Curso IX - Enseñanza 11: Exhortación
Espero que este Retiro haya sido útil y les reporte utilidad para el presente y futuro de sus vocaciones.
Ninguna doctrina tiene valor si no se asienta únicamente sobre los Votos.
Debemos llevar ideas claras al mundo para poder dirigir a los Hijos y llevarlos por el camino místico de la Renuncia.
Nos cabe observar y comprender los grandes problemas del mundo, como así también conocer y determinar la responsabilidad de Cafh sobre los mismos.
Los cambios sobre el modo de vivir, de administrar, y especialmente los cambios de ideas que indican un movimiento definitivo en la historia de la Humanidad, con sus variaciones cíclicas de colectividades e individualidades, son para Cafh signos de su autoconocimiento de estar siempre responsablemente orientados a la divina acción.
Hemos perdido mucho tiempo y energía debatiendo mucho arrastrados por distintas corrientes de ideas del mundo. No dejemos que la pasión nos domine en el campo político, social, económico, y especialmente en el campo espiritual. Muchas veces permitimos que estas corrientes, contrarias a Cafh, se infiltren en los Hijos.
Debemos comprender que la renuncia no significa abandono sin sacrificar la parte anímica personal, los gustos intelectuales, ancestrales, que nos definen y determinan en un sector del nuevo mundo, en una religión individual del futuro.
Debemos sacrificar todo esto si queremos entrar en el nuevo mundo.
A través de este Retiro se han tratado todos los temas desde los aspectos humano-sociales hasta los divinos.
La Humanidad y aun los grandes seres que la dirigen, han trazado una línea recta, que el hombre sigue y que es el dominio de la razón. Esto nos ha hecho perder el poder de la reversibilidad. El poder de saber y no saber. De razonar dentro de un campo magnético y luego no razonar, para tener la idea correcta y la totalidad de su significado.
El nuevo hombre no podrá marchar en una línea recta, tendrá que pasar de lo positivo a lo negativo, de razonar en un encierro de voluntad y salir por su conciencia fuera de este encierro.
Si sigo la línea recta llego al éxito, pero allí estallo en el fracaso por no tener capacidad de hacer lo definido en indefinido en sí, manteniendo la substancia de lo definido, de disponer según el Ired.
Así nuestros centros cerebrales actuarán expansiva y contractivamente. Serán al mismo tiempo vibraciones rectas y circulares. Es hora de captar esta variación cerebral del hombre en constante expectativa, cumpliendo nuestro voto de renuncia.
Con este nuevo sentir de la renuncia podemos mirar al mundo desde lejos. Desde lejos no es más que separarnos sensitivamente para lograr una mayor intensidad de comprensión. Desde una montaña mística veremos así el problema del mundo en su pasado, presente y futuro con claridad meridiana.
Hoy se puede decir que no hay ni el bien ni el mal, ni bueno ni malo, sólo hay puntos de ascensos y que nos llevan a puntos de ruptura. Quebramos la armonía por la inarmonía activa.
La Conciencia ha perdido su luz para que la voluntad haga su trayectoria ascendente. Así, de este modo, la voluntad no es más que la conciencia cósmica aderezada.
Para ser conciencia cósmica es necesario que la voluntad del hombre renuncie continuamente. Si no se realiza de este modo, se produce la división, se crea por ende la multiplicidad y estalla.
Pero si la voluntad del hombre permanece en la conciencia divina no asciende, pero tampoco estalla.
El hombre que se ha desvinculado cósmicamente, que se ha desvinculado de su parte anímica pasiva, es un hombre fuera de sí.
Debemos pensar cómo llevar al mundo estas ideas nuevas que involucran su reversibilidad. Sólo así, con este método y comprensión integral, sabremos resolver los problemas del mundo.
La historia del mundo es una nada para la eternidad. Para nosotros es necesario conocer los problemas, pero no ser absorbidos por ellos. Para ello todo estriba en captar el sentido de la nada, que logremos el desapasionamiento.
Conocer el problema, comprenderlo sin apasionamiento, es el valor de estas ideas. Estar lejos de ellos, por la reversibilidad anímica, para conocer la verdad, la historia de la Humanidad.
La historia del mundo nos da la llave de la conciencia, y nos lleva por el método señalado al conocimiento de la historia akásica. Nos da este estado de recepción pasiva que provoca el conocimiento real del hombre.
El gran problema de la Humanidad actual es el estar disociado el hombre de la misma y del cosmos.
Debemos recordar especialmente que nuestro conocimiento no debe ser anímico. Los estudiosos son empíricos en sí, no de sí.
Al estudiar los problemas espirituales con métodos ontológicos, el problema se resuelve en sí. Así la resolución es humana y permite su posterior experimentación en el campo físico, racional.
La unión de la materia y el espíritu será la felicidad del hombre sobre la tierra.
Sólo así ha llegado el momento de ser maestros, directores de almas, pues se tendrá una moral en las manos.
El hombre va a la ruina porque no conoce al ser integral: su cuerpo y su alma. Se conocen leyes que aplicadas al hombre no pueden ser aplicadas a la colectividad. La ley de la colectividad debe encontrar la posibilidad de adecuarse al examinarla en el hombre.
No podemos participar ya de la ética que nos ha traído el cristianismo, que ha inundado al mundo de sangre, de dualidades.
Juzgar significa saber el problema del hombre y éste dentro de la colectividad.
La ética de la armonía de los contrarios actuales es el hombre y la Humanidad.
El acto armónico se logra sólo por un acto desarmónico, reactivo.
Cuantas veces un acto inmoral provoca el estímulo y ocasiona el acto moral.
En una ética verdadera es necesario que los valores humanos y colectivos vayan juntos, se amalgamen entre sí.
Pongamos un ejemplo: Aquí nuestros Hijos han plantado la semilla de un manzano; con el tiempo determinará su vida en árbol y éste dará fruto. Es el producto final del resultado de todo el esfuerzo, es su resultado anímico. Pero si dejamos ahora el fruto en el árbol, se pasa, se pudre, de no existir una reacción que corte el método de la línea recta, es decir, arrancarlo para satisfacer el sentido alimenticio que la manzana ofrece al ser humano. Este acto, contrario al de producir el fruto, se amalgama con él y ofrece el ejemplo de la ética verdadera.
La Humanidad fracasa porque quiere darnos una ética que sólo quiere ver el bien. Es necesario que los dos polos se choquen; sólo así se verá la luz.
Toda esta ética deberá conocer el Hijo. Él, por ser hombre de renuncia, podrá vivir en el pasado y para el futuro.
Deberá así aplicar al campo especulativo, al ascético, al místico.
Es necesario desprenderse de la experiencia individual para tender con ella a la experiencia colectiva, penetrando dentro del alma colectiva.