Como centinela, siempre vigilante, ha de ser el discípulo, porque en cualquier momento puede sonar la hora en la cual se lo llama a la Labor.
Los Maestros que dirigen los destinos del mundo lo llamarán a trabajar en cuanto esté el candidato bastante preparado para participar en la misma.
Si el ser renunciara, no a las cosas que él cree perjudiciales para su bienestar, sino por amor a la libertad, alcanzaría en vida una felicidad inenarrable, una serenidad a toda prueba, un estado de éxtasis natural indescriptible.