No se puede hablar de la vida de Pascal sin antes describir a Port-Royal, que tan estrechamente vinculado fue al alma y a la misión de este gran Iniciado.
Cuando en 1602 entraba, en el antiguo monasterio del Císter, la nueva abadesa Angélica Arnauld de 11 años de edad, nadie sospechaba que una nueva era empezaba para la iglesia de Francia y el desenvolvimiento espiritual del cristianismo.