Curso XII - Enseñanza 3: Reunión de Almas
Los hombres, para poder convivir entre sí, necesitan una participación recíproca de hechos y de hábitos.
Estos hechos y hábitos son el origen y resultado al mismo tiempo, de los lazos de sangre, de las obligaciones comunales, de las sucesivas leyes, de la adaptación ambiental, de la eficiencia del trabajo y de la estabilidad de residencia.
Estos hechos y hábitos, a la vez que por las circunstancias y necesidades, obligan al hombre a vivir y a estar obligado para con los otros hombres, le dan al mismo tiempo el privilegio de intercambiar y beneficiarse.
Pero esta unión de hombres, sujeta a la sucesión de hechos y a la relación de hábitos, es temporaria, no perdura; está sujeta a los cambios, a las alternativas, a las separaciones y al dolor.
Los Hijos de Cafh, al ponerse en contacto entre sí, transforman la unión de hombres en unión de almas.
Se dice “Unión de almas” porque los Hijos no se comunican entre sí por lazos humanos, por hechos o hábitos comunes, sino sólo por una semejanza anímica de aspiraciones comunes, expansiva hacia lo eterno, lo infinito.
Esta semejanza anímica expansiva genera no una fuerza humana, sino una fuerza sobrenatural, espiritual, divina.
Por eso la reunión de hombres es una fuerza humana con resultados transitorios, mientras la reunión de almas es una fuerza divina con resultados permanentes.
La reunión de almas de Cafh entonces, al no ser humana sino divina, tiene el bien supremo de la perdurabilidad. Permanece a través de todos los acontecimientos, de todas las distancias, de todos los cambios, de todos los tiempos.
Los Hijos de Cafh por esta divina reunión afirmada y consagrada por los votos y el juramento quedan física, mental y espiritualmente unidos entre sí, no hay poder capaz de separarlos.
Cuando los Hijos no estén reunidos la fuerza de su unión traza caminos magnéticos en el espacio que los reúne continuamente, por muy distantes y apartados que se encuentren, pues uno solo es el Sendero de los Hijos de Cafh. Aun si ellos no se conocen, la voz de todos se une en una conversación sobrenatural para proclamar la Enseñanza. La imagen de uno es la imagen de todos, pues todos se identifican en el Cuerpo Místico de Cafh con sus Cuerpos de Fuego.
Esta reunión de almas es única en la tierra porque amalgama fuerte, divina y sobrenaturalmente entre sí a los Hijos, los cuales al participar de la Gran Obra que no tiene punto de apoyo exterior y humano alguno, no pueden sufrir dispersión de energías, ya que ésta fluye sobre el mundo únicamente a través del Poder de la Gran Corriente.
El único signo de reconocimiento exterior que tienen las almas de Cafh es el suave vínculo de la amistad.
La amistad es el reflejo de lo que es la unión de las almas en lo íntimo, ya que la amistad hace unir y amar entre sí a los seres por la simple razón que se sienten inclinados a eso y por ninguna otra causa.
La amistad de los Hijos es una participación de virtudes comunes, es una expresión de dotes morales semejantes, es un conocimiento recíproco y amoroso de todos los conocimientos de la Enseñanza. Es un incentivo para reflejar entre sí la propia capacidad anímica expansiva.
La amistad de los Hijos hace de ellos centros potenciales semejantes, Cuerpos de Fuego resplandecientes, canales vivos que no reducen y limitan a la Humanidad, sino que manan abundante poder de realización sobre ella.
Los Hijos de Cafh que han pasado al más allá permanecen aún vivos entre los Hijos de la Tierra. Su vivencia es permanente en las Tablas por el recuerdo y la eficiencia de conocimientos y de amor.
Estos Hijos de las Tablas Astrales viven aquí, por su misma fuerza espiritual, a través de sus obras, de sus trabajos, de sus enseñanzas y de sus esfuerzos.
La reunión de almas de Cafh es entonces tan excelente y extraordinaria que trasciende todos los límites, penetra en los rincones más apartados del mundo, entra en el alma de todos los seres.
Es una vibración puesta en movimiento que ha de cambiar la faz del mundo.