Curso XII - Enseñanza 12: La Labor del Orador

La característica de la misión de Cafh en las almas es la Enseñanza.
Realiza en ellas el bien de su reconocimiento interior, de su santificación, especialmente entre las almas de los jóvenes.
Esta realización es un reconocimiento íntimo del alma que al descubrir su propia vocación la hace participar de la plenitud de la vida.
Los Oradores han de ser verdaderos portadores de la Enseñanza.
Ellos han de valorar la gracia que llevan consigo de ser portadores de estos bienes supremos.
Cafh hace entonces participar a los Hijos de su vida espiritual íntima; pero, ¿qué es para el mundo y aún para los mismos Hijos, vida espiritual?
Hay muchas religiones, filosofías, organizaciones espiritualistas que no pasan de ser conceptos puramente ideológicos casi siempre irrealizables, ya que no son más que una proyección de sus deseos y aspiraciones.
La vida espiritual no es ideología, no es fantasía de la mente, ni es en sí una proyección de algo íntimo hacia lo exterior, sino es una participación aún pequeña pero íntima, esencial, verdadera del alma con todo lo existente.
La vida espiritual es la vida propia del hombre, es la expresión del ideal que transforma en el mundo todo modo de vivir.
El alma, puesta en contacto con la vida espiritual, lo exige todo de su guía, quiere sus experiencias y las realizaciones de su ideal. Sin embargo, con esta exigencia el alma penetra en el alma del Orador y establece de por sí un canal que le hace posible que él transmita la Enseñanza.
El Orador tendrá constantemente que mantener vivo y abierto este canal entre él y el Hijo.
El Orador deberá hacer el bien, comunicar su enseñanza sin importarle el destino del alma y sin especular si ella seguirá o no seguirá en la senda.
Él deberá mostrarse desde un principio capaz de comunicar la Enseñanza con una base firme, propia y segura. Este método será la base de toda la vida espiritual futura del Hijo.
Estos conceptos fundamentales los acrecentará el Orador con un estudio de las almas a través de su contacto con ellas.
Él procurará conocer los complejos psicológicos del Hijo que le ha sido confiado.
No se puede llevar a un alma hasta el cielo si antes ella no desechó su bolsa de pan de pobre, si ella no recobra su tranquilidad y sosiego interior, si está cargada de complejos de toda índole, psicológicos, fisiológicos, morales o ancestrales. Por las preguntas que el alma hace al Orador éste se transformará en investigador atento y, a través de ellas, conocerá el nivel de su estado interior.
El Orador se presentará a la Enseñanza con una formación cultural adecuada de las materias que va a tratar. Por la formación cultural de él las Enseñanzas cobran el brillo de lo universal, toman vida por la descripción de los lugares determinados y por los ejemplos e imágenes narradas.
Él tendrá siempre a mano ejemplos gráficos y simbólicos para ilustrar la Enseñanza, y conceptos adecuados para contestar a las almas cuando estas se lo solicitan.
La personalidad del Orador ha de ser ante todo fiel expresión de la Enseñanza de Cafh que lo coloca en ese estado divino que le hace receptor y transmisor de la Enseñanza. Pero el Orador, aparte de este estado divino, puede aumentar naturalmente su personalidad a través de su expresión de renuncia.
Esto del siguiente modo: tener influencia sobre las almas sin hacerse notar, estar siempre presente sin aparecerlo, saber imponerse sin usar de su autoridad.
El Orador, al no hacerse notar, se despoja de su formación racial. Es como si él se olvidara realmente de su yo para hacerse únicamente el Orador. Alejado de la función social que desempeña en el mundo y de sus creencias religiosas, el Orador vive únicamente a través de la expresión de Cafh.
El Orador, al no hacerse sentir, deja en la mente y en el corazón de los Hijos los conceptos fundamentales de la Enseñanza dejando que el tiempo y que el reconocimiento interior, que los irá poseyendo poco a poco, dé sus frutos. Por eso no usa la presión sistemática, ni la enseñanza siempre igual, ni la aplicación de determinados modismos, sino el Orador está siempre allí, ausente de sí mismo y dándose impersonalmente a las almas.
El Orador, al no hacerse autoridad, acrecienta la valoración de la autoridad divina que le ha sido otorgada a los Hijos y debilita hasta anularla la autoridad terrenal. El Orador se cede a sí mismo y encuentra la autoridad real.
El Orador ha de ser paciente y dinámico, firme y tolerante, bueno y justo.
El Orador con la paciencia, logra penetrar en el alma poco a poco. Se sabe positivamente que el Hijo no abre su corazón de inmediato. Es necesaria la paciencia del Orador, que aguarda día tras día, pero dinámicamente y sin cansarse, hasta penetrar en el alma y poseerla.
El Orador ha de ser firme en sus conceptos y en sus expresiones, sin cambios y sin titubeos. Si él vierte un concepto, ha de mantenerlo y sustentarlo contra toda crítica. Si se viera forzado a entrar en un análisis inspirado en problemas sobre los cuales no tiene dominio, deberá valerse de todos los medios para mantener su posición. El alma siempre ha de estar segura de que su Orador tiene el alimento espiritual que ella busca y necesita, y a la hora adecuada.
Asimismo el Orador ha de ser tolerante con los más lentos e incapaces, y con aquellos que tienen falta de adaptación para con la Enseñanza.
El Orador ha de ser positivamente bueno, pero de esa bondad serena y justa que no admite debilidades. Él ha de cederse al alma en un concepto de comprensión. Ha de llevar a ella y a su corazón la luz a través, no sólo de su conocimiento, sino del calor de su sentimiento.
La más pequeña palabra dicha con amor adquiere un valor infinito a los ojos y al sentir del Hijo que la escucha.
Entonces la Enseñanza se transforma en fuente de vida y Realización Espiritual.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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