Curso XII - Enseñanza 2: Este es el Reglamento
El alma, al ponerse en contacto con la Gran Corriente, queda de inmediato transformada: de ser humano se transforma en un ser divino y así como un hombre tiene leyes y normas naturales que cumplir, el ser divino, enseguida que se transforma en tal, queda sometido a leyes y normas espirituales.
El Reglamento de Cafh no es entonces un conjunto de leyes y normas impuestas, sino el modo de vivir espontáneo y espiritual de los Hijos. Por eso él empieza con estas palabras: “Éste es el Reglamento de Cafh”. No dice este escrito, estas normas, estas leyes, sino simplemente “Éste”, pues él es fuerza motriz del espíritu grabada en el corazón de los Hijos.
El modo como el Hijo expresa esta ley en la vida es la norma escrita que sigue al primer párrafo del Reglamento.
Es la voz de la Divina Madre hablando al oído y al corazón de los Hijos, como si hubiera condensado en su Enseñanza todos los valores de los códigos sagrados y de los caminos místicos, como si hubiera dado una fórmula de la Idea Madre, una expresión que fuera la síntesis de las normas y del modo de vivir de los Hijos de Cafh: la Ley Única.
Esta voz viva de la Divina Madre llega con la vocación espiritual a cada uno de los Hijos y en cada uno de ellos graba el Reglamento en su corazón. Por eso San Pablo escribe también a sus fieles: “Vosotros sois la carta de Cristo”.
Pero las leyes naturales del hombre y la razón humana continuamente luchan en contra del ser espiritual que corre así peligro de olvidar la voz y la Enseñanza Divina. Por eso fue necesario que esa ley divina grabada en el corazón del Hijo fuera, además, transmitida en lenguaje escrito, como un signo de recuerdo y confirmación.
Si así no fuera, el Reglamento de Cafh sería también una ley humana, difícil de sobrellevar y desligada de la voluntad del hombre.
Todas las leyes, aun las más pesadas, tienen sentido cuando son expresadas y adaptadas a las circunstancias del momento. Pero a través de los cambios y del tiempo ellas se convierten en yugo, en duras cadenas, y la lucha de los hombres ha sido siempre un esfuerzo por romper estas cadenas y adquirir su prístina libertad.
Esto no les pasará a los Hijos si no humanizan las normas divinas que han recibido, es decir, si no hacen del Reglamento algo extraño a ellos, si siempre lo viven y expresan en su vida como un hábito espontáneo, como una modalidad de su ser íntimo, como una irradiación de la Ley Divina que mora en su alma. Aún cuando esta ley aparentemente cueste cumplirla no debe tomarse nunca como un esfuerzo impuesto, sino como una técnica espiritual, como una disciplina ascética y única para lograr el fin propuesto.
Es necesario que todas las veces que el ensueño racional torna al Hijo al mundo de las sombras la voz del Reglamento se haga escuchar y lo encamine por el buen sendero.
Es necesario que cuando la flaqueza humana tiende a amortiguar en el Hijo la ley divina depositada en su alma, el Reglamento escrito avive su memoria. Aun podría ser que a través del tiempo lo que fue escrito en el alma de los Hijos pase por épocas de oscuridad y olvido, y entonces será esta ley escrita la que hará resurgir las almas escogidas, la que volverá a despertarlas para que escuchen la Voz Divina.
Las primeras palabras son entonces fundamentales: “Éste es”. Son expresión de la esencia del Reglamento de Cafh y de la Idea Madre. Son el signo de la fuente de la Revelación Primera. Son el sello de las almas. Son el incentivo de la vida, presagio de un triunfo espiritual seguro.
Estas palabras le dicen al Hijo que este escrito ha de desaparecer para él porque quedará escrito en su alma permanentemente.
El Reglamento, por un don de gracia adquirida, por el esfuerzo místico de la Ley Divina hecha realidad, se manifestará en el Hijo, vivirá en el Hijo; el Reglamento y el Hijo serán una sola cosa.