Hace miles de años una gran columna de Arios cruzó los Himalayas y, encaminándose hacia el Norte de la India actual, establecieron allí su morada.
Los guiaba el Manú Vaivasvata, un Iniciado Solar de Primera Categoría, y diez sabios llamados Richis; sus nombres eran respectivamente: Marichi, Atri, Pulastya, Pulaka, Angrias, Kardama, Daskscha, Vashishiha, Bhrigú y Narada.
Sobre los Vedas asentaron los Arios todas sus religiones, filosofías, leyes, letras y artes.
Los Upanishads, los Sutras, que constituyen la moral y la filosofía del Hinduismo, no son más que amplios comentarios de los textos primitivos basados en su religión.
La India había degenerado su religión de tal modo que se había convertido en una pura idolatría exterior.
Las castas superiores tiranizaban al pueblo infundiéndole terror religioso. Hasta las imágenes de los dioses, de aspecto horrible, con cabezas de monstruos y posturas macabras, no infundían amor ni veneración, sino superstición y pánico.
Después de la lucha de los mil quinientos años, los Arios que emigraron al Asia Central dejaron a sus descendientes la Revelación y Tradición de una magnífica Religión que fue transmitida a través de los Vedas milenarios.
Sobre los Vedas asentaron los Arios todas sus religiones, sus filosofías, leyes, letras y artes.
Los Upanishads, los Sutras, que constituyen la moral y la filosofía del Hinduismo, no son más que amplios comentarios de los textos primitivos basados en su religión.
La filosofía de la India no nombra ni habla sobre el principio absoluto, existente más allá de todo principio; ejemplo luminoso de la modalidad de esos antiguos maestros de la India es el Buda, que se negó constantemente a hablar sobre el principio de lo INFINITO.