El movimiento universal oscila continuamente entre una fuerza que impulsa a la creación y a la actividad, y otra que atrae a la aniquilación y al relajamiento.
Estos dos grandes movimientos cósmicos son: Conciencia y Voluntad.
El culto verdadero con dioses, imágenes y ceremonias, empieza en la antigua Grecia, en el período llamado Micénico. Pero no tienen los ídolos Griegos su apogeo, sino en la edad Helénica.
Eolo, el dios de los vientos, corría velozmente de un lado al otro de la atmósfera terrestre, limpiándola de todas sus impurezas; y el Sol, con una luminosidad más clara que la que ahora puede observarse, brillaba constantemente.
Sepultada bajo las aguas del Océano Pacífico se mantiene intacta la tierra que un día fue gran parte del Continente Lemuriano. Para mayor facilidad del estudiante se aplica el nombre “Lemuria” al continente de la tercera Raza Raíz, porque así fue designado por el zoólogo Sclater; pero los antiguos textos esotéricos lo llaman Zalmali Patala.
Para el ciclo de ángeles hechos hombres había sonado la hora solemne. Los estremecimientos cada vez más convulsivos del planeta y la luz solar que filtraba a través de las espesas cortinas de nubes, reflejaban como una gran aurora polar sobre la rojiza tierra, indicando que algún hecho extraordinario estaba por acaecer.
Durante la época atlante hubieron dos grandes períodos glaciales; a éstos siguieron otros menores, que duraban un año saturniano (30 años). Esto era una reacción lógica a períodos de gran calor terrestre.