creen que su trabajo, su idea y obra personal es la Obra, cuando en realidad ellos dejan así de participar de la Gran Obra, limitando sus posibilidades divinas a un campo humano que siempre lleva al fracaso.
Para el Hijo no hay otra Obra que su integración total a Cafh, que es una entrega absoluta de su ser, sus posibilidades y sus esfuerzos a Cafh. Pero al mismo tiempo esa Renuncia diviniza la entrega del Hijo multiplicando divinamente esas posibilidades, y otorgándole el don de una participación substancial a la Integridad de la Gran Obra.
Todas las almas participan de la Ideación Divina y todas llegarán a la liberación final. Pero cada alma determina, según su esfuerzo, su participación actual a la Gran Obra.
Los valores individuales separados no participan del Cuerpo Místico de Cafh.
La Obra siempre se hace por participación, que es desaparición por la Renuncia en la Obra misma. Un valor independiente excluye toda participación, y no sólo no participa, sino se opone a la Obra como punto irreducible de personalidad. Una personalidad es el punto de precipitación de los valores humanos separados, que se oponen siempre al movimiento expansivo de participación.
La verdadera entrega no es el esfuerzo personal por lograr un bien determinado, sino el esfuerzo impersonal de renuncia integrado por el amor a una obra común.
Las almas participan del Cuerpo Místico de Cafh según esa unidad de entrega. Esa entrega, si es integral, es liberación; porque donde hay holocausto hay Unión Divina.
¿Esa capacidad de entrega está determinada por una predisposición natural del ser o depende de un esfuerzo volitivo?
El ser, aun con luchas y esfuerzos, llega fácilmente hasta un punto, pero para trascenderlo hacen falta un esfuerzo y renuncia no comunes. Son muy contados los que lo logran; sin embargo, eso no niega el libre albedrío, sino lo comprueba.
La posibilidad de variar la intensidad de un esfuerzo o de elegir es una visión muy pobre del albedrío. Ese pequeñísimo margen de libertad dentro de una trayectoria fija no puede entenderse como libertad, aunque lo es dentro de su círculo.
El verdadero libre albedrío es el que puede romper el límite de determinadas posibilidades para hacerse dueño de otro orden de posibilidades.
El hombre lucha por conquistar un albedrío que no es tal y se estrella contra sus propias y reales posibilidades. Sólo aquél que salta por sobre sus posibilidades contingentes realiza las posibilidades reales. Sin embargo, la gran mayoría entiende por liberación la realización de las posibilidades contingentes.
Por supuesto que el salto sobre las posibilidades contingentes no significa la realización absoluta ya que, entonces, las nuevas posibilidades se vuelven contingentes; pero si se logra la permanencia en la Renuncia la línea no se interrumpe hasta el final. Entonces es expansión infinita que rebasa lo real y lo contingente; la participación es reversibilidad y la reversibilidad perfecta, Renuncia; la recta es curva, la curva, círculo y el círculo, cruz.
El deseo de entrega produce una potencialización interior. Esa fuerza, multiplicada por la persistencia del deseo, al no ser transmutada en fuerza espiritual pura por un estado negativo de Renuncia, crea una necesidad de acción: hacer algo, hacer “el bien”.
La acción siempre existe, pero esta acción buscada no es más que el gasto inútil de un potencial que, sostenido por la permanencia, hubiera alcanzado una expansión no determinada.
Es evidente que el acto interior de entrega, si es divino, no puede traducirse en una actitud dada. El estado interior negativo, por ser completamente opuesto a los estados positivos de acción-gasto, no ofrece asidero alguno.
Por eso la Renuncia no puede ser comprendida sino por similitud, y los Hijos, si bien participan de Cafh, no siempre participan comprensivamente de su Ideación Divina, que es Renuncia.